viernes, 23 de junio de 2023

Hora Santa en reparación por ultraje y sacrilegio contra Nuestro Señor Jesucristo en Indonesia 180623

 



Hora Santa en reparación por ultraje y sacrilegio contra Nuestro Señor Jesucristo en Indonesia 180623


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje cometido contra Jesús crucificado en Indonesia. El ultraje consistió en un inaceptable sincretismo pagano, mostrando irreverentemente a un “Jesús danzante”, que danza para agradecer a los dioses paganos la fertilidad y las buenas cosechas; además, se ofendió a Nuestro Señor al colocársele una bufanda amarilla en señal de respeto a Alá, colocando claramente a Nuestro Señor, Segunda Persona de la Trinidad, en una posición inferior a “Alá”, el falso dios musulmán.


Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.


Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).


         Al ser crucificado Jesús, los Apóstoles lo abandonaron, dejándolo solo y este abandono fue muy difícil de soportar para Jesús, porque se sentía tan solo, que hasta le parecía que incluso Dios Padre lo había abandonado, aun cuando Dios Padre no lo abandonó en ningún momento y este abandono tan difícil de sobrellevar fue lo que lo llevó a decir: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”.


         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.


Segundo Misterio.


Meditación.


         Sin embargo, si los Apóstoles lo abandonaron y si Dios Padre no lo abandonó, pero no hizo sentir su Presencia al punto de pensar Jesús que el Padre lo había abandonado, había Alguien que no lo abandonó nunca, Alguien que lo acompañó por todo el Via Crucis y que estuvo con Él todo el tiempo, al pie de la Cruz y ese Alguien fue María Santísima, la Virgen de los Dolores.


         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.


Tercer Misterio.


Meditación.


         Por esta razón, todos los católicos, que se consideran hijos de la Virgen, deben estar, junto con Ella, arrodillados al pie de la Cruz, adorando la Preciosísima Sangre del Señor y besando sus pies clavados al madero. Pero no solo debemos adorar a Nuestro Señor, junto a la Virgen, sino que también debemos asociarnos a Ella para beber, junto con la Virgen, el amargo cáliz del gran abandono de Jesús[1].


         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.


Cuarto Misterio.


Meditación.


         Al pie de la Cruz, no están los amigos y los discípulos, no están todos aquellos que, de una u otra manera, recibieron dones, milagros, gracias y toda clase de bienes de parte de Jesús[2]. Es la Virgen la que busca, con su mirada dolorosa de Madre, a alguno que pueda ofrecérsele para aplacar su dolor: “He buscado consoladores, pero no los he encontrado”. Ofrezcámonos, por medio de la Virgen, para ser los que, con su pequeñez y con su nada, unidos a la Virgen, demos consuelo a Jesús Crucificado.


         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.


Quinto Misterio.


Meditación.


         Al pie de la Cruz no están las multitudes que con sus “hosannas” aclamaban a Jesús, tampoco la muchedumbre que lo recibía con alegría porque resucitaba sus muertos, les expulsaba los demonios, les multiplicaba los panes y peces. Pero sí están sus enemigos, cegados por el odio deicida, alimentado por los jefes religiosos, por aquellos que debían recibirlo con amor y humildad y en cambio lo crucifican con odio y crueldad. Acompañemos a la Virgen, arrodillados ante la Cruz, para consolar a Jesús con el pobre consuelo de la nada de nuestro corazón humano.


         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).


“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.


Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre Francisco.


 



[1] Cfr. Stefano Gobbi, A los Sacerdotes, hijos predilectos de la Santísima Virgen, Editorial Nuestra Señora de Fátima 1992, 204.


363.


[2] Cfr. Gobbi, ibidem, 363.


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