sábado, 6 de julio de 2019

Hora Santa en acción de gracias por la filiación divina 060719



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en acción de gracias por el don inmenso e inmerecido de la filiación divina, recibido en el Bautismo Sacramental.

         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         Afirma un autor[1] que a la hora de conceder bienes a los que están en gracia, Dios Trino no escatima esfuerzos: en efecto, precisamente para los que están en gracia, la caridad de Dios, que es omnipotente, sacó al Hijo y Verbo Eterno del seno del Padre. Con esto, el Amor de Dios no sólo venció las maldades y miserias humanas, sino que triunfó de la justicia y majestad divina. Así dice Basilio Seleuciense[2]: “Tal es la naturaleza de la Divinidad, que siendo así que vence en virtud, es vencida del amor de los hombres”. Ricardo San Victorino, admirado de esto, exclama[3]: “¡Oh insuperable virtud de la caridad, que venciste al que es insuperable y Aquel a quien están sujetas las cosas, le hiciste en cierta manera sujeto a todas las cosas, cuando vencido de amor se humilló Dios Altísimo tomando forma de siervo!”.

         Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Que el Amor tenga una fuerza omnipotente, incluso sobre el mismo Dios, se lo confesó el Señor al alma santa, cuando le dijo[4]: “Hermosa eres, amiga mía, suave y agraciada como Jerusalén, terrible como un ejército bien ordenado en sus reales; aparta tus ojos de mí, porque ellos me han hecho volar; esto es, como salir de mí”. Es decir, llama “terrible como ejército” a la hermosura del alma que está en gracia y así es amiga de Dios por la fuerza que por ella le hace su amor, a que se da por vencido. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca dejemos de lado la hermosura de la gracia, que atrae el Amor de Dios a nuestras almas con la fuerza misma de Dios!

          Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

Debido al infinito y potentísimo amor que Dios siente por el alma en gracia, Dios “le pide al alma que recoja sus ojos purísimos, que fomentaban la vehemencia de su afecto amoroso, para que no desmaye o arrobe, volando el alma del cuerpo”[5]. Por esto dijo San Dionisio[6] que por el amor salía Dios como de sí para habitar en sus amados; y por lo mismo llama a su infinita caridad virtud extática. Otro autor dice que, siendo Dios infinito, cuando ama a la creatura finita se sale en cierto modo de su infinidad, vencido de su potentísima caridad. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre deseemos estar en gracia, para atraer sobre nosotros el infinito y potentísimo Amor de Dios Trino!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

Afirma un autor[7] que “toda la fuerza del Divino Amor está en su punto para los que están en gracia y son sus fieles amigos, porque a las demás cosas no ama con la fineza de verdadera amistad. A los que están en gracia, sí; a éstos ama Dios como amigo fino que, llevado de su inmenso amor, como saliendo de Sí, se comunica a ellos infundiéndoles su Divino Espíritu, para que habite en los justos, y con el Espíritu Santo toda la Divinidad y, por consiguiente, todas estas tres Divinas Personas. Y es imposible que, una vez dada al hombre la gracia y el Espíritu Santo, deje de amarle Dios, sino que se rinde la Majestad divina a su amor, para que ame como amigo a quien con sus divinos dones hizo tan amable. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre vivamos en gracia, para que el Amor infinito de Dios esté en nuestras almas y no se vaya nunca de ellas!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

Comparando el amor que puede dar la creatura humana con el Amor que brinda Dios, dice un autor[8]: “El amor que Dios tiene al alma en gracia excede a todo otro amor que Él pueda tener por sus creaturas y esto porque todo lo que puede hacer otro amor es salir de sí el que ama, pasándose con sólo el afecto en el amado, estando en él, no por presencia real, sino sólo por la memoria que le fijó en su afición. Por lo cual dice San Agustín que la mitad del alma de quien ama está en el amigo. Pero este éxtasis del amor creada es imperfecto y falto, por la imperfección del amante; pero Dios, como es infinitamente perfecto, así es perfectísimo amante y amigo de sus amigos; y así su amor es perfectísimamente extático, que quedándose en Sí, se pasa e infunde en los que ama, no sólo por afecto, sino también por su propia substancia; no sólo la mitad de su Espíritu, sino todo entero su Divino Espíritu está en el que está en gracia, por ser amigo suyo. De manera que lo que no puede otro amor, puede el amor de Dios omnipotente, que es insuperable de todas maneras, pues que nada le puede vencer y él vence a todo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 195.
[2] Orat., 4 in Genes.
[3] De Grad. Charit., cap. 9; V. del Río, in Cant. 6, versículo 4.
[4] Cant., 6.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 196.
[6] De Div. Nom., cap. 4.
[7] Cfr. Nieremberg, ibidem, 196.
[8] Cfr. Nieremberg, ibidem, 197.

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