domingo, 10 de marzo de 2019

Hora Santa en reparación por profanación de imagen de la Virgen por abortistas en Argentina 090319



La imagen de la Virgen vandalizada por la horda de feministas abortistas, 
el pasado 08 de marzo de 2019.

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el Santo Rosario meditado en reparación por la profanación sufrida por una imagen de la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, durante un ataque vandálico a cargo de una horda feminista. Sin ningún tipo de respeto, las feministas pintaron un ofensivo pañuelo verde –indicativo abortista- en el rostro de la imagen de la Virgen. La información al respecto se puede consignar en el siguiente enlace:


Como siempre lo hacemos, rezaremos también por la conversión de quienes cometieron este acto vandálico y sacrílego contra la Madre de Dios.

         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer misterio (misterios a elección).

Meditación.

La gracia tiene eminencia y plenitud sobre todo ser natural no por sí misma, sino porque por la gracia el alma participa del Ser increado de Dios, el cual es en sí la plenitud y perfección de todo ser y por esta razón, la gracia vale más que toda la naturaleza junta[1]. La gracia es tan excelente porque hace participar de la naturaleza bienaventurada, espiritualísima, intelectualísima, perfectísima en sumo grado de Dios y por eso mismo es la gracia un ser semejante, espiritualísimo e intelectualísimo, al cual el alma le debe la bienaventuranza. Y porque el Ser al que la gracia hace partícipe es además sumamente santo e infinitamente bueno, es que la gracia que lo participa es santidad verdadera.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Así como el alma da al hombre el ser natural –sin el alma que comunica el principio vital el hombre está muerto- y es la forma substancial de la que dependen los accidentes y propiedades del hombre, así la gracia, como primera forma sobrenatural, actuando a manera de substancia, le siguen propiedades y accidentes sobrenaturales[2]. Es decir, puesto que la gracia comunica con un Ser espiritualísimo y perfectísimo como el de Dios, en relación al hombre se comporta como la raíz de todo lo bienaventurado, santo y divino que tiene el alma, porque no sólo es participación de la divina naturaleza, sino que además le sirve al justo que la posee como naturaleza, como una segunda naturaleza, que actúa por encima de la naturaleza creada que le corresponde. Es decir, es la que le da al hombre como substancialmente el ser sobrenatural, del cual dependen las propiedades y accidentes sobrenaturales que por la gracia el alma recibe.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

De esto se sigue que el hombre en gracia no obra naturalmente, sino sobrenaturalmente y es esto lo que vemos que sucedió, en primer lugar y en grado eminentísima, en la Bienaventurada Virgen María y luego en la multitud de santos de la Iglesia Católica que por la gracia obraron santamente y no simple y naturalmente. Esto es así porque la gracia se comporta como una celestial y divina naturaleza, que se comunica al hombre para que el hombre no obre con sus fuerzas humanas, sino con las fuerzas mismas de Dios, es decir, sobrenaturalmente, divinamente[3]. Al que la tiene, la gracia le da un ser divino y le constituye en un grado divino, constituyéndose en principio y raíz de propiedades y virtudes divinas, de modo que obra sobrenaturalmente obras meritorias para la vida eterna, que sin la gracia no serían tales.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En relación a esto, dice San Macario[4]: “La naturaleza humana si quedare en sí desnuda y no recibiere mezcla y comunicación de una naturaleza celestial, no hace cosa digna de alabanza, sino que se queda en sí desnuda y culpada en su naturaleza y muchas vilezas”. Pero si recibe la gracia, no solo le es quitada la vileza del pecado, sino que se le agrega el participar del Ser divino, con lo cual el alma obra divina y celestialmente y sus obras son meritorias para el cielo y esto es lo que diferencia a los santos de los hombres comunes. La naturaleza divina, dice San Macario, es sal y levadura que, mezclada con la carne y masa del hombre, le comunica su naturaleza y propiedades, como la sal y la levadura comunican las suyas y dan sabor con lo que se mezclan, impidiendo que se corrompan y queden desabridas. Concluye así el santo: “Si no es que la sal de la divinidad, santa y buena, y la levadura celestial del Espíritu Santo, se mezclare y fuere infundida en la naturaleza de los hombres humillados, no dejará el alma la antigua hediondez de la malicia”. Los santos, lo repetimos, fueron los que obtuvieron la sal y levadura de la gracia y por eso son santos y no hombres comunes y pecadores.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

A su vez, San Basilio usa el ejemplo del arte, llamando así a la gracia. Porque de la manera que es el arte, en quien es artista, que por él hace obras que no las hace la naturaleza y que a otro que no lo tiene, le son imposibles de hacerlas, de la misma manera, la gracia habilita para obras eternas, imposibles de hacerlas para quien no las tiene. En este ejemplo, los santos, que tienen la gracia, son los que hacen obras para el cielo, aun cuando estas obras fueran pequeñas, mientras que los hombres pecadores, que no tienen la gracia, aun cuando realizaron obras magníficas y enormes, sin la posesión de la gracia, de nada le valen para el cielo. El Apóstol utiliza para esto la imagen del injerto: a un árbol al que se le injerta la oliva, comienza a dar frutos como la oliva y no por virtud propia, sino por la oliva, cuya naturaleza se le comunica[5]. De la misma manera por la gracia somos injertados en Dios y los que no podíamos hacer obras de vida eterna por nuestra propia naturaleza, por la gracia sí las podemos hacer, pero no por nuestra propia naturaleza, sino por Dios, de cuya naturaleza hemos sido hechos partícipes por la gracia.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.



[1] 80.
[2] 81.
[3] V. Albelda, 1 p., disp. 26, n. 11.
[4] Homil. 32.
[5] 82.

No hay comentarios:

Publicar un comentario