viernes, 7 de junio de 2019

Hora Santa en reparación por la telenovela blasfema "Jesús" que ofende a la Sagrada Familia 120119



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la telenovela brasileña titulada “Jesús”, en la que se desvirtúan, ofenden y profanan las figuras de los integrantes de la Sagrada Familia. Por su contenido anti-católico, el Arzobispo Mons. Washington Cruz, junto a sacerdotes y religiosos invitaron a los católicos a dejar de ver la serie, relegándola al tercer puesto de sintonía y bajando casi a la mitad de la audiencia que tuvo al inicio (7.5 rating). La información relativa a esta profana serie televisiva se encuentra en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

Afirma un autor[1] que en el Sacramento de la Eucaristía, obra cumbre de la Santísima Trinidad, en el que las Tres Divinas Personas de la Trinidad pusieron toda la Omnipotencia divina, toda la Sabiduría divina y todo el Divino Amor para su realización, no hay maravilla creada o increada que no esté incluida. Por esto mismo, la Eucaristía constituye la más grande obra que Dios pueda jamás hacer en favor de los hombres y de tal manera, que si Dios quisiera hacer algo mejor que la Eucaristía para ofrendarlo a los hombres, no lo podría hacer. Nunca dejemos de asombrarnos por el maravilloso don de la Eucaristía, en la que la Santísima Trinidad ha empeñado toda su Omnipotencia, toda su Sabiduría y todo su Amor.

Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

Debido al esplendor que supone el milagro de la Eucaristía, según un autor[2], “no hay obra de naturaleza ni de gracia que no se haya sumado en este misterio, ni ha hecho Dios obra grande que no se halle aquí; antes bien, hay en este Sacramento muchas maravillas estupendas que no se habían obrado antes, ni se obrarán jamás, ni se hallarán semejantes en otra cosa; porque sobre ser este Sacramento suma de las demás maravillas de Dios, añade otras grandes maravillas –entre otras, la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Cordero de Dios-, que no las ha hecho el poder divino ni las hará por ninguna otra causa”.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

Dios estima tanto la vida de la gracia en el alma de sus hijos adoptivos, dice un autor[3], que “para sustentarla ha hechos grandes prodigios, sobrepasando las leyes de la naturaleza” y esto para que nosotros, contemplando tan gran prodigio, también estimemos la vida de la gracia y la alimentemos con el manjar del cielo, la Sagrada Eucaristía. Para conservar y acrecentar la gracia, no solo debemos alimentar el alma con el Pan Vivo bajado del cielo, sino que debemos ir en contra de nuestras pasiones desordenadas y “rasgar las leyes que en nuestros miembros militan contra el espíritu”[4].

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

En este Santísimo Sacramento, dice un autor[5], “Dios hace y deshace y destruye en este Sacramento substancias enteras de la naturaleza por sustentarnos en la gracia y vida de hijos suyos, de manera que podamos alimentarnos con el Verdadero Maná bajado del cielo, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo; de la misma manera, por parte nuestra, tampoco ha de haber cosa que no hagamos nosotros por lo mismo, pues nos va en ello la vida, no solo la terrena, sino ante todo la vida eterna, pues si no nos alimentamos con el Pan de Vida eterna, no tenemos modo de recibir dicha vida eterna en nosotros. Por esto mismo, debemos luchar y deshacer, destruir y aniquilar, cualquier impedimento que nos separe de la Eucaristía, porque es infinitamente más valiosa nuestra vida eterna que nuestra vida terrena.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

En el Padrenuestro llamamos a Dios “Padre”, porque verdaderamente lo es, desde el momento en que nos adoptó como hijos suyos por medio del Sacramento del Bautismo. Pero Dios no nos adopta y nos deja a la deriva: antes bien, para que nuestras almas se alimenten y crezcan fuertes en la gracia, Dios nos da un manjar celestial, “en el que se contiene todo lo precioso del cielo y de la tierra”[6] y aún más, porque en este celestial bocado se nos dona el Ser divino trinitario, al estar contenida en la Eucaristía la Persona divina del Hijo de Dios encarnado, Cristo Jesús. Si esto meditaran los cristianos por un momento, deberían correr a hacer adoración eucarística y deberían arder en deseos de comulgar la Sagrada Hostia. El solo hecho de dejar solo a Jesús en la Eucaristía, prefiriendo los placeres y distracciones mundanas, antes que hacer adoración eucarística, es ya una gran ofensa a Nuestro Señor, que está Presente en Persona en este augusto Sacramento “hasta el fin del mundo”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca cedamos a la necedad de preferir las cosas del mundo antes que la adoración eucarística!

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 182.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 182.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 183.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 183.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 183.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 183.

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