sábado, 1 de junio de 2019

Hora Santa en reparación por profanación de Nuestra Señora de Czestochowa con los colores LGTBI en Polonia 070519



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de la imagen de Nuestra Señora de Czestochowa por parte de una activista LGTBI, la cual pintó las aureolas de la Virgen y del Niño Dios con los colores del arco iris. La información completa sobre tan lamentable suceso se encuentra en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

Sucede entre los seres humanos que, cuando se quieren realizar grandes obras, ya sea de arquitectura, de ingeniería, o de cualquier arte o ciencia, se necesita el concurso de innumerables y afamados hombres expertos en tales temas; además, se necesitan ingentes sumas de dinero, como así también el esfuerzo de centenares y de miles de hombres. Sin embargo, Dios, para realizar la obra más grande que jamás pueda haber realizado, que supera en grandeza y magnificencia a la creación del universo visible e invisible, esto es, la Santa Misa, no necesita más que un hombre –pecador-, el sacerdote ministerial, al cual hace partícipe de su omnipotencia, concediéndole la facultad de realizar el Milagro de los milagros, la Transubstanciación, la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor.

Silencio.  

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

Para la confección del Santísimo Sacramento del altar, la obra más grandiosa y magnífica dentro de las obras grandiosas y magníficas de Dios, no es necesario, como sucede para las grandes obras entre los humanos, ni innumerables hombres de ciencia y de arte, ni que tampoco “trabajen ni suden” otros tantos innumerables hombres. En efecto, para la realización del Santísimo Sacramento del altar, la Sagrada Eucaristía, sólo necesita Dios de un hombre, frágil y pecador, al cual le ha concedido ser partícipe en el Sacerdocio Sumo y Eterno de Dios Hijo, Jesucristo, para poder llevarla a cabo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que la simpleza y facilidad con que se confecciona la Eucaristía no nos prive de asombrarnos y maravillarnos acerca del portento admirable que significa la Presencia real, verdadera y substancial del Hombre-Dios en la Hostia consagrada!

Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

Para realizar la obra más grande que jamás puedan contemplar los cielos y la tierra, la Eucaristía, Dios no necesita, además del sacerdote ministerial, más que de unas cuantas pocas palabras pronunciadas por el sacerdote ministerial, para obrar el prodigio más espectacular que pueda existir en cielos y tierra[1]. Si un hombre pudiera resucitar muertos, o mover montañas, o desplazar al océano, con su sola palabra, esto sería motivo de gran admiración. Si esto es así, ¿por qué entonces no nos admiramos de algo que implica la puesta en acto de una potencia que sólo puede pertenecer a Dios, como lo es la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor?

Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

Para quien comulga en estado de gracia, la comunión eucarística supone, ante todo, un aumento de gracia habitual[2]. Esto sucede en aquel que recibe el Santísimo Sacramento del altar dignamente, y se traduce en un fortalecimiento del alma, en un refuerzo de todas las virtudes, en la extinción de malos hábitos, en el aumento de la castidad y pureza del cuerpo y también en un aumento de la pureza del alma, que es el fortalecimiento en la fe verdaderamente católica en la Eucaristía, esto es, la Presencia en Persona del Hijo de Dios en la Hostia consagrada.

 Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

La comunión en estado de gracia tiene también otro efecto, admirabilísimo y de gran provecho para el alma, y es la unión del alma con Cristo, lo cual hace que el alma no sólo sea un solo espíritu con el Espíritu de Dios, sino que “a la misma carne la hace carne de Cristo, uniéndola a la carne del mismo Cristo y dicen los Padres que esto se hace de tal manera que es una unión real, por lo que se hacen una carne –el alma que comulga y Cristo- y es la razón por la cual, por ser la carne del que comulga una con la de Cristo, habrá de resucitar y habrá de revestirse con los dotes de la misma gloria de Cristo y esto aun cuando todos los demás hombres no resucitasen”[3]. Es decir, mientras que con los alimentos terrenos éstos se convierten en el organismo del que los consume, con el alimento celestial, la Sagrada Eucaristía, sucede que es la Eucaristía la que convierte en sí al que la consume. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre nos postremos en acción de gracias por tan inmenso don, la Eucaristía, que nos convierte en Cristo cuando comulgamos en gracia!

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “El Ángel vino de los cielos”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 178.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 179.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 179.

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