Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ataque sufrido por una
parroquia en Níger, África. En dicho ataque fue herido el sacerdote. El resto
de la información sobre tan lamentable hecho se encuentra en el siguiente
enlace:
Canto
inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación
Para
que tomemos conciencia de la excelencia que significa la gracia de la adopción
filial, excelencia que debe traducirse en un obrar no menos excelente, es
conveniente reflexionar en las palabras de un filósofo pagano[1],
el cual, después de haber dicho que el hombre era obra principalísima, dijo
así: “Si fueras una estatua de un famoso escultor, te deberías acordar de ti
mismo y de quién te fabricó y si tuvieras algún sentido, debías con todas tus
fuerzas procurar no hacer cosa indigna de tu artífice ni de ti mismo. Pues si
el sumo Dios te hizo, ¿cómo no miras cómo pareces delante de los hombres? Las obras
y fábricas de Dios no son inmóviles como las estatuas creadas por los hombres, porque
tienen espíritu, sentidos y razón y por lo mismo, siendo obra de tan gran
Artífice, debe mucho de cuidarse el hombre de hacer obras que no sean dignas de
su Hacedor”. Ahora bien, si esto sucede con el orden natural, ¿no deberíamos
extremar los cuidados, siendo que por la gracia hemos sido elevados al orden
sobrenatural? Si somos hijos de Dios, cuidémonos al extremo de no ofender a
nuestro Padre celestial con obras que no sean de la luz.
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
Sólo
por el hecho de tener espíritu humano debemos ser castos, fieles, generosos,
constantes, sin perturbación de pasiones, para reflejar, de esta manera, a
nuestro Creador, que es Espíritu Purísimo, Perfectísimo y Limpidísimo. Ahora bien,
si esto debemos hacer y procurar sólo por nuestro estado natural, es decir,
sólo por ser creaturas de Dios, ¿qué no debemos procurar siendo, más que creaturas,
hijos adoptivos de un Dios tan excelso? Quien tiene el Espíritu de Dios, debe
comportarse como tal, para no deshonrar a un huésped tan magno. Si los hijos
adoptados entre los hombres deben a sus padres adoptivos todo agradecimiento,
por el hecho de haberles dado su amor al adoptarlos, los hijos de Dios, que han
recibido el Amor de Dios, el Espíritu Santo, por la adopción filial, deben
todavía más agradecimiento y una forma de agradecimiento es el de ser una
creatura pura, casta y santa, en cuanto le sea posible con la ayuda de la
gracia.
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación
Otra
excelencia de la gracia de adopción filial es que es hecha por Dios
voluntariamente y en esto excede la generación natural que es propia del
hombre, porque el hombre no engendra voluntariamente a otro, en el sentido de
decir “éste es el que quiero”, porque no está en su voluntad ese poder de
elección al engendrar; es decir, no puede el hombre escoger o elegir al hijo
que quiere y es por esto que los hijos deben a sus padres no su elección y
voluntad, sino solamente su sangre. Por otra parte, cuando el hombre prohija a
uno, deja de lado a muchos otros. Si esto sucede en la naturaleza, no es así
con Dios, porque Dios sí elige a quiénes quiere adoptar como hijos, y es a
aquellos a quienes llama para que reciban el bautismo sacramental. Además, no
sucede como con los hombres, que engendran un hijo y dejan de lado a otros, porque
Dios puede engendrar, por el bautismo, infinidad de hijos adoptivos suyos.
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación
Para
adoptarnos como hijos suyos, Dios no sólo nos eligió, sino que envió a su Hijo
Unigénito a morir por nosotros en la Cruz, para que precisamente tuviéramos
acceso a la gracia santificante que, a la par que nos quita el pecado, nos
concede la filiación divina. Al respecto, dice San Pedro Crisólogo: “Oh hombre
amado con tal extremo de Dios, vuélvete a Dios, entrégate todo a la gloria de
Aquel que se entregó todo por ti a la injuria; llama confiadamente Padre a
quien con tanto amor has experimentado serlo tuyo”. En otras palabras, el santo
nos dice que no dudemos un instante en entregarnos con todo nuestro ser, con
todo lo que somos y tenemos, a un Dios que no dudó un instante en entregarse
por nosotros a una muerte humillante, la muerte de Cruz, para adoptarnos como
hijos suyos.
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación
San
Bernardo dice: “Mira cuán voluntariamente te engendró, pues “no perdonó a su
Unigénito porque fueses tú engendrado. De este modo Él se me ha mostrado Padre,
pero yo no me he mostrado hijo. ¿Con qué cara levanto los ojos al rostro de
Padre tan bueno, siendo yo tan maldito hijo? Avergüénzome de haber hecho cosas
indignas de mi linaje; avergüénzome de haber degenerado de hijo de tan grande
Padre”. Esto lo dice nada menos que San Bernardo, santo penitente,
contemplativo y de mucha oración y sacrificio: ¿qué podemos decir nosotros,
olvidados de los pensamientos de los hijos de Dios, inmortificados, indevotos y
tan vivos al amor propio? ¿Qué pueden decir lo que con un pecado mortal
deshonran a su Padre e ignominiosamente le apartan de su pecho y echan de su
casa?”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía,
refugio de pecadores, que tu Inmaculado Corazón sea nuestro refugio, para que
nunca nos apartemos de nuestro Padre Dios!
Un
Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de
los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
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