martes, 23 de abril de 2019

Hora Santa pidiendo el eterno descanso de cristianos masacrados durante un bautismo en Nigeria 220419



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado pidiendo por el eterno descanso de los cristianos muertos en un ataque terrorista de una secta islamista durante un bautismo. La información relativa al lamentable episodio se encuentra en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

Primer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Por el don de la gracia, obtenida al precio altísimo del sacrificio en cruz de Nuestro Señor Jesucristo, el alma se ve no solamente adornada con dones del Espíritu Santo, sino que el Espíritu Santo en Persona viene a inhabitar en ella, convirtiéndola en su templo; además, junto con el Espíritu Santo, el alma recibe también la visita y compañía de las Personas Divinas del Padre y del Hijo[1]. Por esta razón, quienes poseen la gracia poseen un bien de valor incalculable y deben corresponder –nobleza obliga- a tan grande don, con una vida de santidad. Si el alma no se esfuerza por llevar una vida de santidad, en acción de gracias por este don tan inmerecido y de tan alto valor, demostraría una gran falta de gratitud y reconocimiento al Amor Divino. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre tengamos presente el inmenso don de la gracia, para que vivamos agradeciendo continuamente a la Trinidad por esta dignación de su amor!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Que el que posee la gracia posee un gran bien –de valor incalculable- y que debe esforzarse en retribuir, viviendo santamente, lo expresa así Dionisio Cartujano[2]: “Compañeros se llaman aquellos que están juntos de buena gana y hablan familiarmente y no llevan bien estar apartados, aspirando a una particular unión; los cuales se descubren unos a otros los secretos, guárdanse fidelidad, regocíjanse de verse presentes y en todas sus acciones se comunican, porque hacen de buena gana unas mismas cosas; y ayúdanse unos a otros, dándose la mano cuando es menester y cada uno desea la prosperidad del otro. Pues a este modo, el que es verdadero y devoto cristiano está con Dios de buena gana, confesando con el Salmista (73, 28): “Bien me está a mí allegarme a Dios”. Y entre Dios y este fiel a Jesucristo hay familiar y continua conversación, porque está siempre hablando largamente con Dios en la oración y en la meditación (…) Finalmente, este hombre no puede llevar vivir sin Dios, porque le ama de todo corazón y siempre aspira a unirse más con Dios y trata de acercársele más y más. Dios también le acaricia y le trae a sí de muchas maneras”. Entonces, cuanto más ama a Dios, tanto más busca el alma permanecer en gracia, evitando todo lo que la aleje de ella.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El alma que ama a Dios no solo evita las aficiones mundanas y las de la carne, sino que busca en todo momento mantenerse fiel y constante en el amor a Dios. Este amor a Dios se manifiesta en que el alma se goza en Dios, como quien está con su mejor amigo: en efecto, el alma amante de Dios “derrama su corazón como agua”[3] delante de Dios, como dice la Escritura y a su vez Dios, de su parte, le enseña la divina sabiduría que esconde a los necios. Es decir, Dios y el alma que lo ama se comportan como amigos que comparten secretos, siendo Dios quien instruye al alma con conocimientos íntimos, como lo dice Jesús en la Escritura: “Todas las cosas que oí de mi Padre os hice conocer”[4].

Silencio para meditar. 

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Quien está unido a Dios por la gracia, está unido por el Divino Amor, quien viene a hacer morada en su corazón y no hay nada ni nadie que pueda apartarlo de este amor. Es a esto a lo que se refiere el Apóstol San Pablo cuando dice: “¿Quién me apartará de la caridad –el amor- de Dios?”[5]. Ni el hambre, ni el peligro, ni las tribulaciones de ningún tipo, pueden apartar al alma que ama verdaderamente a Dios y que a Él está unido por la gracia, porque la gracia es más fuerte que todas estas cosas. El que está en gracia ama a Dios a causa de esta misma gracia, porque la gracia atrae al alma al Divino Amor y hace que esta se incendie en el fuego del Amor de Dios, así como la madera, por la acción del fuego, se convierte en una brasa incandescente. El alma se compenetra tanto con el Amor de Dios, que se vuelve una sola cosa con Él, del mismo modo a como en el hierro candente el fuego y el hierro se vuelven una misma cosa. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que deseemos la gracia para vivir siempre en el Amor de Dios!

Silencio para meditar. 

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Quien tiene la gracia tiene a Dios y a su Amor y por Dios y su Amor, hace las obras que a Dios le agradan, porque el alma se comporta con Dios como el amigo con su mejor amigo. Quien está en gracia, recibe la ayuda de Dios para obrar las obras que son meritorias para el cielo. De esta manera, el justo vive en Dios, por Dios y para Dios, porque es Dios quien lo guía y lo inspira en el obrar[6]; al mismo tiempo, como el Bien y el Amor son difusibles de sí, quien ama a Dios obra de manera tal que los otros también amen a Dios y es para esto que hace obras buenas y santas, para que viéndolas las demás en su bondad y santidad, se unan en el Amor a Aquel que es la Bondad y la Santidad Increadas. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, intercede ante tu Hijo, para que obremos de manera tal que nuestros hermanos abandonen las cosas del mundo y se sientan atraídos al Divino Amor!

Un Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo también por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco y por las benditas almas del Purgatorio.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.




[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 130.
[2] Comment. in 1 Joan.
[3] Lam 2, 19.
[4] Jn 15, 15.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 131.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 132.

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