Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario
meditado en reparación y desagravio por la telenovela brasileña titulada “Jesús”,
en la que se desvirtúan, ofenden y profanan las figuras de los integrantes de
la Sagrada Familia. Por su contenido anti-católico, el Arzobispo Mons. Washington Cruz,
junto a sacerdotes y religiosos invitaron a los católicos a dejar de ver la serie,
relegándola al tercer puesto de sintonía y bajando casi a la mitad de la
audiencia que tuvo al inicio (7.5 rating).
La información relativa a esta profana serie televisiva se encuentra en el
siguiente enlace:
Canto
inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación
Afirma un autor[1]
que en el Sacramento de la Eucaristía, obra cumbre de la Santísima Trinidad, en
el que las Tres Divinas Personas de la Trinidad pusieron toda la Omnipotencia
divina, toda la Sabiduría divina y todo el Divino Amor para su realización, no hay
maravilla creada o increada que no esté incluida. Por esto mismo, la Eucaristía
constituye la más grande obra que Dios pueda jamás hacer en favor de los
hombres y de tal manera, que si Dios quisiera hacer algo mejor que la
Eucaristía para ofrendarlo a los hombres, no lo podría hacer. Nunca dejemos de
asombrarnos por el maravilloso don de la Eucaristía, en la que la Santísima
Trinidad ha empeñado toda su Omnipotencia, toda su Sabiduría y todo su Amor.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
Debido al esplendor que supone el milagro de la
Eucaristía, según un autor[2], “no
hay obra de naturaleza ni de gracia que no se haya sumado en este misterio, ni
ha hecho Dios obra grande que no se halle aquí; antes bien, hay en este
Sacramento muchas maravillas estupendas que no se habían obrado antes, ni se
obrarán jamás, ni se hallarán semejantes en otra cosa; porque sobre ser este
Sacramento suma de las demás maravillas de Dios, añade otras grandes maravillas
–entre otras, la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del
Cordero de Dios-, que no las ha hecho el poder divino ni las hará por ninguna
otra causa”.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación
Dios estima tanto la vida de la gracia en el alma de sus
hijos adoptivos, dice un autor[3], que
“para sustentarla ha hechos grandes prodigios, sobrepasando las leyes de la
naturaleza” y esto para que nosotros, contemplando tan gran prodigio, también estimemos
la vida de la gracia y la alimentemos con el manjar del cielo, la Sagrada
Eucaristía. Para conservar y acrecentar la gracia, no solo debemos alimentar el
alma con el Pan Vivo bajado del cielo, sino que debemos ir en contra de
nuestras pasiones desordenadas y “rasgar las leyes que en nuestros miembros
militan contra el espíritu”[4].
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación
En este Santísimo Sacramento, dice un autor[5], “Dios
hace y deshace y destruye en este Sacramento substancias enteras de la
naturaleza por sustentarnos en la gracia y vida de hijos suyos, de manera que
podamos alimentarnos con el Verdadero Maná bajado del cielo, el Cuerpo, la
Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo; de la misma manera,
por parte nuestra, tampoco ha de haber cosa que no hagamos nosotros por lo
mismo, pues nos va en ello la vida, no solo la terrena, sino ante todo la vida
eterna, pues si no nos alimentamos con el Pan de Vida eterna, no tenemos modo
de recibir dicha vida eterna en nosotros. Por esto mismo, debemos luchar y
deshacer, destruir y aniquilar, cualquier impedimento que nos separe de la
Eucaristía, porque es infinitamente más valiosa nuestra vida eterna que nuestra
vida terrena.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación
En el Padrenuestro llamamos a Dios “Padre”, porque
verdaderamente lo es, desde el momento en que nos adoptó como hijos suyos por
medio del Sacramento del Bautismo. Pero Dios no nos adopta y nos deja a la
deriva: antes bien, para que nuestras almas se alimenten y crezcan fuertes en
la gracia, Dios nos da un manjar celestial, “en el que se contiene todo lo
precioso del cielo y de la tierra”[6] y
aún más, porque en este celestial bocado se nos dona el Ser divino trinitario,
al estar contenida en la Eucaristía la Persona divina del Hijo de Dios
encarnado, Cristo Jesús. Si esto meditaran los cristianos por un momento,
deberían correr a hacer adoración eucarística y deberían arder en deseos de
comulgar la Sagrada Hostia. El solo hecho de dejar solo a Jesús en la
Eucaristía, prefiriendo los placeres y distracciones mundanas, antes que hacer
adoración eucarística, es ya una gran ofensa a Nuestro Señor, que está Presente
en Persona en este augusto Sacramento “hasta el fin del mundo”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca
cedamos a la necedad de preferir las cosas del mundo antes que la adoración
eucarística!
Un
Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de
los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 182.
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