sábado, 6 de abril de 2019

Hora Santa en reparación por atentado contra religiosas católicas en India 020419




         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por el ataque sufrido por unas religiosas en India en Abril de 2019 a manos de radicales hindúes. La información relativa al hecho se encuentra en el siguiente enlace:


         El informe del brutal ataque dice así: “Tamil Nadu, 200 radicales hindúes golpean a las religiosas y devastan una escuela católica. Los miembros del Rashtriya Swayamsevak Sangh destruyeron la Little Flower Higher Secondary School di Chinnasalem. Los daños ascienden a 124.400 euros. Algunas mujeres intentaron estrangular a las religiosas.

         Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer misterio (misterios a elección).

Meditación.

         Dios, con su omnipotencia, con su sabiduría y con su Amor divinos, hizo en un instante el universo, tanto visible como invisible. En un instante, creó la luz que alegra e ilumina la naturaleza, con solo pronunciar dos palabras: “¡Hágase la luz!”. También creó las innumerables, asombrosas y maravillosas estrellas, entre ellas, a la estrella que ilumina nuestra tierra, el sol. Creó el firmamento, las aves y toda clase de animales, para que estuvieran al servicio del hombre. Luego creó al hombre, la creatura que más amaba, dándole un soplo de vida y concediéndole el alma; de igual manera, con solo quererlo, creó las naturalezas angélicas. Todo esto lo creó en un solo instante, pero para darnos la gracia, hubo de encarnarse, ingresando en nuestro tiempo y en la historia humana, para crecer como todo niño humano y para comenzar luego de treinta años, su tarea de predicar públicamente la Buena Nueva. Es decir, para que nos gocemos con el universo, lo creó en un instante; para darnos la gracia, se tomó treinta y tres años[1], al cabo de los cuales sufrió su dolorosa Pasión.

         Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Pero no solo las cosas materiales, sino incluso las milagrosas, las creó Dios con el solo poder de su querer. Por ejemplo, a Lázaro lo resucitó en un instante y cuando resucite, al fin del tiempo, a todos los hombres, para el Juicio Final, lo hará en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, para restituir al hombre la gracia perdida se encarnó, haciéndose hombre sin dejar de ser Dios, para luego de treinta y tres años, padecer su Pasión de Amor por nosotros, los hombres. ¡Cuánto le costó, al Hombre-Dios, concedernos su gracia! Por esta razón, ¡cuánta necedad mostramos los hombres, cuando rehuimos de la gracia, considerándola poca cosa, habiéndole costado al Cordero de Dios nada menos que su vida y su gracia!

         Silencio para meditar.  

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

 Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Cuando un hombre, envuelto en su ceguera espiritual y en la necedad de su razón, pierde la gracia por el pecado, es poco menos que hacer burla y arrojar por la borda el don tan precioso que el Cordero conquistó para nosotros. Si Dios tuvo por tan preciosa la gracia, que no escatimó ofrendar su vida en la cruz, para luego prolongar su Encarnación en la Eucaristía y renovar sacramentalmente su sacrificio en cruz en la Santa Misa, no podemos nosotros menos que agradecer tan inmenso don, postrándonos permanentemente ante su Presencia Eucarística, colmándolo de amor, honra, adoración.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         ¡Cuán inapreciable es para Dios mismo la gracia, que no reparó en ofrendar su vida y su Sangre por ella! Antes de hacer esta ofrenda en la cruz, el Hombre-Dios trabajó, sudó y padeció una vida de pobreza por conseguirnos la gracia. ¡Y nosotros, cuando nos hablan de dedicar una hora por semana a la Misa, o una hora de adoración eucarística, ponemos uno y mil pretextos con tal de no asistir, ni a la Misa, ni a la adoración. También hay quienes, amigos de los demonios, se convierten de la noche a la mañana, sin afligimiento ni penitencia, para acudir a las funciones religiosas, pero apenas terminadas estas, vuelven a sus amistades con los ángeles caídos. Los verdaderos siervos de Dios, además de tomar conciencia del enorme valor de la gracia y de lo que padeció el Redentor para conseguírnosla, acuden a los Sacramentos –Confesión y Eucaristía, principalmente-, con más preparación y reverencia, con llantos y gemidos del corazón, rasgando sus corazones y no sus vestiduras y una vez que recuperan la gracia que tanto costó al Redentor, hacen el propósito de vivir conforme el mismo Señor quiso que viviesen los que habían sido blanqueados con su Sangre, quedando inmaculados, puros y santos.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Una consideración a hacer, dice un autor, es que, si Dios hizo todo esto para conseguirnos su gracia, siendo nosotros sus enemigos, ¿qué no hará después de haberla dado a un alma, convirtiéndola en amiga suya? Por esta razón, debemos meditar en lo que dice San Juan Crisóstomo: “No debe parecernos tan admirable entregarnos a Dios a su Hijo, como que al mismo Hijo, siendo tan amado de Él, le entregase para fuese sacrificado en la Cruz por nuestra causa. El exceso de caridad divina es grandísimo, porque aquel quien únicamente amaba el Padre, le entregó por reconciliarse con aquellos que aborrecía. Mira ahora cuánto caso hizo de nosotros y cuánto se dignó honrarnos: porque si cuando éramos sus enemigos y le aborrecíamos, con todo eso entregó por nosotros a su amado Hijo, ¿qué no hará de allí en adelante, cuando estuviéremos reconciliados con Él por la gracia?”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que en acción de gracias por tanta misericordia de parte de tu Hijo, vivamos postrados ante su Presencia Eucarística, día y noche!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] 113.

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