sábado, 15 de febrero de 2020

Hora Santa en reparación por misa negra en Norfolk, EE. UU. 230120





Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por una misa negra satánica que pretende ser llevada a cabo por una secta satánica en Norfolk, EE. UU. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

En lo que se refiere a las visitas al Santísimo Sacramento del altar -Jesús Eucaristía Presente en Persona en la Hostia consagrada-, a menudo solemos conformarnos con una visita al día o incluso a la semana. Esto es porque no dimensionamos el valor sobrenatural de la Presencia de Jesús en la Eucaristía, como sí lo hacían en cambio los santos. Es por esta razón que San Francisco de Sales decía: “¡Cien mil veces al día deberíamos visitar a Jesús en el Santísimo Sacramento!”[1]. Es decir, para los santos no bastan una o dos visitas al día, sino ¡cien mil veces!

Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

Los santos también nos enseñan no solo a apreciar la Presencia física de Jesús en la Eucaristía, sino también a amar esa Presencia. Es por esto que debemos aprender de los santos a amar también nosotros las Visitas a Jesús Eucarístico. Debemos acudir a Él, pasando el tiempo hablando con Él, así como se habla con un padre, con un hermano, con un amigo. Debemos hablar con Él con afecto, con amor, acerca de todo lo que sucede en nuestras vidas, de lo que nos preocupa y también de lo que nos alegra. El Santo Cura de Ars decía: “Cuando hablamos a Jesús con sencillez y con todo el corazón, Él hace como una madre que tiene entre sus brazos la cabeza de su hijo para cubrirla de besos y de caricias”.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

Si no sabemos hacer las Visitas con el coloquio personal, procuremos de conseguir el maravilloso libro de San Alfonso María de Ligorio, “Visitas al Santísimo y a María Santísima. El libro es de tal valor que era recomendado por el Padre Pío de Pietralcina, quien solía leerlo todas las tardes ante Jesús en la custodia, antes de la Bendición Eucarística[2]. Y si el Padre Pío lo leía y lo recomendaba, ¡es que tiene toda la garantía del mundo de ser un magnífico libro para adoradores!

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

Es verdad que debemos imitar a los santos, por lo que deberíamos, al menos en teoría, hacer ¡cien mil visitas al día! a Jesús Eucaristía, tal como lo dice San Francisco de Sales. Sin embargo, para empezar, basta con que hagamos el propósito de realizar al menos una vez al día una visita a Jesús que nos espera con gran amor. San Juan Bosco recomienda: “No omitáis nunca la Visita diaria al Santísimo Sacramento, aunque sea brevísima, pero constante”[3].

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

Visitemos entonces a Jesús con frecuencia, con constancia, al menos una vez al día, el tiempo que seamos capaces y el tiempo que podamos hacerlo sin descuidar nuestro deber de estado. Y, además, tratemos de aumentarlas todo lo que podamos, en tiempo y en frecuencia[4]. Y si no tuviéramos tiempo para hacer una visita larga, hagamos las “Visitas pequeñas”, o sea, entremos en la iglesia cada vez que podamos, arrodillémonos ante el sagrario y estemos unos instantes ante el Santísimo Sacramento, diciendo con amor: “Jesús, Dios de la Eucaristía; yo creo, espero, te adoro y te amo, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.




[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios Escogidos de Autores Católicos, Madrid 2006, 110.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 110.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 110.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 111.

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