jueves, 20 de abril de 2023

Hora Santa por islamización forzada y encubierta de niños cristianos en Australia 200423

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario en reparación por la brutal islamización de niños cristianos, llevada a cabo de forma forzada y encubierta en Australia. Los niños cristianos, los que han recibido el Bautismo sacramental católico, son hijos adoptivos de Dios Uno y Trino y NO de Alá, por lo que islamizarlos es un claro intento de apropiarse de almas que le pertenecen a la Santísima Trinidad. Para mayores datos acerca de esta aberración, consultar el siguiente enlace:

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Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

La Sagrada Escritura nos revela que, por la gracia del Bautismo sacramental, nuestro cuerpo es “templo del Espíritu Santo” (1 Cor 3, 17); por esta razón, el cristiano debe luchar, en primer lugar, contra sí mismo y luego contra el mundo y el demonio, para mantener la pureza, tanto del alma, como la del cuerpo. La pureza del alma la concede la gracia y consiste, ante todo, en una fe limpia, pura, inmaculada -la Virgen Pura e Inmaculada es el modelo a seguir-, sin contaminación con errores, herejías, y mucho menos sacrilegios y blasfemias.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Ahora bien, a la pureza del alma se le debe agregar, de forma concomitante, la pureza del cuerpo. Dice así San Pedro Damián: “El alma del hombre no está a propósito para el don de la gracia divina, si no es que primero esté seca de todo humor de gusto carnal”. Y San Crisóstomo dice: “La vida impura extingue el espíritu”. Más claramente lo dice San Bruno: “Si no se apagare el fuego inferior, no podrá lucir el superior. La lujuria es el fuego interior; pero el superior, ¿qué otra cosa es sino la gracia del Espíritu Santo?”[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Para recibir a la Tercera Persona del Espíritu Santo, el alma debe estar en estado de gracia, porque es la única forma en que puede recibir al Divino Amor de modo digno. Pero también el cuerpo debe ser santo y no solo el alma; es decir, la santidad del cuerpo debe acompañar a la del espíritu y así como la santidad del alma es la gracia, así la santidad de la carne es la castidad y pureza, según nos enseñan los Padres de la Iglesia.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

El Apóstol dice a los cristianos que han recibido la gracia: “Sepa cada uno poseer el vaso de su cuerpo en santificación y honra, no con la pasión de su deseo, como lo hacen los gentiles, que no conocen a Dios” (1 Tes 4). Llama “santificación y honra del cuerpo” el guardarle puro y casto, así la castidad es la santidad de la carne y la honra del hombre[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

La razón por la que los cristianos se han de esmerar no solo en la santidad del alma, sino en la pureza del cuerpo, sin cometer ni aun los menores pecados en esta materia, la da el mismo Apóstol, que es hacerse con la gracia recibida. Escribiendo a los cristianos de Corinto dice: “¿No sabéis cómo vuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo que habita dentro de nosotros?” (1 Cor 3, 17). Y también otra vez: “¿No sabéis que sois templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno violare el templo de Dios, el mismo Dios le destruirá” (6, 19).

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 563.

[2] Cfr. 564.

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