martes, 2 de abril de 2019

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor a la beatificación de Francisco Marto 040419


San Francisco Marto, ruega por nosotros.

         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado pidiendo por las siguientes intenciones: por las almas del Purgatorio, por la paz del mundo, por la conversión de los pecadores, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales son ofendidos los Sacratísimos Corazones de Jesús y María y por la conversión de Rusia. De esta manera, nos unimos a la cadena de oración mundial que tendrá como epicentro el Santuario de Fátima, con ocasión de un nuevo aniversario de la partida de Francisco Marto al Cielo.

         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer misterio (misterios a elección).

Meditación.

         En la segunda aparición hubo el siguiente diálogo entre la Señora y Lucía: la Santísima Virgen le dijo a los tres niños: “Es necesario que recen el rosario y aprendan a leer”[1]. Lo que la Virgen dice a los tres pastorcitos nos lo dice a todos nosotros: es necesario que recemos el Rosario y que aprendamos a leer el signo de los tiempos, tiempos caracterizados por el apartamiento masivo de la humanidad del Camino de la salvación, Cristo Jesús. Por el Rosario, al mismo tiempo que glorificamos a la Trinidad y le pedimos al Padre las peticiones del Padrenuestro, le recordamos a la Virgen el momento más glorioso de su vida, el momento en el que el Ángel le anunció que Ella, por ser la Inmaculada Concepción y la Llena de gracia, había sido elegida por la Trinidad para ser Sagrario Viviente de Dios Hijo encarnado. Pidamos a Nuestra Señora de Fátima que por este Rosario libere a muchas almas del Purgatorio, compradas para Dios al altísimo precio de la Sangre del Cordero derramada en el Calvario.

          Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Le dijo Nuestro Señor Jesucristo a Sor Faustina: “El mundo no tendrá paz, hasta que no se vuelva con confianza a mi Misericordia”[2]. La paz que nos promete Jesús Misericordioso es la paz de Dios –“Mi paz os dejo, mi paz os doy”-, que es la paz que sobreviene al alma luego de que la Sangre de Cristo limpie y quite aquello que la enemistaba con Dios, el pecado.  Pedimos a María Santísima por la paz del mundo, “no como la da el mundo” (cfr. Jn 14, 27), sino como la da Jesús, es decir, pidamos la paz de su Hijo Jesús, la paz que asienta en el alma como una suave y dulce paloma, así como el Espíritu Santo asienta en el alma en gracia.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

 Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Si en la tierra los hijos demuestran su amor a sus madres regalándoles, por ejemplo, un ramo de rosas, con el cual quieren expresar el cariño filial, nosotros, los hijos de la Virgen, le entregamos a nuestra Madre del Cielo, por medio del Santo Rosario, algo infinitamente más valioso y hermoso que un ramo de rosas y son las Ave Marías, rosas espirituales que conforman un hermoso ramo espiritual que depositamos a los pies de la Virgen. Y así como una madre amorosa da a sus hijos muestras de cariño materno, así la Virgen nos concede las gracias que a Ella le solicitamos por medio del Santo Rosario. Pedimos a través de María Santísima la gracia de la conversión de los pecadores más empedernidos, que es la gracia más grande que un alma en pecado pueda recibir en la tierra.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Cuenta Lucía que su primo Francisco era de pocas palabras; y para hacer su oración y ofrecer sus sacrificios, le gustaba ocultarse hasta de Jacinta y de su prima Lucía, tan reservado que era. Jacinta le preguntó una vez a Francisco: “Francisco, ¿a ti te gusta más consolar a Nuestro Señor, o convertir a los pecadores para que no vayan más almas al infierno?”. Francisco respondió: “Me gusta mucho más consolar a Nuestro Señor. ¿No te fijaste como Nuestra Señora, en el último mes, se puso tan triste cuando dijo que no se ofendiese más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido? Yo deseo consolar a Nuestro Señor, y después convertir a los pecadores para que nunca más lo vuelvan a ofender”[3]. Unidos al Inmaculado Corazón, reparemos por los agravios, ultrajes y blasfemias con los cuales son ofendidos los Sacratísimos Corazones de Jesús y María.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Nuestra Señora de Fátima advirtió, a través de los Pastorcitos, que Rusia habría de “propagar sus errores por el mundo”[4] si no había oración, penitencia y conversión. De hecho, el Comunismo es la religión de los sin Dios, que hacen la guerra y combaten a la Iglesia Católica para borrar de la mente y de los corazones de los hombres el Sacro Santo Nombre de Dios Uno y Trino. Pidamos la gracia de la conversión de Rusia, para que la plaga del Comunismo finalice y el Inmaculado Corazón de María triunfe en los corazones de los que más alejados están de Dios Trinidad.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[2] Diario de Sor Faustina, 300.

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