Inicio:
el ser humano debe aprender que “con Dios no se juega” y que “de Dios nadie se
burla”. Precisamente esto es lo que hicieron partidarios peronistas y
kirchneristas en la Basílica de Luján, al convertir lo más sagrado del
catolicismo, la Santa Misa, en un detestable acto partidario. Lo repetimos, “con
Dios no se juega” y “de Dios nadie se burla”. Lo aprenderán, tarde o temprano,
por las buenas o por las malas, así como aprendió Satanás y lo sigue aprendiendo
en el Infierno, para siempre. Para mayores datos acerca del blasfemo acto perpetrado
en la Basílica de Luján, consultar el siguiente enlace:
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
San
Cirilo de Alejandría, Padre de la Iglesia, se vale de tres imágenes para ilustrar
la fusión de amor con Jesús en la Santa Comunión (se sobreentiende que es para
quien comulga en estado de gracia y no en pecado mortal9: “El que comulga está
santificado, divinizado en su cuerpo y en su alma a la manera del agua que,
puesta sobre el fuego, hierve… La Comunión actúa como la levadura, que metida
dentro de la masa de harina la fermenta toda… De la misma manera que calentando
juntos dos pedazos de cera, la cera de ambos se convertirá en una sola masa de
cera, así creo yo que quien se alimenta de la Carne y de la Sangre de Jesús,
queda fundida de la misma forma con Él y se encuentra que está él en Cristo y
Cristo en él”[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Por
este mismo motivo, Santa Gema hablaba con asombro de la unión eucarística entre
“Jesús todo y Gema nada” y exclamaba extasiada: “¡Cuánta dulzura, Jesús, en la Comunión!
Quiero vivir abrazada contigo, contigo abrazada quiero morir”. Y el Beato
Contardo Ferrini escribía: “¡La Comunión! ¡Oh, dulces caricias del Creador con
la creatura! ¡Oh, inefable elevación del espíritu humano! ¿Qué cosa tiene el
mundo que se pueda comparar con estas alegrías purísimas del Cielo, con estas muestras
de la gloria eterna?”[2].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Ahora
bien, los Santos nos enseñan que la Comunión tiene también un valor trinitario.
Un día, Santa María Magdalena de Pazzi, después de la Comunión, arrodillada
entre las novicias, con los brazos en cruz, alzó los ojos al cielo y dijo: “Hermanas,
si comprendiéramos que el tiempo que duran en nosotros las especies
eucarísticas, Jesús está presente y actúa en nosotros inseparablemente con el
Padre y el Espíritu Santo y que, por tanto, es toda la Trinidad Santísima…”, y
no pudo terminar de hablar porque fue arrebatada en un éxtasis sublime. ¡Nuestra
Señora de la Eucaristía, ayúdanos a desprendernos de los falsos atractivos del
mundo, para así poder unirnos al Amor de los amores, tu Hijo Jesús en la Eucaristía!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Los
santos, cuando podían, no ponían límite al tiempo de la acción de gracias, que
llegaba a durar más de una hora. Santa Teresa de Jesús recomendaba a sus hijas:
“Entretengámonos cariñosamente con Jesús y no perdamos la hora que sigue a la
Comunión: es un tiempo excelente para tratar con Dios y para presentarle los
intereses de nuestra alma… Porque sabemos que Jesús bueno se queda con nosotros
hasta que el calor natural haya consumido los accidentes del pan, debemos tener
gran cuidado en no perder tan bella ocasión de tratar con Él y presentarle lo
que necesitamos”[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Todos
los santos, absolutamente todos, se santificaron por la Eucaristía. Casi todos,
caían con frecuencia en éxtasis de amor, luego de comulgar; por ejemplo, San
Francisco de Asís, Santa Juliana Falconieri, Santa Catalina, San Pascual Baylón,
Santa Verónica, San José de Cupertino, Santa Gema y muchos más. Probablemente no
nos suceda a nosotros en ningún momento, pero no por eso debemos dejar de
adorar a Jesús Eucaristía y pedirle a la Virgen que nos conceda el Amor de su
Inmaculado Corazón al comulgar, para amarlo con el mismo amor con el que Ella
lo ama.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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