Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación y sacrilegios cometidos contra la Santa Misa, por parte de una teóloga suiza. Una mujer JAMÁS podrá celebrar válidamente la Santa Misa, porque el sacerdocio ministerial, por disposición divina, está reservada sólo al varón y NUNCA a la mujer. Para mayor información acerca de este atentado contra la Santa Misa, consultar el siguiente enlace:
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
El
momento inmediatamente consecuente a la Comunión, es el tiempo más adecuado
para glorificar a Dios con el alma y el cuerpo, tal como lo piden las Sagradas
Escrituras: “Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo” (1 Co 6,
20) y el motivo es que el Rey de los cielos, Cristo Dios, ingresa en el alma,
concediéndole el honor más grande que un ser humano pueda recibir en esta
tierra, la Presencia de Dios Hijo encarnado[1]. Por esta razón, es penoso
constatar la ligereza con la que un gran número de católicos, incluidos
sacerdotes y religiosos, comulgan, puesto que no dedican ni siquiera segundos
para hacer la acción de gracias a tan grande don concedido por la Santísima Trinidad.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Los
santos nos dan ejemplo de cómo dar gracias por el don inmerecido de la Sagrada
Comunión: San Felipe Neri hacía acompañar de dos monaguillos con velas encendidas
al que salía de la Iglesia apenas acabado de comulgar[2]. Aun entre los humanos,
aunque sea por un mínimo de educación, cuando se recibe un huésped, uno se
interesa y conversa con él y no lo hace ingresar a su casa para dejarlo luego
solo; ahora bien, si este huésped es nada menos que la Segunda Persona de la
Trinidad, encarnada y que prolonga su encarnación en la Eucaristía, nos debería
doler que su Presencia pase totalmente inadvertida, como sucede en la casi
totalidad de las Comuniones hechas por los católicos, con honrosas excepciones.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
San
José Cottolengo supervisaba personalmente la confección de las formas para la
Misa y ordenaba a la Hermana encargada de hacerlas: “Para mí, las formas
hágalas gruesas porque necesito entretenerme un rato con Jesús y no quiero que
las sagradas especies se descompongan pronto”. A su vez, San Alfonso María de Ligorio
llenaba el cáliz de vino hasta el borde, casi a punto de rebalsar, porque afirmaba
que deseaba tener más tiempo en su cuerpo a Jesús[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Santa
Teresa de Jesús afirma que en cada Comunión Jesús “devuelve el céntuplo del
recibimiento que se le hace”. Ahora bien, esto es verdad, pero también es
verdad que seremos responsables al céntuplo de nuestra falta de recepción a Jesús
Eucaristía, o de una recepción fría, distante, mecánica, desagradecida. Al respecto,
un compañero del Padre Pío de Pietralcina contó que un día fue a confesarse con
el santo Padre Pío acusándose, entre otras cosas, de que había omitido la
acción de gracias en la Santa Misa por causa de una obligación de su ministerio.
El Padre Pío, benévolo cuando escuchaba las otras faltas, se puso muy serio
cuando oyó esta y con el rostro sombrío, dijo con voz firme: “Tengamos cuidado
de que el no-poder no sea el no-querer. ¡La acción de gracias la debes hacer
siempre, si no lo pagarás caro!”[4].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
También
con relación a la acción de gracias por la Sagrada Comunión, el Beato Contardo
Ferrini tenía en tanto la preparación y la acción de gracias de la Comunión,
que cada día señalaba los puntos de reflexión sobre los que luego se detenía
absorto y feliz. Por último, si hay alguien que nos pueda servir de ejemplo de
acción de gracias por la Sagrada Comunión, esa la Madre de Dios, la Santísima
Virgen María, ya que nadie como Ella conoce y ama perfectamente la Divinidad de
Jesús -Él es la Segunda Persona de la Trinidad encarnada, que prolonga su
Encarnación en la Eucaristía- y por su santidad y plenitud de gracia, la adora
perfectamente, la ama perfectamente[5]. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, enséñanos a adorar a tu Hijo Jesús en la Sagrada Eucaristía,
uniéndonos a tu Inmaculado Corazón en el momento de la Comunión!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario