Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el robo sacrílego de un
sagrario que contenía setenta Hostias consagradas en su interior. Según consta
en la información, el robo ocurrió en horas de la madrugada, en el mismo
Domingo de Resurrección. La noticia acerca del lamentable suceso se encuentra
en el siguiente enlace:
Canto inicial: “Tantum ergo,
sacramentum”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).
Primer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Quienes están en gracia reciben, como uno de los efectos más
grandiosos de la misma, un don especialísimo y es la inhabitación de las Tres
Divinas Personas en el alma del justo, del que está en gracia. Sin embargo, hay
otros efectos, también admirables, como consecuencia de estar el alma en
gracia. Uno de estos efectos es que da vida al alma[1],
haciéndola pasar de la muerte a la vida, es decir, resucitándola, de una vida
de pecado, a una vida de gracia. Por eso cada comunión eucarística debe ser
vivida como una Pascua, en el sentido de que como Pascua significa “paso”, cada
comunión eucarística es un “paso” de esta vida terrena a la vida divina, por la
mediación de la gracia. Por la gracia, el alma pasa de la muerte a la vida,
pero no a una vida como la vida terrena, sino a la vida de la gracia, que es
participación en la vida divina.
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Se dice que el alma da vida al alma, pero no en un sentido
figurado, sino en un sentido real, así como no en sentido figurado sino en
sentido real, se dice que el pecado es muerte del alma: entonces, así como el
pecado es muerte del alma, la gracia es vida del alma y vida divina. Ésta vida
divina es la “vida en abundancia”[2] que
Jesús nos promete darnos en el Evangelio. Al respecto, un santo dice: “El
hombre por la maldad mata su alma”, y en el Apocalipsis el Señor dice a un
pecador: “Bien conozco tus obras y que estás en opinión que vives, pero estás
muerto”[3]. Al
decirle al alma que está “muerta”, Jesús no se refiere a la muerte terrena,
sino a la muerte espiritual, que es la muerte que se produce en el alma por el
pecado. Quien está en pecado, aun cuando camine, hable, respire, etc., está
muerto a la vida de Dios; es decir, quien está en pecado, aunque aparente estar
vivo, en realidad está su alma muerta porque no tiene la vida de la gracia.
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Por el pecado de Adán, todos los hombres fuimos muertos en
el alma, porque así como se le había dado a Adán la vida de la gracia para que
se comunicara a su descendencia, así al serle retirada la gracia por el pecado
original, todos los hombres nacemos con este pecado original, es decir,
paradójicamente, nacemos muertos, es decir, nacemos y vivimos con la vida
natural, pero con el alma muerta a la vida de la gracia y esto, hasta que con
el Bautismo –y luego con la Confesión Sacramental- se quita el pecado del alma
y se restituye la vida de la gracia. San Pablo llama a la gracia “vida eterna”
y San Agustín[4]
dice: “La muerte del alma se causa cuando Dios la deja, como la del cuerpo
cuando el alma le deja”. Es decir, así como la muerte corporal se produce
cuando el alma se separa del cuerpo, así la muerte del alma se produce cuando
se separa la gracia del alma, dejándola muerta y sin vida de Dios, por causa
del pecado cometido libremente.
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
De esto se deduce cuán grande sea el bien de la gracia, que
concede al alma la participación en la vida divina, es decir, le concede
participar, no de una vida terrena santa, sino de la vida de Dios Uno y Trino,
que es la Santidad Increada. Por esta razón es que se dice que la gracia es la
vida del alma. Ahora bien, el don de la gracia se aprecia más cuando se
reflexiona en lo siguiente[5]:
en que, como acabamos de decir, la gracia no concede una extensión o aumento de
la calidad de vida de una vida terrena, sino que concede la participación en la
misma vida de la Trinidad y así el alma vive la vida divina por la gracia; otra
consideración que se debe hacer y así se estimará más la gracia, es a qué
condición es elevada el alma en gracia, una condición superior a la de los
ángeles, porque por la gracia el alma tiene en sí la vida de Dios Uno y Trino.
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
De todos los derechos del hombre, el derecho a la vida es el
más básico y elemental de todos[6]:
en efecto, si no hay vida, no hay sujeto de derechos, no hay en quién ejercer
los derechos; si hay vida, sí hay un sujeto, la persona humana, que es la que
puede ejercer derechos. Es tan perfecto el don de la vida, que dice San Agustín
que un insecto repulsivo –como por ejemplo, una mosca- sólo por el hecho de
tener vida, es más perfecta que las hermosas estrellas[7]. Es
decir, el tener ser y vivir, es más que todo, por la sola perfección de la
vida. Lo más imperfecto en la naturaleza, que vive y que siente, es más
perfecto que todo el firmamento, por lo que algunos autores afirmaron que la
vida era lo extremo y sumo de la vida. Ahora bien, si estas cosas viles son tan
perfectas y excelentes por el sólo hecho de poseer la vida: ¿qué será cuando la
vida es más excelente que la vida natural, como sucede con la gracia, que más
que vida natural, es participación a la vida de la Trinidad? Aristóteles[8]
dijo así, refiriéndose a la vida: “La misma vida, aunque no consiga otro bien,
con todo eso por sí sola se ama, se desea y se codicia”. Parafraseando a
Aristóteles, podemos decir, refiriéndonos a la vida de la gracia: “La misma
gracia, aunque no consiga otro bien, con todo eso por sí sola se ama, se desea
y se codicia”.
Un Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para ganar
las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo también por la salud e intenciones
de los Santos Padres Benedicto y Francisco y por las benditas almas del
Purgatorio.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 134.
[2] Jn 10, 10.
[3] 3, 1.
[4] Lib. 3, De Civit., cap. 2.
[5] Cfr. Nieremberg, o. c., 135.
[6] Cfr. Nieremberg, o. c., 135.
[7] Cfr. Nieremberg, o. c., 136.
[8] Rhetor., lib. 1, cap. 6.
No hay comentarios:
Publicar un comentario