“¿Cómo puede darnos este
hombre a comer de su carne?” (Jn 6,
52-59). Los judíos se escandalizan frente a las palabras de Jesús, ya que
interpretan en un sentido puramente material lo que Jesús les dice. Piensan que
Jesús se está refiriendo a ese cuerpo suyo, que están viendo, y que por lo
tanto, ellos tendrían que cometer un acto de antropofagia o algo por el estilo.
Pero Jesús está hablando de su cuerpo real, pero de su cuerpo real que tiene
que pasar por la tribulación de la cruz y por la alegría de la resurrección.
Jesús es el Cordero de Dios, pero para que sea alimento de las almas, debe ser
asado en el fuego del Espíritu Santo, fuego que arde sin consumir, y que
ardiendo provoca la espiritualización de su cuerpo tendido en el sepulcro. Ese
cuerpo, real, que estuvo en el sepulcro, y que fue vivificado por el Espíritu
Santo, es el cuerpo que se encuentra en la Eucaristía, y es un cuerpo lleno de
la vida de Dios, una carne por lo tanto espiritualizada y glorificada, Presente
con su ser substancial en la realidad sacramental de la Eucaristía.
Por eso es que el Pan que Él
da, la Eucaristía, es en realidad su carne, pero no una carne muerta, sin vida,
o una carne o un cuerpo materiales y terrenos, es una carne, un cuerpo,
espiritualizados, es un cuerpo resucitado, un cuerpo lleno de la vida del
Espíritu de Dios, que comunica esa vida y ese Espíritu al que lo consume. La
Eucaristía es la carne del Cordero, que ha sido asada en el fuego del Espíritu,
y que por este Espíritu, se ha convertido en Pan de Vida eterna.
“Yo vivo por el Padre, que
tiene vida, y el que me come, vivirá por Mí”. Jesús vive por el Padre porque Él
procede eternamente del seno del Padre, es el Hijo del Padre que recibe del Padre
todo su ser y toda su vida divina, por eso, el Espíritu que anima a Jesús es el
Espíritu del Padre, el Espíritu de Dios. Y este mismo Espíritu es el que se
encuentra inhabitando en Persona en Jesús, y de Jesús pasa a sus hermanos, a
los hijos adoptivos de Dios. Jesús no está hablando en un sentido metafórico, en un sentido
figurado, cuando dice que el que lo coma vivirá por Él. La frase se podría
entender en un sentido figurado: aquél que ama tanto a Jesús, comulga, y vive
por Él, pero no de Él, no recibe de Él ningún principio de vida nueva. No es
este el sentido de las palabras de Jesús: el que lo coma, vivirá por Él, porque
recibirá de Él su Espíritu Santo, que es Espíritu de Vida eterna. El que coma
la carne del Cordero, su carne glorificada, llena del Espíritu de Dios, va a
recibir a ese mismo Espíritu, que es el Espíritu Santo, espirado por Él y por
su Padre desde la eternidad, y espirado en cada comunión eucarística.
“El Pan que Yo daré es mi
carne para la vida del mundo”. El Pan que da Jesús es Él mismo, con su cuerpo
glorificado y resucitado, Presente substancialmente en la Eucaristía, y por eso
no es un pan sin vida, inerte, sino un Pan vivo, que baja del cielo, del seno
mismo de Dios Trinidad, es un Pan que es en realidad la carne del Cordero. El
que coma la carne del Cordero, el Pan de vida eterna, tiene la vida del Cordero
en Él, el Cordero mismo es su alimento y su principio de vida, una vida que
comenzando en germen en la tierra, prosigue para toda la eternidad más allá de
la muerte. La carne del Cordero, contenida en la Eucaristía, es Pan de vida
eterna.
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