Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por el acto de idolatría cometido por el rector de un seminario católico en el
sur de España, al participar de un culto idolátrico ofrecido en homenaje de
ídolos paganos hindúes. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies
humildemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
Ocurre
con demasiada frecuencia que nuestros sentidos nos conceden una idea invertida
de la realidad: nos proporcionan una idea demasiado alta del valor de los
bienes perecederos de este mundo, al mismo tiempo que nos dan un conocimiento
sumamente superficial de los bienes eternos[1]. Por esta razón, debemos
esforzarnos por reparar este error, con el fin de poder apreciar en su justa
medida el inapreciable valor de la gracia santificante, obtenida para nosotros
al precio altísimo de la Sangre del Cordero.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Quien
primero nos ayudará a apreciar el valor de la gracia es el mismo Dios Uno y
Trino, por eso a Él, junto a San Bernardo, se lo pedimos en la siguiente
oración, comenzando por Dios Padre: “Dios todopoderoso y bueno, Padre de las
luces y de las misericordias, de quien procede todo don, Tú que, según el
designio de tu voluntad, nos has adoptado por la gracia, que desde el principio
del mundo escogiste y predestinaste para nosotros a tu Hijo para que como hijos
tuyos seamos santos e inmaculados en tu presencia con un santo amor, concédenos
el espíritu de sabiduría y de revelación, aclara los ojos de nuestro corazón y
así conoceremos “la esperanza de tu elección, las riquezas de la gloria de tu
herencia en tus santos”. Dame tu luz y fuerza para que consiga no disminuir con
mis palabras este don de la gracia, por la cual tú arrancas a los hombres del
polvo de su raza mortal y los adoptas en tu divina familia”.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Luego
pedimos la luz al Hijo de Dios Padre, Jesús de Nazareth: “Señor Jesucristo,
Salvador Nuestro, Hijo de Dios vivo, por tu Sangre divina derramada para
salvarnos y restituirnos la gracia, haz que logre mostrar, según mis débiles
fuerzas, el valor inestimable de esa gracia comprada por ti a semejante precio.
También recurrimos a Dios Espíritu Santo: “Y tú, Espíritu supremo y santo,
sello y prenda del Divino Amor, huésped santificador de nuestra alma, por quien
la gracia y la caridad se derraman en nuestro corazón; tú que mediante los
siete dones las nutres y las sostienes y que jamás das la gracia sin que te des
a ti mismo, revélanos su esencia y su valor inapreciable”.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Acudimos
también a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, por quien nos
vienen las gracias que Cristo Dios nos consiguió con su muerte en cruz y por
quien nos viene la gracia de comprender y apreciar el valor de la gracia
santificante: “Santa Madre de Dios, Madre de la Divina Gracia, haz que pueda
mostrar a los hombres, convertidos por la gracia en hijos de Dios e hijos
tuyos, los tesoros por los cuales ofreciste a tu Divino Hijo”.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Finalmente,
acudimos a los Santos Ángeles de Dios, quienes por la gracia, a la cual no
renunciaron, gozan eternamente de la visión beatífica de la Trinidad y también
a los Santos de Dios, quienes alcanzaron la gloria divina al haber perseverado
en la gracia: “Santos Ángeles, espíritus glorificados por el resplandor de la
gracia divina y vosotras, almas santas, que pasasteis de este destierro al seno
del Padre celestial, todos cuantos allá arriba gozáis del fruto de la gracia,
ayudadme con vuestras plegarias para que, disipadas las nubes que ocultan a mis
ojos y a los ojos de los demás el sol de la gracia, luzca éste en todo su
brillo y por su resplandor, despierte en nuestros corazones el amor y la nostalgia
de la vida imperecedera”.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.
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