martes, 12 de marzo de 2019

Hora Santa en reparación por profanación de iglesia en Italia a manos de satanistas 110319


Santo Crucifijo vandalizado por satanistas en la Iglesia de 
San Atansasio 
en Camerino, Italia, el 11 de marzo de 2019.

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la profanación a manos de satanistas sufrida por la parroquia San Atanasio de la localidad de Camerino, Italia. La información relativa a tan repudiable hecho se encuentra en el siguiente enlace:


         Como siempre lo hacemos, pediremos por la conversión y el arrepentimiento de los autores materiales e intelectuales de tan aberrante hecho.

         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer misterio (misterios a elección).

Meditación.

Una excelencia y singularidad de la gracia, por cuanto es participación en la naturaleza divina, es que carece de término y fin[1]. En efecto, así como la naturaleza divina es infinita, así también la gracia, porque es participación en esta naturaleza divina y por eso mismo no hay límite en su aumento. Por esta razón dijo San Juan Crisóstomo[2]: “La gracia de Dios no tiene fin, siempre pasa a más”. Esto es necesario saber, pues se trata de un gran aliciente para los cristianos, por cuanto el cristiano que quiera seguir los pasos de Cristo camino del Calvario, no solo debe luchar para no perder la gracia por el pecado, sino que puede y debe luchar para acrecentar cada vez más la gracia, en cuyo acrecentamiento, como vemos, no hay fin ni límite que pueda poner la creatura.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Las naturalezas creadas, como la angélica y la humana, son en sí mismas limitadas, lo cual significa que hay un límite para su crecimiento, más allá del cual no pueden superarse a sí mismas[3]. Es decir, no pueden subir más allá del límite que la misma naturaleza les impone. Así, el hombre tiene un determinado punto de grandeza, al cual no puede exceder y lo mismo sucede con el ángel. Sin embargo, la gracia no tiene estas limitaciones porque como es, de suyo, participación de lo infinito –participación en la naturaleza infinita de Dios-, no tiene límite finito y puede crecer y aumentar cada vez más, sin límites. A esto se refiere Santo Tomás cuando, hablando de la caridad, afirma que tanto el ángel como el hombre pueden crecer en ella sin límites, debido a la gracia y esto explica la caridad de los santos, que es la misma caridad de Cristo, una caridad infinita.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Santo Tomás[4] afirma que la gracia no tiene límite y por lo tanto no lo tiene la caridad, que por la gracia viene participada. La razón por la que la gracia siempre puede crecer es que Dios es su causa eficiente inmediata y Él es la Gracia Increada y en cuanto tal su virtud es ilimitada. Por otra parte, Dios infunde su gracia sin concurso de nada que limite la gracia creada, por lo cual no tiene que acomodarse a ninguna limitación. Por último, por parte del sujeto que recibe la gracia, si bien el sujeto que la recibe es limitado –el ángel o el hombre-, no se mide la gracia con estas medidas naturales, porque es de condición divina y sobrenatural en su origen, de manera que cuanto más crece la gracia, más crece la capacidad de quien la recibe, capacidad que puede ir aumentando infinitamente, tanto en gracia como en caridad[5]. Y prueba viviente de esto es la Santísima Virgen, que recibe la gracia en grado más superior en relación a ángeles y santos, que el cielo excede la tierra.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Un autor, en relación a esto, afirma lo siguiente: “La gracia es tal, que no parece hecha en número, medida ni peso, como las demás cosas, porque, ¿cómo tendrá número, medida y peso la que tiene cierta infinidad? Lo infinito verdaderamente ni se encierra en algún número, ni se comprende con medida, ni se puede con peso distribuir ni agotar y de esto se sigue cómo los santos –y los hombres viadores- puedan crecer en gracia. Según sostiene Santo Tomás, la gracia tiene alguna infinidad y esto lo dice el Santo Doctor cuando afirma de la lumbre de la gloria que era en cierta manera infinita, porque levanta de tal manera a la creatura, de manera infinita, que le permite ver a Dios, que es infinito, claramente”. La gracia, en cierta manera, sublima al alma sobre todo ser natural a un grado divino y es más perfecta en sí que la lumbre de la gloria.
         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Si la gracia tiene estas condiciones tan notables, ¿es posible, se preguntan algunos autores, que alguien se vuelva al mundo con sus concupiscencias? En verdad, considerando lo que es la gracia, se trata de una verdadera afrenta al Dios de infinita majestad, el elegir cualquier cosa del mundo antes que la gracia que hace que el alma participe de su naturaleza infinita[6]. Verdaderamente, los hombres que esto hacen, pueden decirse que están como fascinados y atrapados por la nada del mundo, porque todos los bienes del mundo, en comparación con la gracia, son igual a polvo, barro y nada. ¡Cuán terrible es el misterio de iniquidad, por el cual los hombres, con mucha frecuencia, dejamos de lado el bien infinito de la gracia, prefiriendo los bienes limitados y caducos del mundo! ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que la luz de tu Hijo Jesús nos ilumine para que seamos capaces de apreciar cada vez más el inestimable don de la gracia santificante!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.




Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 85.
[2] Homilía 9, Ad. Roman.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 86.
[4] 2, 2, q. 24, art. 7.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 86.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 87.

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