viernes, 14 de junio de 2019

Hora Santa en reparación por Marcha de Orgullo Homosexual en Génova, Italia 130619



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la Marcha del Orgullo Homosexual llevado a cabo en Génova, Italia, en junio de 2019. La información pertinente se encuentra en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         Entre uno de los tantos efectos admirables que provoca la gracia, se encuentra el de causar una verdadera amistad entre Dios y los hombres[1]. Ahora bien, siendo este hecho –que el hombre sea amigo de Dios omnipotente- algo tan impensado –no puede ni siquiera ser imaginado entre los paganos-, es algo que causa admiración y asombro entre los santos. Y es algo que provoca suma felicidad en quien es destinatario de tal amistad, es decir, el hombre que ha sido elegido por Dios para que sea su amigo, según reza el Proverbio: “Quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro”[2]. Si esto es así entre los hombres, ¡cuánto más cuando ese amigo no es otro que Dios Uno y Trino, siendo su amistad causada y hecha posible por la gracia santificante!

         Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Que la gracia causa una verdadera amistad entre Dios y los hombres es algo que asombra a los santos, pues el hombre que es amigo de Dios supera en dignidad y grandeza a quien pudiera ser amigo de todos los reyes y príncipes de la tierra. Al respecto, San Gregorio[3] exclama: “¡Oh admirable dignación de la bondad divina! ¡No somos dignos siervos y somos llamados amigos! ¡Oh cuánta dignidad es de los hombres ser amigo de Dios!”.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         Si entre los hombres, aquel que es amigo de un rey o de un dignatario de la corte de alto cargo, eso constituye un motivo de honor y regocijo, ¡cuánto más lo será cuando el amigo del hombre sea el Rey de reyes y Señor de señores, Cristo Jesús! No hay dignidad más grande que la de ser amigos de Dios y esto no porque seamos nosotros quienes hemos elegido a Dios, sino porque Dios se dignó dejar de llamarnos siervos para llamarnos “amigos”. El siervo de Dios es ser más que rey del mundo; ¿qué será entonces el ser amigo de Dios?[4] Si los filósofos dicen que el amigo es “otro yo”, el que es amigo de Dios será entonces como un Dios y se ha de reverenciar –afirma un autor-[5] como en quien está en Dios.

          Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

         Decíamos que entre los paganos era inimaginable y considerado como imposible una amistad entre Dios y los hombres. En efecto, el gran filósofo Aristóteles[6], con todo, afirmaba explícitamente que entre Dios y los hombres no podía haber amistad. Para el gran filósofo griego, la causa de tal imposibilidad es la gran desigualdad que hay entre el Creador y las creaturas. El mismo filósofo afirma que si entre reyes y vasallos no puede haber amistad por la desigualdad de su estado, habiendo entre Dios y los hombres desigualdad infinitamente más grande, parece imposible que rigurosamente puedan ser propiamente amigos. Y sin embargo, Nuestro Señor Jesucristo, a pesar de ser esto verdad –es decir, a pesar de la distancia infinita que hay entre nuestra naturaleza humana y su naturaleza divina-, en la Última Cena no nos llamó “siervos”, sino “amigos”[7]. Porque es verdad lo que dice la Escritura: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”[8].

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

         Algunos autores ponen otras consideraciones para afirmar que es imposible la amistad entre Dios y los hombres y es que el verdadero amigo ha de amar a su amigo por sí mismo, por ser quien es, sin otros respetos particulares y así, aunque un rey pueda querer bien a un vasallo por sí mismo y por sus excelencias, no es posible que Dios ame a una creatura por sí misma, sino por respeto del mismo Dios[9]. En otras palabras, el hombre es indigno, por sí mismo, de ser amigo de Dios. Sin embargo, dice un autor, “es tanta la fuerza de la gracia y tan sublime su grandeza y honra que da a los justos, que causa verdadera y sobre todo perfectísima amistad entre Dios y el hombre. Tanto es así, que da, no sólo nombre de “amigo de Dios” al que debería ser llamado “siervo”, sino que hace que sea en substancia y verdad “amigo”[10]. Es decir, como decíamos al principio, la gracia causa verdadera amistad entre Dios y el hombre. ¡Cuán dichosos debemos considerarnos los cristianos, los que hemos recibido el bautismo sacramental, porque todo un Dios no solo nos  llama “amigos”, sino que da la vida por nosotros, sus amigos, tal como Él lo declara: “Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos! Entonces, si Cristo me llama “amigo” y da su vida por amor a mí, yo no puedo hacer otra cosa que comportarme como amigo suyo, alejándome de todo mal y también, llegado el caso, dar mi vida por amor a Él.

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 184.
[2] Eclo 6, 14.
[3] In Joan, 15.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 186.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 186.
[6] Ethic., lib. 8, cap. I.
[7] Cfr. Jn 15, 15.
[8] Cfr. Lc 18, 27.
[9] Cfr. Nieremberg, ibidem, 186-187.
[10] Cfr. Nieremberg, ibidem, 187.

No hay comentarios:

Publicar un comentario