Inicio: ingresamos
en el Oratorio, dejamos en la puerta de entrada toda preocupación mundana. Preparamos
nuestro espíritu, acallando las voces exteriores, pero ante todo acallando
nuestra propia voz interior. El silencio, tanto exterior como interior, es muy
importante para escuchar la voz de Dios, que pasa “como un susurro”, porque “no
está ni en el huracán, ni el temblor de tierra, ni en el fuego”, sino “en el
susurro de una brisa suave”, como dice el profeta Elías en el monte Horeb (cfr.
1 Re 9.11-13). Buscamos recoger los sentidos y acallar los pensamientos de la
mente, al tiempo que ofrecemos nuestro corazón contrito y humillado a los pies
de Jesús Sacramentado, implorando a María Santísima que sea Ella quien lleve
nuestras oraciones hasta el Corazón de Jesús. También pedimos ayuda a nuestros
ángeles custodios, para que la oración sea agradable a nuestro Dios, el Dios de
la Eucaristía. Ofrecemos esta Hora Santa en reparación por los pecados de la
humanidad.
Oración de entrada:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
Canto inicial: “Sagrado Corazón eterna Alianza”.
Meditación
Jesús Eucaristía,
Divino Redentor, siendo Dios te hiciste hombre, sin dejar de ser Dios, para
salvar a la humanidad por medio de la Cruz. Jesús, entregaste tu vida al Padre
para que los hombres todos, desde Adán y Eva, hasta el último hombre,
pudiéramos entrar en el Reino de los cielos. Tu amarga Pasión y tu dolorosa
muerte en Cruz abrió para nosotros las puertas del Reino de los cielos; Tú te
entregaste por todos, para que todos sin excepción fuéramos salvados de la
eterna condenación. Y sin embargo, la inmensa mayoría de los hombres de hoy
desconocen, por libre voluntad, tu vida y tu Pasión salvadora; la inmensa
mayoría de los hombres de hoy quieren vivir no según los dictados de tu Sagrado
Corazón, sino según los dictados del pecado y de la concupiscencia. La humanidad
elige vivir según su pecado y no según tu gracia y esa es la razón por la que
ha construido una civilización egoísta, hedonista, materialista y vacía de todo
amor y valor. ¡Apiádate, oh Jesús, de la humanidad a la que Tú redimiste con tu
Sangre! ¡Que la Sangre que brota de tu Sagrado Corazón traspasado, la inunde en
el Amor de Dios!
Silencio para meditar.
Jesús Eucaristía, Tú diste tu vida en la Cruz, y entregaste
tu Cuerpo y derramaste tu Sangre para que la humanidad se viera libre del
pecado y del vicio; Tú permitiste que te acusaran injustamente, que te
condenaran a muerte, que te golpearan, flagelaran, coronaran de espinas y te
crucificaran, para que la humanidad se liberara de sus pasiones desordenadas,
de sus apegos a todo aquello que le hace daño; Tú diste tu vida en la Cruz para
que el hombre fuera libre y feliz en el cumplimiento de tu Voluntad,
manifestada en los Diez Mandamientos. Sin embargo, los hombres de hoy no solo
no quieren vivir según la virtud, sino que enarbolan los vicios y pecados como
si fueran “derechos humanos”, como si fueran conquistas de la dignidad humana,
y así dejan de lado tu Ley de Amor y pisotean tu Pasión y hacen vano tu
sacrificio redentor. La humanidad prefiere vivir según los Mandamientos del
Príncipe de las tinieblas, y así es como muchos se encaminan aceleradamente
hacia la eterna condenación. ¡Jesús, Rey de Amor, te ofrecemos, por las manos
de tu Madre amantísima, María, tu mismo Corazón, en reparación por los hombres
que han hecho del pecado su ley!
Silencio para meditar.
Jesús Eucaristía, Tú que en cuanto Dios, eres Ser de infinita
pureza, y en cuanto Hombre, posees en Ti mismo la misma infinita pureza del Ser
divino; Tú, que eres llamado “Lirio de los cielos”, ante cuya hermosura y
pureza los ángeles de luz palidecen y se postran en adoración; Tú, que al venir
a este mundo quisiste nacer en un seno purísimo, que poseyera la misma pureza
del seno del Padre en los cielos eternos, y para eso creaste para Ti a tu Madre
Santísima, la Virgen María, Única digna de contener a quien los cielos no
pueden contener; Tú, que derramaste tu Sangre en tu cruenta Pasión, para expiar
por los pecados de impureza de los hombres y para concederles de tu misma
gracia, para así hacerlos puros e inmaculados como Tú, de modo que pudieran
presentarse ante el Padre como ofrendas agradables, ten piedad y apiádate de la
humanidad, que ha hecho del vicio y de la impureza su modo de ser y de vivir;
ten piedad de los hombres, que exaltan los vicios contra-natura y los celebran
como verdaderas conquistas humanas; ten piedad de la humanidad que hoy legitima
las leyes contrarias a la naturaleza humana, rindiendo así culto a Asmodeo, el
demonio de la impureza, profanando sus cuerpos con toda clase de perversiones y
convirtiendo sus corazones en nidos de demonios. ¡Oh Jesús Eucaristía, ten
piedad de nosotros y del mundo entero, no mires nuestros pecados, sino el Corazón
Inmaculado de María Santísima, triturado por nuestra malicia, y perdónanos!
Silencio para meditar.
Jesús Eucaristía, Tú eres la Vida Increada; de Ti procede
toda vida; Tú, con el Padre y el Espíritu Santo, das vida a todo lo creado. Sin
Ti, nada puede ser ni existir. La maravillosa vida de las creaturas
irracionales, admirable en sí misma por haber salido de tus manos, es solo una
pequeña muestra de tu divino poder. Sin embargo, en donde puede apreciarse la
inmensidad de tu omnipotencia, la inconmensurabilidad de tu Sabiduría infinita
y la ternura incomprensible de tu Amor eterno, es en tu Creación más preciada,
la vida humana. En el hombre has puesto las delicias de tu Corazón, y lo amas
tanto, que lo has creado a tu “imagen y semejanza”. La vida humana es imagen
tuya; es tu semejanza; cuando ves al hombre, te ves a ti en cierto modo, porque
en su Creación pusiste en acción todos los atributos de tu excelsa divinidad. Sin
embargo, la humanidad, enceguecida, no puede ni quiere ver tu imagen y
semejanza en sí misma, y es así que busca, movida por el “misterio de iniquidad”,
su auto-destrucción, aprobando leyes inicuas que destruyen la más preciada obra
de tus manos, el ser humano, ya desde el momento mismo de la concepción, aunque
también busca eliminar esta vida en sus etapas finales y terminales. Los hombres
de hoy destruyen la vida humana naciente por medio del aborto, y aniquilan la
vida humana que está en sus períodos finales, por medio de la eutanasia,
ofendiéndote a Ti, Dios de la Vida y Autor de toda vida creada, rindiendo así
tributo y homenaje luciferino a Moloch, demonio destructor. ¡Apiádate, oh
Jesús, de quienes, enceguecidos, no pueden ni quieren ver que la vida humana te
pertenece a Ti porque eres su Creador, y que en cada aborto y en cada
eutanasia, es a Ti a quien buscan, ciegamente, destruir, al destruir tu imagen!
¡Apiádate, oh Jesús, por tu infinito Amor y Misericordia, y acepta el perdón y
la reparación que por nuestros hermanos extraviados te ofrecemos!
Silencio para meditar.
Jesús Eucaristía, Tú derramaste
tu Sangre y diste tu vida en la Cruz y renuevas cada vez en la Santa Misa tu Santo
Sacrificio redentor, para que el hombre fuera santificado por su gracia y así,
con su mente iluminada y con su corazón purificado por Ti, amara y adorara al
Único Dios verdadero, Dios Uno y Trino, y en este amor y adoración, fuera feliz
en esta vida y en la otra, para siempre. Jesús Eucaristía, Tú te quedaste en la
Hostia consagrada para que el hombre pudiera visitarte en tu prisión de Amor,
el sagrario, y así pudiera amarte y adorarte, como anticipo del amor y
adoración que ha de tributarte en la eternidad quien, por tu Misericordia, se
salve. Sin embargo, repitiendo el error del Pueblo Elegido que, en vez de
adorar al Dios Verdadero se construyó un ídolo, el becerro de oro, y le erigió
un altar para adorarlo idolátricamente, así la humanidad de hoy, en vez de
adorarte a Ti en la Eucaristía, ha erigido una multitud de altares a ídolos
falsos –el poder, el placer, el dinero, la música indecente, como la cumbia y
el rock- y se postra ante los dioses del moderno neo-paganismo de la Nueva Era –ocultismo,
orientalismo, esoterismo, religión wicca, satanismo-, sin advertir que además
de ofenderte a Ti, que por los hombres derramaste tu Sangre en la Cruz, se dirigen
por propia voluntad al Abismo del cual no se regresa. ¡Oh Jesús Eucaristía, te pedimos
perdón y te ofrecemos reparación por tantos ultrajes y sacrilegios que se
llevan a cabo continuamente a tu Sacratísimo Corazón, y también al Inmaculado Corazón
de María!
Silencio para meditar.
Meditación final
Jesús Eucaristía,
debemos ya retirarnos, para regresar a nuestras diarias ocupaciones, pero
dejamos a tus pies, nuestros corazones, para que permanezcan en tu Presencia en
todo tiempo, noche y día, y le pedimos al Inmaculado Corazón de María que la
adoración que realizamos en el tiempo sea un anticipo de la adoración eterna
que, por tu Misericordia, esperamos tributarte por la eternidad en los cielos,
junto a nuestros hermanos. Amén.
Oración de salida: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
Canto final: “Los cielos, la tierra”.
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