Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por el ultraje satánico cometido contra el Sagrado Corazón de Jesús por parte
de una actriz en la Televisión Pública Española. La ofensa no es simplemente a
nuestros “sentimientos religiosos” católicos, que sí lo es, sino ante todo al
Señor Jesucristo, Dios Eterno, el Hombre-Dios, Nuestro Salvador y Redentor y
por este motivo consideramos que no lo podemos tolerar ni soportar y además de
la reparación, exigimos la pública retractación y pedido de perdón de los
ofensores a Nuestro Señor Jesucristo. Para mayores datos acerca de este horrible
sacrilegio, consultar el siguiente enlace:
Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies
humildemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
Cuando el alma recibe la gracia santificante, la obra que
esta realiza excede toda capacidad de comprensión de la razón humana: viniendo
desde el cielo hasta el alma, la gracia colma a esta de luz celestial; la
convierte en objeto del Divino Amor; la hace partícipe de la naturaleza divina
y también de la vida y de la gloria divina, además de hacerla heredera de la
eterna felicidad[1].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Con toda la grandeza que estas palabras expresan en
relación al misterio de la gracia, las palabras que describen su accionar en el
alma no pueden sin embargo conceder a la razón ni siquiera una pálida imagen de
lo que es la realidad en sí misma. No podemos formarnos ni siquiera una pálida
idea de lo que es la realidad en sí misma y esto se aprecia más teniendo en cuenta
que ni siquiera los ángeles, con su poderosísimo intelecto angélico, tampoco son
capaces de apreciar el verdadero valor divino de la gracia santificante[2].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Sí pueden los ángeles, fijas sus miradas en el trono de la
Santísima Trinidad y adorando al Cordero, admirarse y asombrarse al considerar
la negligencia de nosotros, los hombres, negligencia que se convierte en
locura, cuando se considera cuán poco y nada estimamos la gracia de Dios, la
gracia que nos conceden los sacramentos; con cuánta facilidad la
desperdiciamos, con cuánta ligereza la despreciamos, con cuánta liviandad la
posponemos, con cuánta liviandad la dejamos de lado y preferimos el pecado en
vez de la gracia[3].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Santo Tomás de Aquino enseña que un alma en estado de
gracia vale más que todo el universo entero[4]. Otro Doctor, San Agustín,
afirma incluso que el cielo y los coros angélicos no se le pueden comparar[5]. Teniendo esto en cuenta,
es decir, que por la gracia el hombre supera a los coros angélicos, el hombre
debiera agradecer eternamente a Dios Trino por la más mínima gracia recibida,
más que si recibiera la perfección de los espíritus puros o el dominio de los
mundos celestiales, porque la gracia aventaja a todos los bienes materiales y a
todos los espíritus angélicos.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Y sin embargo, a pesar de todo esto, los hombres, en su
inmensa mayoría, con excepción de los grandes santos, cometen el horrible
sacrilegio de preferir, ya no los míseros bienes de la tierra, como el oro y la
plata, sino los más execrables pecados, con lo cual ofenden gravemente a la Santísima
Trinidad: ofenden a la Trinidad por despreciar el don de la gracia y ofenden a
la Trinidad por despreciar al Cordero, Fuente Increada de la Gracia y la Gracia
Increada en Sí misma. Hagamos el propósito de pedir en la oración el don de
morir antes de perder la gracia, ya sea por el pecado mortal o por un pecado
venial deliberado.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.
[1] Cfr. Matías José Scheeben, Las maravillas de la gracia divina,
11.
[2] Cfr. Scheeben, ibidem, 11.
[3] Cfr. Scheeben, ibidem, 11.
[4] Suma Teológica, 1, II, q. 113, a.
9 ad. 2.
[5] Ad. Bonif., c. II., epist. Pel. 1.
2-c. 6.
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