miércoles, 26 de abril de 2023

Hora Santa en reparación por convención satánica masiva y pública en Boston, EE. UU. 280423

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el gravísimo ultraje y sacrilegio a la Santísima Trinidad, a Nuestro Señor Jesucristo y a María Santísima, que implica la adoración blasfema a Satanás, programada por la secta satánica “Templo Satánico” en Boston, a realizarse públicamente los días 28, 29 y 30 de abril de 2023. Nos unimos en la oración y en la adoración a la Arquidiócesis de Boston, que ha pedido que “asaltemos el cielo” (sic) en esos días, con oración de reparación. También pedimos por cristianos perseguidos por los satanistas, como la alcaldesa de Boston, quien inicialmente se opuso a la convención satánica, siendo duramente atacada por los seguidores de Satanás. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:

https://infovaticana.com/2023/04/11/la-archidiocesis-de-boston-arenga-a-sus-fieles-de-cara-a-la-convencion-satanica-que-tendra-lugar-en-la-ciudad-a-finales-de-abril/

Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Una imagen de la grandeza del cuerpo como “templo del Espíritu Santo”, nos la da el cuidado que Dios mismo puso en que el Templo y el Tabernáculo sean hermosos. Toda la materia con la que se habría de construir, quiso Dios que fuese elegida, limpia y preciosa: oro y plata, ricos brocados, hermosas telas, piedras preciosas, madera escogidísima, que era de Setin, muy estimada, incorruptible y limpísima y no contento con eso, aunque era madera tan pura y rica, la mandó a cubrir con oro[1]. Esto nos da una idea de la grandeza y magnificencia espiritual que la gracia santificante concede al cuerpo, para que sea templo del Espíritu Santo.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Además de esto, tuvo particular cuidado para que no hubiese en todo él ni una mancha y así, habiendo mandado hacer un candelero y velón con siete lámparas que ardiesen en él, ordenó que fuese todo de oro purísimo y para que no se manchase, ni cayese ni una gota de aceite en el suelo o alguna pavesa humease, lo previno con muchas vasijas y despabiladeras, todo con tanta curiosidad y aseo, que hasta los pábilos de las luces que se despabilaban quiso que se echasen en vasijas de oro purísimo y para mayor limpieza, quiso que aquel aceite fuese preparado con varios olores y aromas[2]. Todo esto que se lleva a cabo en el plano material, lo lleva a cabo la gracia santificante en el alma y en el cuerpo, dotándolos de una riqueza incomparablemente más grandiosa que cualquier riqueza material.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Para que no se ensuciase el Tabernáculo ni cayese en él un poco de polvo, mandó hacerle una y otra cubierta, para cuando estaba armado y después para cuando se deshacía: cada parte de él debía tener su cobertor para que no la pudiesen tocar con las manos. Toda la obra quiso que fuese tan prima y hermosa, que por sí mismo dio el Señor la traza, no sólo de palabra, sino después de haber instruido en ella al santo Moisés, le remitió el modelo y planta que de todo le mostró y para que se ejecutase mejor, infundió milagrosamente arte y ciencia de ello a algunos oficiales. Del mismo modo, el templo del Espíritu Santo que es el cuerpo, no debe estar mancillado con la más mínima mancha de pecado venial y para ello la gracia santificante lo purifica y lo santifica, concediéndole la hermosura inigualable de la santidad divina.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Ahora bien, si para depositar la Ley fue menester tanto aparato, riqueza, aseo y limpieza, para recibir y conservar la gracia, ¿qué pureza será necesaria? Dos tablas de la Ley fue menester que se guardasen en un arca riquísima de madera incorruptible y más precioso de todos: la gracia, guardarse en un cuerpo incorrupto y limpio, más precioso y puro que el oro. Toda esta lindeza y aseo tan limpio del Tabernáculo, nos dice cuán puro debe ser, aun en él al Espíritu Santo y que, para conservar su gracia, es menester mucha limpieza de cuerpo y alma[3].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

El cristiano, siendo templo del Espíritu Santo por la gracia santificante, debe conservar en su carne una pureza exquisita y grande, sin hacer pecado, aunque fuese el más pequeño en esta materia; cuán preciosa debe ser la castidad de su cuerpo, que es el templo del Dios Vivo. Por esto mismo, el cristiano debe aprender del rigor con que Dios mandó se guardase limpieza en todas las cosas que tocaban a aquel templo muerto, amenazando con pena capital de muerte, no solo a los que contaminasen los vasos del santuario, pero aun el tocarlos y el mirarlos descubiertos: de la misma manera, el cristiano debe conservar el estado de gracia santificante, para que el alma y el cuerpo sean dignos templos del Divino Amor, el Espíritu Santo.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 564.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 565.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 565.

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