viernes, 21 de junio de 2019

Hora Santa en reparación por el paganismo y la brujería de la Nueva Era 210619



         Inicio: La práctica de la brujería, de la wicca, del ocultismo y de toda clase de ocultismo, implica siempre la ofensa a Dios Uno y Trino, el Único Dios Verdadero que debe ser adorado, e implica también la ofensa del Verbo Encarnado, que es el Único Salvador e implica también la ofensa a la Madre de Dios, la Virgen Santísima, por lo que su práctica pública debe ser públicamente reparada por los cristianos y ésta es la razón de esta Hora Santa. En el siguiente enlace se puede constatar cómo la práctica de esta ofensa a Dios que es la brujería, está avanzando a grandes pasos:


         Canto inicial: “Adorote devote, latens Deitas”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

La gracia santificante es un bien tan inmensamente grande, que no alcanzarán las eternidades de eternidades para agradecer a la Trinidad por tan enorme don[1]. Su grandeza se resalta cuando se considera qué es el hombre, a quien Dios dio la gracia y para el cual la consiguió al altísimo precio del don de su vida en la Cruz: el hombre es “nada más pecado”, según lo afirman los santos. En efecto, siendo el hombre no solo “nada”, sino “nada más pecado”, quiso Dios Hijo sin embargo encarnarse para cumplir la voluntad de Dios Padre de donar a Dios Espíritu Santo, el Santificador y el Dador de la gracia santificante.

Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Según afirman los santos, no hay nada en el hombre –nada- que justifique Dios dé la gracia al hombre, convirtiéndolo en amigo suyo. Al respecto, dice San Bernardo[2]: “Sin duda alguna, una semejanza de vanidad es el hombre; reducido a nada es el hombre; nada es el hombre”. Alguien podría objetar: pero, ¿cómo es totalmente nada, a quien Dios magnifica (con la gracia)? ¿Cómo es nada aquel en quien pone su Corazón divino? A lo que se responde: porque nada es de sí, pero por la gracia es mucho, que merece que Dios le engrandezca con su amor. En otras palabras, nada debe ser en su corazón, pero en el Corazón de Dios muchísimo es, si tiene gracia, y digno de que en él ponga su amor.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         Porque el hombre por la gracia deja de ser nada para ser agradable a Dios, es que San Bernardo dice: “Respiremos, hermanos míos, que aunque en nuestros corazones somos nada, pero en el Corazón de Dios podrá estar secreta otra cosa”: que es el darnos la gracia, que nos hace sus amigos, sus hijos adoptivos y herederos del Reino.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

Continúa San Bernardo, dirigiéndose primero a Dios: “¡Oh Padre de misericordia! ¡Oh Padre de miserables! ¿Para qué pones en ellos tu corazón?”. Y responde a su pregunta: “Bien sé la causa, bien la sé. Porque adonde está tu tesoro, allí está tu corazón. Pues, ¿cómo hemos de ser nada, si somos su tesoro?”. San Bernardo da la razón de porqué recibimos la gracia: porque así Dios se verá “obligado”, por así decirlo, llevado por su Amor Misericordioso, a poner su Divino Corazón en nosotros, cuando estamos en gracia y dejamos de ser nada, para ser sus tesoros, cumpliéndose así en Dios mismo el dicho de Dios Hijo: “Donde esté tu tesoro, estará tu corazón”.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

Por estas razones, quien está en gracia es, para Dios, un “divino tesoro” y es amigo de Dios, ya que Dios pone su Corazón en él y así el hombre, de ser “nada más pecado”, se convierte, por la gracia, en tesoro en donde Dios pone su Corazón. Esto es así, según las Escrituras[3]: “el amigo es un tesoro que se halla”; y así el que está en gracia, como amigo de Dios, es tesoro de Dios, porque en él pone su amor y con el amor sus riquezas y dones y su misma divinidad.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 192.
[2] Serm. 5, in Ded. Eccl.
[3] Eclo 6.

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