miércoles, 5 de junio de 2019

Hora Santa en acción de gracias por el Santo Sacrificio de la Cruz



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en acción de gracias por el Santo Sacrificio de la Cruz, sacrificio por el cual, Nuestro Señor Jesucristo, derramó su Sangre y entregó su Cuerpo y su Vida en el Calvario, para quitarnos el pecado original y por su gracia, concedernos la filiación divina, adoptándonos como hijos de Dios y haciéndonos herederos del Reino de los cielos.

         Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         En el Sacramento de la Eucaristía, afirma un autor[1], se encuentran compendiadas todas las maravillas de Dios. Una de ellas, es la Creación, porque para la realización de este admirable sacramento es necesaria una potencia superior a la utilizada en la creación de los universos visibles e invisibles. Es un gran poder, dice este autor, crear de la nada y reducir a la nada, como sucede en la Creación: pues bien, en la Eucaristía, por la transubstanciación, se destruyen las substancias del pan y del vino y se crean, de la nada, la substancia del Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús.

         Silencio.  

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Otra maravilla –afirma un autor[2]- que se produce en este sacramento es que “el alma de Cristo se pone en el Sacramento con tan poderosa acción como fue su creación y lo mismo se ha de decir de la acción con que se pone allí la unión hipostática; la cual, si no estuviera en el mundo se produjera de nuevo por aquella acción con que se pone presente en el Santísimo Sacramento”[3]. Es decir, en la Eucaristía se encuentra el Alma Santísima de Cristo, con toda su vitalidad y su gloria, con la misma vitalidad y gloria con la cual fue creada y también se encuentra unida a la Persona divina del Verbo del mismo modo a como se encontró unida en el momento de su creación, a la Persona divina del Verbo en la Encarnación.

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         Precisamente, la Encarnación también se encuentra presente en este Sacramento, “porque así como por la Encarnación la divinidad invisible está unida a la carne visible de Cristo, así aquí la carne de Cristo está unida a las especies sacramentales visibles”[4]. Allí –en la Encarnación- todo el Verbo eterno está unido a todas las partes de la humanidad; aquí –en el Sacramento- todo Cristo está unido a cada parte de las especies. En la Encarnación está sin lesión la divinidad, aunque estuviese maltratada la humanidad, como sucedió en la Pasión; aquí, en el Sacramento, si se parte la Hostia, Cristo permanece intacto, sin lesión.

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

         De la unión del Verbo y la humanidad resultó en la Encarnación un solo Cristo; de la unión de Cristo y las especies resulta un solo Sacramento[5]. En la Encarnación, y por la comunión de idiomas y por causa de la unión personal, se dice que Dios es azotado, coronado de espinas, crucificado y muerto, sin padecer por esto la divinidad; en el Sacramento se dice también que se come la carne de Cristo y se bebe su sangre y se toca su cuerpo y se ve y se parte, sólo porque se toquen, vean y partan las especies, sin que padezca nada el Cuerpo de Cristo.

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

         En la Encarnación, continúa este mismo autor[6], no tuvo la humanidad de Cristo su modo natural de estar, que se llama subsistencia propia, porque fue sustentada por el Verbo, debido a la unión hipostática; en el Sacramento, las especies sacramentales no tienen su modo natural de estar, pero se contienen por virtud del Cuerpo de Cristo fuera de su sujeto natural. En la Encarnación, ninguna fuerza creada puede deshacer la unión que hay entre el Verbo y la humanidad de Cristo; en el Sacramento tampoco se podrá deshacer la unión que hay entre Cristo y las especies sacramentales, mientras ellas perseveren”. De esta manera se ve cómo hay una admirable analogía entre la obra divina de la Encarnación y la Sagrada Eucaristía.

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 180.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 180.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 180.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 180.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 181.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 181.

No hay comentarios:

Publicar un comentario