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Inicio:
ofrecemos esta Hora
Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los ataques
cometidos contra la Iglesia Católica en Indonesia. Una información más
detallada acerca de este lamentable suceso se encuentra en el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación
La Escritura enseña que “Dios es Amor”[1]:
en consecuencia, siendo Él todo Amor y puro Amor, sólo puede amar a sus creaturas, de modo especial al hombre,
creado por Él “a su imagen y semejanza”. De esta manera, la relación de Dios
para con el hombre –para con todo hombre- está caracterizada por el Amor, es
decir, Dios no puede dirigirse al hombre si no e por Amor. Ahora bien, si esto
es verdad, es también verdad que Dios tiene, para los que viven en gracia, “un
amor excesivo”, según un autor[2]. Esto
sucede cuando Dios pone en la creatura una cosa divina que la hermosea y
levanta del ser natural y la hace agradabilísima a su Creador, de manera que Dios
comienza a amar al alma en gracia con Amor de verdadero amante y finísimo
amigo.
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
El hombre a quien Dios ama es nada de suyo –“nada más pecado”,
según los santos-, pero por la gracia, es mucho y a tal punto es mucho, que
merece ser engrandecido por Dios con su Amor. Es decir, el hombre es nada en su
corazón, pero es muchísimo en el corazón de Dios si tiene gracia y digno de que
Dios ponga en él su Amor. Dice San Bernardo: “Respiremos, hermanos míos, que
aunque en nuestros corazones somos nada, sin embargo en el corazón de Dios
podrá estar secreta otra cosa” y esta “otra cosa” es la gracia, la cual hace
que el hombre pase a ser, de nada que era, a “tesoro de Dios” y por lo tanto,
amigo suyo[3].
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación
Quien está en gracia es un divino tesoro y es amigo de Dios porque,
según el Eclesiástico[4], “el
amigo es un tesoro que se halla” y así el que está en gracia, como amigo de
Dios, es tesoro de Dios, porque en él pone su Amor y con el Amor sus riquezas y
dones y su propia divinidad. De manera que por la gracia, se cumple en el mismo
Dios lo que dice la Escritura, donde esté tu tesoro ahí estará tu corazón, porque
el alma en gracia se vuelve tesoro para Dios y es ahí, en su tesoro, en donde
Dios pone su infinito Amor. ¡Cuán
precioso es el tesoro de la gracia, que convierte nuestra nada y pecado en un
tesoro para Dios!
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación
Afirma
un autor[5] que
“gran cosa es la gracia, pues así tira del corazón de Dios. Gran cosa es, pues
ocupa su amor inmenso, un amor abrasado”. Dice San Dionisio que el Amor de Dios
es un amor extático que le hace como salir de Sí; es un Amor que lleva su
Espíritu divino tras sus amigos; es un Amor insuperable; es un Amor inseparable;
es un Amor insaciable. No hay, en este Amor divino, nada del verdadero Amor que
en él no esté comprendido y este Amor es el que Dios tiene a los que están en
gracia. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía,
que nunca perdamos la gracia, porque perder la gracia es perderlo todo, es
perder al Amor de Dios!
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación
Un
autor, Ricardo Victorino[6],
afirma que los extremos de una caridad ardiente, violenta y excesiva se
encuentran en el Amor que Dios tiene por un alma en gracia, a la cual hizo
hermosa y amable la divina gracia: “El primer grado de violencia es cuando el
alma no puede resistir a su deseo; el segundo, cuando no le puede olvidar; el
tercero, cuando no le puede dar gusto otra cosa; el cuarto y último, cuando no
se puede satisfacer a sí misma (…) ¡Cuán grande es la excelencia del Amor, que vence
toda otra pasión! ¡Cuán grande es la vehemencia de afecto, que no deja
descansar al alma! ¡Cuán grande es la violencia de caridad, que destierra de sí
violentamente todo otro afecto! ¡Cuán grande es la sobreeminencia de la
emulación y celo amoroso, a que nada le basta!”.
Un
Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de
los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] 1 Jn 4, 8.
[2] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 192.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 193.
[4] Cap. 6.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 193.
[6] Libell. De grad. violent. charit.
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