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Militares pertenecientes a la secta socialista chavista atacan a iglesia parroquial Nuestra Señora de Fátima en Táchira, Venezuela, el pasado 01 de Mayo de 2019.
Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por el ataque sufrido por una iglesia católica durante la celebración de la
Santa Misa por parte de bandas armadas pertenecientes a la dictadura chavista
de Venezuela. La información relativa a tan lamentable episodio se encuentra en
los siguientes enlaces:
Canto
inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación
Sucede
entre los hombres que, si un hombre adopta a un hijo, este, a pesar de no
pertenecer a su sangre, por el solo hecho de ser adoptado, pasa a ser heredero
de todos sus bienes. Es decir, el hijo adoptado, debido a que es amado con el
mismo amor con el que se ama a los hijos naturales, adquiere derechos dentro de
la familia y uno de esos derechos es el de ser heredero de los bienes de sus
padres. Pues bien, entre Dios, que nos adopta como hijos suyos al pie de la
cruz y en el bautismo, sucede algo similar: aunque por naturaleza no somos
Dios, sino seres humanos, cuando Dios nos adopta por la gracia y nos convierte
en hijos suyos adoptivos, de manera inmediata, al ser amados con el mismo Amor
con el cual Dios Padre ama al Hijo, es decir, el Espíritu Santo y al poseer la filiación
divina, nos volvemos herederos de las posesiones de Dios Padre, esto es, el
Reino de los cielos. Por eso se dice que quienes poseen la gracia santificante se
convierten en hijos adoptivos y herederos del Reino de los cielos[1].
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
Afirman
los autores[2]
que, con la gracia, se da al alma la vida divinísima y el Espíritu Santo de
Dios y con esto se concede también al alma la facultad de ser hijos de Dios,
adoptivos, sí, pero hijos de Dios con todo rigor y propiedad. La razón es que,
a diferencia de lo que sucede en la adopción entre humanos, que el padre no
puede “transfundir” por así decir la filiación de sus hijos en el ser del hijo
adoptado, con respecto a Dios sí sucede así, porque la adopción con la cual Él
nos adopta por la gracia, consiste en que el alma recibe la misma filiación
divina con la cual el Hijo de Dios es Hijo de Dios por la eternidad. Por eso
también es que, en el Bautismo, el Padre dice lo que dijo sobre Jesús en el
momento de ser bautizado por Juan, en la teofanía trinitaria del Jordán: “Éste
es mi hijo muy amado”[3]. Cuando
somos bautizados, se nos concede por la gracia la filiación divina del Hijo de
Dios y por eso somos verdaderos hijos de Dios por la gracia y por eso es que el
Padre dice, de cada bautizado: “Éste es mi hijo adoptivo muy amado”.
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación
Con
respecto a la filiación divina, dice San Ambrosio[4]: “La
gracia del Espíritu Santo hace hijos de Dios”. Es decir, al recibir el Espíritu
Santo, con el Espíritu Santo se recibe la gracia de la filiación divina, que
nos convierte en hijos adoptivos de Dios. Y en el mismo sentido, San Máximo[5]
dice: “Por la gracia Dios se dice y hace Padre de aquellos que sólo tienen la
natividad de su alma conforme a la virtud, que es por el Espíritu”. O sea, se
dicen y son hijos de Dios sólo quienes han recibido el “nacimiento de lo alto”,
nacimiento que se verifica con el don del Espíritu Santo. Por otra parte,
debido a que los que están en gracia son hijos de Dios, son, por lo tanto,
herederos de sus bienes, como de Padre suyo, así como en la tierra los hijos
adoptivos, como ya se dijo, se convierten en herederos de los bienes de su
padre, como los hijos naturales.
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación
Esto
de ser el alma que recibe la gracia hija adoptiva de Dios no es invención ni
deducción de hombres, sino que es el mismo Espíritu Santo quien lo dice[6]. En
efecto, San Pablo[7]
afirma: “Todos los que se mueven por el Espíritu de Dios son hijos de Dios”. Y
esto porque el Espíritu de Dios, por la gracia, es suyo y por esto son
semejantes a Dios y partícipes de su naturaleza divina. En otro lugar dice[8]: “Porque
sois hijos, envió Dios el Espíritu de su Hijo en nuestros corazones, que clama
Abbá, Padre”. Y el Evangelista San Juan[9], a
su vez, escribe: “Ahora somos hijos de Dios y no se ha descubierto aun lo que
seremos”. En síntesis, el hecho de que el hombre reciba, con la gracia, al Espíritu
Santo que lo convierte en hijo adoptivo de Dios, no es algo que sea de
invención humana, sino que es el propio Espíritu Santo quien lo dice, a través
de las Sagradas Escrituras.
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación
Ahora
bien, si Dios nos adopta como hijos, no lo hace movido ni por necesidad, ni por
obligación alguna hacia nada ni nadie, sino que lo hace, como todo lo que hace,
movido por su infinito Amor y su Divina Misericordia[10].
San Pablo[11]
declara qué clase de filiación sea esta, adoptiva, originada en el amor y en la
misericordia de Dios. Dice así el Apóstol: “No recibisteis otra vez espíritu de
servidumbre en temor, sino que recibisteis espíritu de adopción de hijos, en el
cual clamamos “Padre, Padre”. Porque el mismo Espíritu da testimonio a nuestro
espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos
verdaderamente de Dios, pero herederos juntamente con Cristo”. Sin embargo, a
pesar de este inmenso don que significa el ser hijos adoptivos de Dios y
herederos suyos, hay algunos que, como Esaú, venden su primogenitura por un
plato de lentejas[12],
es decir, se despojan de la gracia por el pecado. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca cometamos el terrible error
de arrojar de nosotros la gracia, para que siempre la conservemos y siempre
seamos hijos amados de Dios y herederos de su Reino!
Un
Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de
los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “Un día al cielo iré y la
contemplaré”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 146.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 147.
[3] Mt 3, 17.
[4] Lib. 1, De Spir. Sancto, cap. 4.
[5] Centur. 4, cap. 56.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 147.
[7] Rm 8.
[8] Gál. 4.
[9] 1 Jn.
[10] Cfr. Nieremberg, ibidem, 147.
[11] Rm 8, 15.
[12] Cfr. Gn 25, 27-28.
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