Inicio:
Ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario en reparación por la obra
escénica testimonial pro-LGTB blasfema y sacrílega titulada “María Maricón”, la
cual habría de presentarse con el auspicio de la Facultad de Artes Escénicas de
la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Si bien, debido a la
presión ejercida por numerosos grupos católicos la inmunda obra no se presentó,
igualmente ofrecemos esta Hora Santa en doble reparación, por el doble
sacrilegio: por el sacrilegio del grupo LGBT que realizó la obra blasfema, y
por la inaudita e increíble cobardía y traición de las autoridades “católicas”
de la universidad “católica” que permitieron y dieron auspicio a semejante aberración,
por lo cual dichas autoridades deberían quitarse el nombre de “católicas” y llamarse
en adelante “autoridades cobardes y traicioneras”.
Para mayores datos acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:
https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=51390
Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies
humildemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
Si
en un supuesto caso, un hombre cualquiera, por procurarse un breve deleite
pasajero, tuviera el poder de hacer desaparecer el sol del mundo y de hacer
caer las estrellas del firmamento, lo menos que podría llamársele es “insensato”
y “temerario” y deberíamos preguntarnos si seríamos capaces de encontrar en el
mundo alguien capaz de sacrificar el mundo a un capricho tan bajo. Ahora bien,
en relación a la gracia, esto sucede, lamentablemente, con toda facilidad y con
muchísima frecuencia y no solo a diario, sino a cada instante y no solo en un
hombre, sino en muchísimos hombres, siendo casi nulos quienes se esfuerzan por
impedir esta desgracia, sea en sí mismos, sea en otros[1].
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Cuando
se produce un eclipse solar, es decir, cuando el sol se oscurece por un
instante, nos estremecemos; también cuando se sacude la tierra con intensidad,
cuando se produce un terremoto y éste provoca la devastación de toda una
ciudad; lo mismo cuando una epidemia arrasa con la vida de hombres y animales
de regiones enteras, haciéndonos ver la fragilidad de la vida terrena. Sin embargo,
hay algo mucho más terrible y triste que se repite a diario sin que se nos
conmueva el corazón y es el que tantos hombres pierdan de continuo el estado de
gracia -y por lo tanto se encuentren en estado de eterna condenación- y
desprecien además las condiciones de recuperarla, de procurarla y de
acrecentarla[2].
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
El
profeta Elías, ante la conmoción de la montaña, temblaba; el profeta Jeremías
se encontraba inconsolable en vista de la destrucción de la Ciudad Santa; el
derrumbe del bienestar de Job sumergió a sus amigos durante siete días en un
agudo dolor. ¡También nosotros debemos llorar nuestra desdicha, la más grande
de todas, la pérdida de la gracia! Nuestro duelo nunca será suficientemente
grande si llegamos a perder el tesoro invalorable de la gracia, porque así
perdemos la caridad y con ella los dones del Espíritu Santo y al mismo Espíritu
Santo; rechazamos el don de la filiación divina, de la amistad con Dios, de la
herencia del Reino de los cielos; rechazamos a Dios, a su gracia y a todos sus
invalorables tesoros[3].
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Al
alma que pierde la gracia se le puede aplicar la lamentación de Jeremías sobre
Jerusalén: “¿Cómo el Señor en su cólera, ha cubierto de una nube a la hija de Sión?”
Ha precipitado del cielo sobre la tierra la magnificencia de Israel; en el día
de su cólera no se acordó del escabel de sus pies. El Señor ha destruido sin
piedad la morada espléndida de Jacob” (Lam 2, 1-2). ¿Dónde podemos
encontrar a quien reflexione en su infortunio, al que se lamente, al que se
ponga en guardia contra nuevos pecados? “Toda la tierra fue cubierta de
destrucción, porque no se encontró una persona que se inquietara” (Jer
12, 11).
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Es
una verdad manifiesta que escasamente reconocemos el amor infinito con que Dios
nos previene y los tesoros que nos ofrece. Nos comportamos como los israelitas
a los que Dios quería sacar de la esclavitud de Egipto y del árido desierto,
para llevarlos a la Tierra Prometida: despreciaron la mano que Dios les tendía
en el camino, le volvieron la espalda y desearon regresaron para gozar de “las
ollas de carne de Egipto” (Éx 16, 3). La Tierra Prometida era imagen del
Cielo; el maná significaba la gracia de que debemos alimentarnos y tomar
fuerzas en el camino de la patria celestial. Si ya entonces “levantó Dios su mano
vengadora contra los que despreciaban un país tan bello, tan apetecible y los
hizo perecer en el desierto” (Sal 105, 24), ¿cuál será el precio que deberemos
pagar nosotros por haber despreciado el cielo y la gracia?
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.
[1] Cfr. Matías Josef Scheeben, Las maravillas de la gracia divina,
Ediciones Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 15.
[2] Cfr. Scheeben, ibidem, 15.
[3] Cfr. ibidem.
No hay comentarios:
Publicar un comentario