sábado, 13 de abril de 2019

Hora Santa en reparación por imagen de “virgen abortista” en Costa Rica 130419



La blasfema imagen que ofende gravemente a la Madre de Dios y a su Hijo, el Verbo del Padre, Cristo Dios.

         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la difusión de una imagen blasfema de Nuestra Señora, la Madre de Dios, Siempre Virgen María, estampada en camisetas de la Universidad de Costa Rica. En la misma, la imagen de la Virgen es profanada al llamarla “virgen abortista” y al colocarle un pañuelo en la boca, el mismo que usan los que están a favor del aborto. La noticia completa acerca del lamentable episodio se encuentra en el siguiente enlace:

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer misterio (misterios a elección).      
   
Meditación.

         Muchas veces los hombres se desviven por llegar hasta aquellos otros hombres que detentan poder, para mendigarles un poco de favores. El cristiano no solo no tiene necesidad de esto, por el solo hecho de ser hijo adoptivo de Dios por el bautismo, sino que tiene al alcance algo infinitamente más grande que el favor de un poderoso: por la gracia, viene a inhabitar en el alma nada menos que la Persona Tercera de la Trinidad, el Espíritu Santo[1], el Amor de Dios. Dice así Pedro Lombardo[2]: “¿Ves cómo claramente dice Agustino que el Espíritu Santo mismo, conviene a saber, Dios mismo, no sólo en su efecto, se da a los hombres por el Padre y el Hijo, y que el mismo Espíritu Santo, que es Dios y la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, se nos, y se infunde, y entra en nuestras almas?”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que deseemos siempre vivir en gracia, para que inhabite en nuestros el Divino Amor, el Espíritu Santo!

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         No tiene el cristiano necesidad de mendigar a las creaturas nada, ni amor, ni poder, ni nada, teniendo a mano lo que tiene, la posibilidad de poseer al Divino Amor en Persona por medio de la gracia. Dice así San Ambrosio[3]: “Aunque muchas cosas se llamen espíritus, pues se dice que Dios que hace a sus ángeles espíritus, con todo eso uno es el Espíritu de Dios. Pues este Espíritu uno fue el que alcanzaron los Apóstoles y los Profetas, como dice el vaso de elección San Pablo: Bebimos un Espíritu, como cosa que no se puede partir, sino que se infunde y entra en las almas para apagar el ardor de la sed de las cosas del mundo: el cual Espíritu Santo no es de las substancias de las cosas corporales, así sólo es Dios, pues no es alguna de las creaturas visibles ni invisibles”. No sólo el efecto del Amor de Dios poseemos por la gracia, sino al Amor de Dios en Persona. ¿Qué otra cosa puede ser más grande y hacernos más dichosos que esto?

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

 Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Aun si un poderoso de la tierra concediera un favor, lo hace a costas de pedir muchos otros a cambio y puesto que el corazón humano es tan volátil, un día puede estar de buen humor y al otro día rechazar a quien antes aceptó. No sucede así con el Espíritu Santo, el Amor de Dios, que es Inmutable en cuanto que es Dios. Afirma San Ambrosio[4]: “Toda creatura es mudable, pero el Espíritu Santo no lo es; pues, ¿por qué tengo que dudar que se nos haya dado el Espíritu Santo, como está escrito: “La caridad de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado?”. El cual, como sea de su naturaleza inaccesible, con todo eso se ha hecho por su bondad receptible de nosotros, llenando todo con su virtud; pero sólo es participando de los justos. Es una simplicísima substancia, riquísima de virtudes, presente a cada uno, repartiendo de lo que es suyo, estando todo entero en todas partes. Infinito es e incapaz de término el Espíritu Santo, que se derramó en las almas de los discípulos que estaban apartados, a quien nada puede engañar. Los ángeles a pocos son enviados; el Espíritu Santo en los pueblos enteros se infunde: ¿quién duda sino que sea cosa divina lo que se infunde juntamente a muchos invisiblemente? Es, pues, uno el Espíritu Santo que fue dado a todos los Apóstoles, aunque estaban apartados”. De la misma manera, es uno el Espíritu Santo que se nos infunde por la Comunión Eucarística, aunque estemos apartados entre nosotros.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Si el Espíritu Santo, el Amor de Dios, viene en Persona al corazón del justo por la gracia, ¿qué necesidad tenemos los cristianos de mendigar amor, poder o el favor que sea, a las creaturas? ¿No es acaso más que suficiente poseer al Divino Amor en nosotros? Al respecto, San Beda[5] declara: “Cuando se da a los hombres la gracia del Espíritu Santo entonces verdaderamente es enviado el Espíritu Santo del Padre y también del Hijo”. Y este envío del Espíritu Santo, por parte del Padre y del Hijo, se da en el momento en el que el alma del justo, estando en gracia, recibe la Sagrada Eucaristía. ¿Puede haber algo más preciado en esta vida y en la otra, que la gracia, que nos trae al alma al Hijo y, con el Hijo, al Divino Amor del Padre, el Espíritu Santo? ¿Qué necesidad tenemos de las creaturas y de los falsos atractivos mundanos, si tenemos la gracia de Dios, por la cual recibimos al Espíritu Santo? Con razón San Basilio llega a decir a los hombres santos dioses, porque en ellos habita el Espíritu Santo.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En las Escrituras se afirma, en varias partes, lo que dicen los grandes santos y teólogos. San Pablo, hablando con los de Corintos[6], dice: “Vuestros miembros son templo del Espíritu Santo que tenéis”. Y en la Carta que escribió a los Romanos, dice: “La caridad de Dios se ha derramado en vuestros corazones por el Espíritu Santo que se os ha dado”. Cristo Redentor, hablando de la venida del Espíritu Santo, dice[7]: “Al cual le enviará el Padre en mi nombre y quedará entre vosotros y en vosotros estará”. De esto vemos con gran admiración el valor inestimable de la gracia, pues trae consigo un bien infinito, como es la misma Persona del Espíritu Santo, llamado “Prendas del Espíritu” por el Apóstol[8]. También lo dicen muchos teólogos, que la gracia tiene de suyo traer al Espíritu Santo y tenerle presente en el alma del justo, estando allí el Divino Amor mientras dure la gracia. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca caigamos en la necedad de despreciar la gracia, que nos trae al Espíritu Santo, por las cosas del mundo!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.




[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 119.
[2] Lib. 15, De Trinit., cap. 26.
[3] Lib. De Spiritus Sanct., cap. 4.
[4] Ibidem, cap. 5.
[5] Homil. Dom, 1 post. Ascens.
[6] 1 Cor 6.
[7] Jn 12.
[8] 2 Cor 7.

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