jueves, 25 de mayo de 2023

Hora Santa en reparación por el uso sacrílego de un templo católico como lugar de diversión en Bélgica 190523

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje y sacrilegio cometidos contra un templo católico en Bélgica, por parte del mismo sacerdote párroco, convirtiéndolo en un lugar de “diversión” y de “comida chatarra”. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

https://www.riposte-catholique.fr/archives/177817

Canto de entrada: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Una razón por la que los cristianos en estado de gracia deben conservar sus cuerpos en la santificación y honor de la castidad o continencia es porque, como dice el Apóstol, se hacen miembros de Cristo, espejo de toda pureza y limpieza y así, exhortando a la castidad, dice San Pablo: “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?” (1 Cor 6, 15)[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

El que está en gracia es templo del Espíritu Santo y se hace partícipe de la pureza de Cristo, quien es en Sí mismo la Pureza Increada. Jesús es castísimo, purísimo, limpidísimo, porque así es el Ser divino trinitario; entonces, quien se hace miembro del Cuerpo de Cristo por la gracia, no puede no imitar a Cristo en su pureza, en su castidad, en su ser inmaculado.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Todo en Cristo Dios es limpidísimo, porque todo su Acto de Ser divino trinitario es limpidísimo, purísimo, blanquísimo, castísimo y todo tiene que ser así para poder ser parte de Él por la gracia: el discípulo para amarlo, el contemplativo para mirarlo, el sepulcro para enterrarlo -el sepulcro de José de Arimatea era nuevo, ningún cadáver había sido sepultado antes allí-, la sábana para envolverle -de lino purísimo y finísimo-, su Madre para alojarlo en su seno y para criarlo -es la Madre de Dios, la que más participa de entre ángeles y santos de la pureza del Ser divino trinitario-; por esto mismo, quien quiera hacerse un solo cuerpo con Aquel que es la Pureza Increada, debe ser puro y casto en su cuerpo.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

La Persona Segunda de la Trinidad, Dios Hijo, asumió la naturaleza humana en la Encarnación, pero no quiso que fuera esta humanidad afectada por la impureza del pecado y por eso su humanidad, la humanidad de Jesús de Nazareth, fue desde su creación en el seno de la Virgen, Purísima y Limpidísima, Inmaculada, como corresponde a su Ser divino trinitario. Y así debe serlo, por la gracia santificante, por la pureza y la castidad del cuerpo, todo aquel que quiera vivir unido a Cristo Dios.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Tampoco quiso que el seno de la Mujer que habría de alojarlo en la Encarnación, estuviera mancillado por la mancha horrible y espantosa del pecado original y por eso determinó, desde toda la eternidad, que su Madre, Elegida desde la eternidad por la Trinidad, debía ser Purísima, Limpidísima, Inmaculada, libre también de la horrible mancha del pecado original. Entonces, a imitación de la Virgen Purísima y del Cordero Inmaculado, el cristiano no puede no vivir en estado de pureza en su alma por la gracia y en castidad y pureza en su cuerpo, si quiere ser fiel discípulo de los Sagrados Corazones de Jesús y María.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 569.


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