.jpg)
Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por el ataque
sufrido por unas religiosas en India en Abril de 2019 a manos de radicales
hindúes. La información relativa al hecho se encuentra en el siguiente enlace:
El informe del brutal ataque dice así: “Tamil
Nadu, 200 radicales hindúes golpean a las religiosas y devastan una escuela
católica. Los miembros del Rashtriya Swayamsevak Sangh destruyeron la Little
Flower Higher Secondary School di Chinnasalem. Los daños ascienden a 124.400
euros. Algunas mujeres intentaron estrangular a las religiosas.
Canto
inicial: “Cristianos
venid, cristianos llegad”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer misterio
(misterios a elección).
Meditación.
Dios, con su omnipotencia, con su sabiduría y con su Amor
divinos, hizo en un instante el universo, tanto visible como invisible. En un
instante, creó la luz que alegra e ilumina la naturaleza, con solo pronunciar
dos palabras: “¡Hágase la luz!”. También creó las innumerables, asombrosas y
maravillosas estrellas, entre ellas, a la estrella que ilumina nuestra tierra,
el sol. Creó el firmamento, las aves y toda clase de animales, para que
estuvieran al servicio del hombre. Luego creó al hombre, la creatura que más
amaba, dándole un soplo de vida y concediéndole el alma; de igual manera, con
solo quererlo, creó las naturalezas angélicas. Todo esto lo creó en un solo
instante, pero para darnos la gracia, hubo de encarnarse, ingresando en nuestro
tiempo y en la historia humana, para crecer como todo niño humano y para
comenzar luego de treinta años, su tarea de predicar públicamente la Buena
Nueva. Es decir, para que nos gocemos con el universo, lo creó en un instante;
para darnos la gracia, se tomó treinta y tres años[1],
al cabo de los cuales sufrió su dolorosa Pasión.
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Pero no solo las cosas materiales, sino incluso las
milagrosas, las creó Dios con el solo poder de su querer. Por ejemplo, a Lázaro
lo resucitó en un instante y cuando resucite, al fin del tiempo, a todos los
hombres, para el Juicio Final, lo hará en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo,
para restituir al hombre la gracia perdida se encarnó, haciéndose hombre sin
dejar de ser Dios, para luego de treinta y tres años, padecer su Pasión de Amor
por nosotros, los hombres. ¡Cuánto le costó, al Hombre-Dios, concedernos su
gracia! Por esta razón, ¡cuánta necedad mostramos los hombres, cuando rehuimos
de la gracia, considerándola poca cosa, habiéndole costado al Cordero de Dios
nada menos que su vida y su gracia!
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Cuando
un hombre, envuelto en su ceguera espiritual y en la necedad de su razón,
pierde la gracia por el pecado, es poco menos que hacer burla y arrojar por la
borda el don tan precioso que el Cordero conquistó para nosotros. Si Dios tuvo
por tan preciosa la gracia, que no escatimó ofrendar su vida en la cruz, para
luego prolongar su Encarnación en la Eucaristía y renovar sacramentalmente su
sacrificio en cruz en la Santa Misa, no podemos nosotros menos que agradecer
tan inmenso don, postrándonos permanentemente ante su Presencia Eucarística,
colmándolo de amor, honra, adoración.
Silencio para meditar.
Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
¡Cuán inapreciable es para Dios mismo la gracia, que no
reparó en ofrendar su vida y su Sangre por ella! Antes de hacer esta ofrenda en
la cruz, el Hombre-Dios trabajó, sudó y padeció una vida de pobreza por
conseguirnos la gracia. ¡Y nosotros, cuando nos hablan de dedicar una hora por
semana a la Misa, o una hora de adoración eucarística, ponemos uno y mil
pretextos con tal de no asistir, ni a la Misa, ni a la adoración. También hay
quienes, amigos de los demonios, se convierten de la noche a la mañana, sin
afligimiento ni penitencia, para acudir a las funciones religiosas, pero apenas
terminadas estas, vuelven a sus amistades con los ángeles caídos. Los verdaderos
siervos de Dios, además de tomar conciencia del enorme valor de la gracia y de
lo que padeció el Redentor para conseguírnosla, acuden a los Sacramentos –Confesión
y Eucaristía, principalmente-, con más preparación y reverencia, con llantos y
gemidos del corazón, rasgando sus corazones y no sus vestiduras y una vez que
recuperan la gracia que tanto costó al Redentor, hacen el propósito de vivir
conforme el mismo Señor quiso que viviesen los que habían sido blanqueados con
su Sangre, quedando inmaculados, puros y santos.
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Una consideración a hacer, dice un autor, es que, si Dios
hizo todo esto para conseguirnos su gracia, siendo nosotros sus enemigos, ¿qué
no hará después de haberla dado a un alma, convirtiéndola en amiga suya? Por esta
razón, debemos meditar en lo que dice San Juan Crisóstomo: “No debe parecernos
tan admirable entregarnos a Dios a su Hijo, como que al mismo Hijo, siendo tan
amado de Él, le entregase para fuese sacrificado en la Cruz por nuestra causa. El
exceso de caridad divina es grandísimo, porque aquel quien únicamente amaba el
Padre, le entregó por reconciliarse con aquellos que aborrecía. Mira ahora
cuánto caso hizo de nosotros y cuánto se dignó honrarnos: porque si cuando
éramos sus enemigos y le aborrecíamos, con todo eso entregó por nosotros a su
amado Hijo, ¿qué no hará de allí en adelante, cuando estuviéremos reconciliados
con Él por la gracia?”. ¡Nuestra Señora
de la Eucaristía, que en acción de gracias por tanta misericordia de parte de
tu Hijo, vivamos postrados ante su Presencia Eucarística, día y noche!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario