viernes, 2 de junio de 2023

Hora Santa en reparación por horrible ultraje en Basílica de San Pedro en Vaticano 020623

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el increíble, horrendo, atroz, crimen sacrílego cometido en el corazón mismo de la Cristiandad, en la Basílica de San Pedro en Vaticano: un hombre se desnudó y subió así, desnudo, al altar de la Basílica. No dejamos de preguntarnos: ¿dónde estaba la Gendarmería Vaticana, la Guardia Suiza, el Servicio Privado de Seguridad del Vaticano, los “carabinieri” italianos? Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace.

https://www.youtube.com/watch?v=f8FvpJ9Ye4U

Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Hay tres señales que pueden indicar al alma que está en gracia y que corresponden a tres facultades del alma: la gracia concede luz divina a la parte racional; concede la alegría divina a la parte concupiscible y da la paz divina a la parte irascible. Esto se puede ver en la reflexión de los Salmos: la luz divina cuando dice: “Señalada está sobre nosotros la luz de tu rostro”; la alegría cuando dice: “Le diste alegría a mi corazón”; la paz, cuando dice: “En paz dormiré y descansaré”[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

También es una señal de estar el alma en gracia cuando no tiene conciencia de haber cometido un pecado mortal, al menos desde la última confesión. La razón y la verdad, iluminadas por la luz de la fe, juzgan por nada todos los bienes de la tierra; además, el alma tiene conocimiento de sí misma y se desprecia como se merece, teniendo como dignos de estimación los bienes espirituales y eternos, como el Reino de los cielos y la contemplación del Rey de los cielos, el Cordero de Dios, Cristo Jesús.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Es signo también de estar el alma en gracia cuando se alegra sólo en Dios Uno y Trino y sólo en Él tiene puesto su deseo y gusto, su deleite y su esperanza, no amando cosa alguna creada sino al Creador de todas las cosas y amando a las cosas en Él y por Él, teniendo en todas las cosas pureza de intención, deseando y buscando únicamente la gloria de Dios.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

El alma en gracia, tiene paz en las adversidades, no se enoja contra los que le agravian, no aborrece sino al pecado, cuyo odio ha sentido con larga experiencia, de manera que no ha caído en él por mucho tiempo y está con resolución firmísima de padecer todos los males posibles antes que cometer una falta venial deliberada y menos un pecado mortal, deseando la muerte antes que estas dos horribles acciones, que sabe el alma que ofenden gravemente a Dios y la ponen en peligro de eterna condenación. Según algunos autores, puede haber alguna certidumbre de que tal alma está en estado de gracia santificante[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Con relación a las almas que están en gracia, San León dice: “El que desea saber si por ventura está en él Dios, de quien se dice: “Admirable es Dios en sus santos”, escudriñe lo interior de su corazón con sincero examen y haga sagaz inquisición, con qué humildad resiste a la soberbia, con qué benevolencia contradice a la envidia, cómo no se deja adular de las lenguas de los aduladores, cuánto se huelga con los bienes ajenos, si por mal que ha recibido no desea devolver mal (…) mire en su corazón si está la madre de todas las virtudes, que es la caridad y si hallare en sí intensamente el amor de Dios y del prójimo de todo su corazón, de manera que desee para sus enemigos lo mismo que desea para sí; quien fuere de esta manera, no dude que habita en él Dios y le rige”[3].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 574.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 575.

[3] Serm. 2, Resur.

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