martes, 30 de julio de 2019

Hora Santa en reparación por los que practican el ocultismo 270719



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por todos los que practican el ocultismo y toda forma de satanismo y de las llamadas “ciencias ocultas”. Recordemos que esta práctica no tiene nada de inocua ni inocente, pues implica siempre la ofensa directa a Dios Uno y Trino, a su Mesías Cristo y a la Madre de Dios, por lo que su reparación es siempre actual, urgente y necesaria.

         Canto inicial: “Tantum ergo, sacramentum”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         En el Cantar de los Cantares se celebra –afirma un autor- la belleza de un alma en gracia[1]. Ahora  bien, cuánta sea esta hermosura, no puede ser ni siquiera imaginado ni tampoco siquiera ser pensado por la creatura, porque si la belleza de un alma al estado natural, sin pecado, es algo inimaginablemente más hermoso que la más grande hermosura de todos los cuerpos juntos, ¿qué será esta misma alma, en su belleza, cuando esté adornada por la hermosura de la gracia divina?

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Un autor, Blosio[2], dice: “Es tan grande la belleza y la hermosura del alma racional, mientras no estuviera afeada por las manchas del pecado, que si la pudieras ver claramente, no sabrías dónde estás –si en el cielo o en la tierra, N. del R.-, de puro gozo que tuvieras”. Es decir, quien contemplara a un alma sin pecado en su hermosura, dada por la gracia, que le parecería más bien estar no en la tierra sino en el cielo, en la gloria de Dios y le parecería estar venerando a una imagen viviente de Dios.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         Afirma un autor[3] que a Santa Catalina de Siena Dios le hizo el favor de poder ver un alma en gracia y que cuando sólo pensaba en ella, quedaba suspendida y enajenada de los sentidos, al meditar en cuán grande era la hermosura que daba la gracia. Por esto la santa decía a su confesor: “¡Oh Padre, si vieras la belleza y hermosura de un alma en gracia, no dudo sino que por una sola te pusieras a morir muchas muertes!”. Ahora bien, si la hermosura de la gracia ajena –y de una sola- merece que se den por ella mil vidas y más todavía, ¿cuánto más se debe dar una vida por conservar la propia? ¡Y cuán lastimosa cosa es, que por no negarse un gusto la pierdan los hombres y se conviertan así en monstruos infernales!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

         Se narra que Santa Catalina de Siena, cuando veía a algún predicador que se empeñaba en convertir a los pecadores, besaba con devoción el suelo que habían pisado sus pies[4]. Cuando le preguntaban la causa por la que hacía esto, contestaba que era porque Dios le había dado a entender la hermosura de un alma en gracia y que por eso estaba abrasada en deseos de que todas las almas del mundo resplandeciesen con esta divina belleza y por esto también tenía por bienaventurados a los que se ocupaban en sacar alma del pecado y restituirlas a la gracia.

         Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

San Juan Evangelista tuvo el privilegio de ver un ángel de Dios[5], es decir, uno de los ángeles fieles y por lo tanto revestido de la gracia y fue tal el impacto que su hermosura le causó, que se postró ante sus pies y se dispuso a adorarlo, cosa que habría hecho si el mismo ángel no se lo hubiera impedido enérgicamente. Así y todo, pudo soportar tan celestial hermosura por un especial auxilio del cielo. Entonces, si los ojos corporales no puede soportar el ver la reflexión de la imagen del sol que reverbera de un espejo, tampoco pueden las fuerzas naturales del entendimiento humano soportar la hermosura y resplandor de la imagen de Dios, que reverbera en el que está en gracia, como desde un cristalino espejo.

          Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.




[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 204.
[2] Spec., cap. 3.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 205.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 206.
[5] Ap. 6.

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