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Ofrecemos esta
Santa Misa y el rezo del Santo Rosario meditado en acción de gracias por el don
del Sacerdocio ministerial, principalmente porque gracias al Sacerdocio, es
posible contar, para la Iglesia Peregrina, con la Presencia Sacramental de
Jesús Eucaristía.
Canto
inicial: “Sagrado
Corazón, eterna alianza”.
Oración
inicial: dirigimos a Cristo Dios las
oraciones que el Ángel de Portugal enseñara a los Pastorcitos en Fátima: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Enunciación
del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)
Meditación
Por
el Sacramento del Orden se produce el Milagro de los milagros, el milagro que deja
atónitos a los ángeles y santos en el cielo: el pan y el vino del altar se
transubstancian, es decir, se convierten en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Por este don de tu Sagrado Corazón
Eucarístico, que es también el don del Inmaculado Corazón de María, Madre de la
Iglesia, te damos gracias y te adoramos, oh Jesús, Cordero de Dios, que vives y
reinas en el Sacramento de la Eucaristía, y eres Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Segundo Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)
Meditación
Por
el Sacramento del Orden, los hombres tienen acceso al Pan Vivo bajado del
cielo, y así pueden alimentar sus almas con un manjar que no se encuentra en
ningún lugar de la tierra, porque es un manjar celestial; es el Verdadero Maná,
el Maná bajado del cielo, que el Padre hace bajar del cielo en cada Santa Misa,
para alimentar a sus hijos pródigos y así saciar sus almas con el Amor de Dios.
Por este don de tu Sagrado Corazón Eucarístico, que es también el don del
Inmaculado Corazón de María, Madre de la Iglesia, te damos gracias y te
adoramos, oh Jesús, Cordero de Dios, que vives y reinas en el Sacramento de la
Eucaristía, y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Tercer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)
Meditación
Por
el Sacramento del Orden los hombres pueden comer la Carne del Verdadero Cordero
Pascual, la Carne del Cordero de Dios, asada en el Fuego del Espíritu Santo, la
Carne gloriosa y resucitada de Jesús de Nazareth, el Hombre-Dios, que resucitó
al tercer día, surgiendo triunfante, del sepulcro, venciendo para siempre a las
puertas del Infierno, a la muerte y al pecado, los tres grandes enemigos de la
humanidad, para concedernos, con el don de su Carne gloriosa, donada en el Pan
Eucarístico, la Vida eterna, la Vida misma del Ser trinitario, vida incoada en
la Eucaristía, y que al ser desplegada en la gloria, dará la eterna felicidad a
los hijos de Dios que se alimentaron con la Carne gloriosa del Cordero. Por
este don de tu Sagrado Corazón Eucarístico, que es también el don del
Inmaculado Corazón de María, Madre de la Iglesia, te damos gracias y te
adoramos, oh Jesús, Cordero de Dios, que vives y reinas en el Sacramento de la
Eucaristía, y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Cuarto Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)
Meditación
Por
el Sacramento del Orden, sobre el altar eucarístico se produce, por obra del
Espíritu Santo, la actualización y prolongación de la Encarnación del Verbo en
el seno Purísimo de María Virgen: así como el Espíritu Santo condujo al Verbo
al seno purísimo de María, produciendo la Encarnación del Verbo en sus entrañas
virginales, así el mismo Espíritu Santo, por las palabras de la consagración,
producidas por el sacerdote ministerial, transubstancia al pan y al vino en el
Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
convirtiendo al Altar Eucarístico en una prolongación del seno virginal de María
Santísima, porque en él se da a luz, como dio a luz la Virgen, al Verbo de Dios
Encarnado y dado al mundo como Pan de Vida eterna para nuestra salvación. Por
este don de tu Sagrado Corazón Eucarístico, que es también el don del
Inmaculado Corazón de María, Madre de la Iglesia, te damos gracias y te
adoramos, oh Jesús, Cordero de Dios, que vives y reinas en el Sacramento de la
Eucaristía, y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Quinto Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)
Meditación
Por
el Sacramento del Orden, se renueva, se perpetúa y actualiza, por medio del
misterio litúrgico eucarístico, el Santo Sacrificio de la Cruz, sacrificio por
el cual el Hombre-Dios, inmolándose en el madero ensangrentado, ofreció su Humanidad
Purísima, su Preciosísima Sangre, su Alma Santísima, su Perfectísima Divinidad
y su Amor Eterno, para la salvación de toda la humanidad; por el Sacramento del
Orden se celebra la Santa Misa, renovación sacramental e incruenta del Santo
Sacrificio de la Cruz, y que por este motivo se llama también “Santo Sacrificio
del Altar”, de manera tal, que cuando asistimos a la Santa Misa, estamos
asistiendo al mismo y único Santo Sacrificio del Calvario, y por eso es que nos
postramos en adoración ante la Eucaristía, porque es el Cordero de Dios que, en
el Altar Eucarístico, realiza el mismo sacrificio y don de sí mismo que hace en
la cruz: entrega su Cuerpo en la Eucaristía, como lo entregó en la Cruz, y
derrama su Sangre en el cáliz, como lo derramó en la Cruz. Así, al asistir a la
Santa Misa, recibimos las gracias y los efectos benéficos y salvíficos del
Santo Sacrificio de la Cruz, porque es el mismo y único Santo Sacrificio de la
Cruz, aunque renovado incruenta y sacramentalmente, y todo esto es posible
gracias al Sacramento del Orden. Por este don de tu Sagrado Corazón
Eucarístico, que es también el don del Inmaculado Corazón de María, Madre de la
Iglesia, te damos gracias y te adoramos, oh Jesús, Cordero de Dios, que vives y
reinas en el Sacramento de la Eucaristía, y eres Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Meditación
final: debemos
ya retirarnos, pero deseamos al
mismo tiempo, quedarnos ante Tu Presencia Sacramental, día y noche, para
ofrendarte nuestra humilde compañía. Como ello nos resulta imposible, oh Jesús,
dejamos nuestros corazones en las manos de Nuestra Señora de la Eucaristía,
Madre y Maestra de los Adoradores Eucarísticos, para que sea Ella quien los
acerque a Ti, para que de tu Sagrado Corazón Eucarístico reciban los rayos de
Amor y de Misericordia que les devuelvan la vida y el amor que les falta, para
que así seamos capaces de amarte y adorarte en los días que nos quedan por
vivir en esta vida terrena, para luego continuar amándote y adorándote, por tu
infinita misericordia, en compañía de nuestros seres queridos, de tu Santísima
Madre, y de los Ángeles y Santos, por los siglos sin fin. Amén.
Canto
final: “Plegaria
a Nuestra Señora de los Ángeles”.
Oración
final: dirigimos a Cristo Dios las
oraciones que el Ángel de Portugal enseñara a los Pastorcitos en Fátima: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
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