
El sagrario de la capilla, tal como quedó luego de ser profanado
y ser robadas las Hostias con el copón.
Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación
y desagravio por el robo de Hostias consagradas en una capilla dedicada
a la Virgen de Fátima en la localidad de Urquiza, Argentina. La información
relativa al lamentable suceso se encuentra en el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Oh, Buen Jesús, yo creo
firmemente”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación
¿Puede
ser el hombre amigo de Dios? Para los filósofos paganos, como Aristóteles[1],
esto es imposible, debido a la inmensa diferencia que existe entre la
naturaleza divina y la humana. Sin embargo, para los pensadores católicos,
apoyándose en las palabras de Jesús, Quien nos llama “amigos y no siervos”[2] en
la Última Cena, sí es posible, y es posible debido a la acción de la gracia
santificante, que es la causante de una verdadera amistad entre Dios y el
hombre.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
La
razón por la cual la gracia causa la amistad entre Dios y el hombre es “la suma
excelencia de la gracia, que eleva a los hombres a un estado de suficiente
igualdad o proporción y semejanza para formar amistad con Dios; esto es, a
estado divino, dándoles tal honor y ser que no desdiga de la infinita majestad
del Creador tener, no por esclavos, sino por amigos, a los hombres”[3]. Es
decir, es la gracia la que elimina la brecha infinita que existe entre Dios y
el hombre y permite que el hombre pueda ser amigo de Dios, sin que la majestad
de Dios se vea menoscabada al tener por amigos a quienes debían ser sus
siervos.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación
Con
respecto a la amistad del hombre con Dios, David[4]
exclamó: “Demasiadamente son honrados tus amigos, Dios mío; demasiadamente se
ha fortalecido su principado”. Porque para llegar a ser amigos de Dios, dice un
autor, “la gracia les da una honra excesiva y una dignidad incomparable: de
hombres miserables suben a un ser divino –porque participan de la naturaleza
divina- y los que estaban en estado de miserias y culpa, alcanzan por la gracia
un sumo principado y estado divinísimo”[5]. Por
esta razón, por la gracia, los hombres ya pueden ser, no sólo dignos siervos,
sino generosos amigos del Señor Dios.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación
Si
entre los hombres sucede que un esclavo no puede ser amigo de un rey, por la
gran distancia y diferencia que hay entre ambos[6],
sí puede un hombre ser amigo de Dios, porque la gracia suple la diferencia
entre ambas naturalezas, haciendo que el hombre participe de la naturaleza
divina y así el hombre pecador, quitado el pecado por la gracia y habiéndole
sido concedida la filiación divina por la gracia, puede llegar a ser digno
amigo de Dios.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación
Es
la gracia santificante la que saca al hombre del estado de mera servidumbre y
lo sublima a tan excelsa honra y dignidad, que se encuentra en estado de ser
amigo de Dios, porque por la gracia no le falta proporción y semejanza bastante
par tener y conservar entre Dios y el hombre verdadera amistad, llamada “de
excelencia”[7]
por los teólogos. Esto es debido a que el estado y el orden de la gracia, como
es divino, hace uno el estado y orden del hombre con el de Dios, permitiendo
así que el hombre sea honrado –inmerecidamente- con la amistad divina. De
manera entonces que, si para los paganos era imposible la amistad del hombre
con Dios, para los cristianos sí es posible, porque lo que es imposible para el
hombre es posible para Dios. Y porque por su Pasión nos concedió la gracia
santificante que posibilitó nuestra amistad con Él, es que Cristo nos llamó, en
la Última Cena, no con el título de “siervos”, que era el que nos correspondía,
sino con el título de “amigos”. Honremos esta amistad procurando detestar el
pecado y vivir siempre en aquello que posibilita nuestra amistad con Dios, la gracia
santificante.
Un
Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de
los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Ethic., lib. 8, cap. 7.
[2] Jn 15, 15.
[3] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 187.
[4] Sal 138, 17.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 187.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 187.
[7] Cfr. Nieremberg, ibidem, 188.
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