jueves, 3 de octubre de 2019

Hora Santa en acción de gracias por el don del sacerdocio ministerial a la Iglesia 031019



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en acción de gracias por el don celestial que significa el sacerdocio ministerial para la Iglesia.


         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         ¿Puede un hombre, aun siendo pobre, ser señor de todas las cosas creadas? La respuesta es afirmativa, según lo sostienen algunos autores. En efecto, estos dicen que “así como una doncella, cuando se casa con el rey, es señora también y reina de todas sus provincias y cosas, así también el alma en gracia, desposada místicamente con su Divino Esposo, Dios, es sublimada y elevada al señorío de todas las cosas creadas”[1]. Así continúa un autor: “(la gracia) sublima al que la tiene a la monarquía del mundo y señorío de todas las cosas”[2]. Es decir, la gracia hace al alma esposa de Dios y por eso mismo pasa a tener el señorío por encima de todas las cosas que Dios tiene.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

         Segundo Misterio.

         Meditación.

         Al alma en gracia se le concede el principado sobre el mundo, siendo el señorío de mayor gloria y excelencia que el que tienen los reyes y emperadores en sus provincias, cuyos dominios políticos no impiden el señorío excelentísimo y universal de los justos, como tampoco impiden al señorío de Cristo y de su Madre sobre todas las cosas[3]. Y así como Cristo nuestro Redentor es Rey de todo el universo verdaderísimamente, así también los que están en gracia tienen un principado muy excelente de todas las cosas, que es por la excelencia y dignidad de la gracia.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

         Tercer Misterio.

         Meditación.

         Un autor, Gerson, afirma lo siguiente, acerca del señorío que tiene el alma en gracia sobre todas las cosas: “El señorío que nace del título de estar en gracia es más hermoso, más fecundo, más divino que aquel que nace de derecho civil o de justicia política (…) El principado monárquico que nace del título de estar en gracia fue restituido por la Pasión de Cristo más extendida y copiosamente que fue antes del pecado (original)”[4]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca, por el pecado, nos quedemos sin el señorío que nos concede la gracia por sobre todas las cosas!

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

         Cuarto Misterio.

         Meditación.

         El pecador, en su inconciencia –dice un autor-, arroja lejos de sí el título de la gracia, excelentísimo y provechosísimo, el cual, en teniéndole, se nos ponen en las manos todas las cosas”. Esto significa que cuando el alma está en gracia es señora de todas las cosas, mientras que cuando está en pecado, se encuentra con las manos vacías, tal es la consecuencia de la falsa promesa con el que atrae el pecado.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

         Quinto Misterio.

         Meditación.

         El mismo autor, Gerson, continúa: “¿Qué cosa más admirable, qué cosa más gustosa se puede oír, que saber que cualquier fiel que está en gracia es, como Cristo, monarca de todas las cosas? Abrid los oídos, hermanos muy amados; alégrese vuestro rostro, serénense vuestros ojos, todo afecto del corazón se alboroce, resuenen acciones de gracias; la boca, la lengua, el entendimiento, el sentido, porque al cristiano (en gracia) se le entregan todas las cosas en sus manos”[5].

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del Cielo”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 246.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 246.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 247.
[4] Col. 585, post. med.
[5] Cfr. Gerson, o. c.; cit. en Nieremberg, Aprecio, 248.

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