viernes, 29 de marzo de 2019

Hora Santa en reparación por profanación a la Iglesia Santa María dei Derelitti en Italia 220319



Una de las lamentables escenas de la profanación ocurrida en la Iglesia Santa María dei Deleritti en Venecia, Italia, el pasado 22 de marzo de 2019. La profanación consistió en la realización de un evento de moda, lo cual es absolutamente inapropiado e inadecuado, por la carga de mundanidad que conlleva, para ser realizado en el interior de una iglesia.

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de la iglesia Santa María dei Derelitti en Venecia, Italia, el pasado 22 de marzo de 2019. La profanación consistió en que se realizó en el interior de la Iglesia una exposición de moda, con todo lo que de mundanidad conlleva un tipo de estos eventos. La información relativa al lamentable episodio se encuentra en el siguiente enlace:


         Canto inicial: “Oh buen Jesús, yo creo firmemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer misterio (misterios a elección).

Meditación.

         El don de la gracia es tanto más admirable y apreciable cuando se considera qué y cuánto le costó a Dios en Persona adquirirla para nosotros[1]. Siendo en sí misma un don infinito, Dios la quiso conseguir para nosotros no simplemente pagando un precio infinito, sino que como la compró al precio de la vida de su Hijo Unigénito Jesucristo, quien nos la adquirió para nosotros en la cruz, lo cual equivale a decir que la compró a un precio varias veces infinito, dando por ella su Sangre Preciosísima y su Vida divina, padeciendo indecibles humillaciones y atroces dolores. Puesto que la Sabiduría divina adquirió la gracia para nosotros a tan alto precio, no es más que necedad y ceguera de parte nuestra el intercambiarla por bienes que, en comparación suya, no son más que polvo y barro.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El hombre, que vive “envuelto en tinieblas y en sombras de muerte”, por lo general ignora el precio altísimo al que fue conseguida la gracia para su propia salvación, que Dios no la consiguió para sí, sino para nosotros, para que fuéramos salvados de las tinieblas del error, de la ignorancia, del pecado, de la muerte y de las tinieblas vivientes que son los demonios. Para poder apreciar el don inestimable de la gracia, el hombre debe detenerse a considerar que, para adquirirla, no dejó Dios cosa por hacer, incluso hasta el desprenderse de Sí mismo. Como afirma un autor, para adquirirla, Dios llegó a lo sumo de su omnipotencia, de su sabiduría y de su bondad, con tal de que no nos viéramos privados de tan grande bien, de lo que se sigue cuán suma necedad es, de parte del hombre, desaprovechar la gracia, desestimarla y tenerla por tan poca cosa, que la intercambia por bienes que no son tales.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

 Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Cuando se medita en lo que Dios hizo para conseguirnos la gracia, no puede el alma más que quedarse asombrada y estupefacta ante tanta grandeza de parte de Dios. Cuando Dios vio que la creatura que más amaba, el hombre, había perdido la gracia por un pecado –el pecado original de nuestros Padres Adán y Eva- y se había hecho al mismo tiempo indigna de recibirla de nuevo al haber ofendido a la Divina Justicia, se determinó satisfacer esta ofensa no a costa del hombre ni del ángel, sino a costa suya propia, haciendo todo lo que estuviera a su alcance –nada menos que Él, que es Dios todopoderoso- para que el hombre tuviera restituida su dignidad perdida. Y para lograr esto, no puso reparos ni se fijó en cuánto había de padecer; antes bien, lo aceptó con todo el Amor con el que un Dios de majestad infinita lo puede hacer y así decidió que el Verbo habría de encarnarse y sufrir su misterio pascual de muerte y resurrección.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         La Encarnación del Verbo, el hecho más grandioso que haya ocurrido jamás en la historia de la humanidad, ante el cual cualquier otro evento histórico queda reducido a la nada, lo hizo Dios para que el hombre se vea restituido en la gracia[2]. Es decir, lo primero que determinó Dios fue hacerse hombre, no ángel, para que el hombre se hiciera Dios por la gracia. Que Dios Padre pida a Dios Hijo que se encarne en el seno purísimo de María Virgen, por obra de Dios Espíritu Santo, no tuvo otro objetivo que el hombre recuperara la dignidad de la gracia. Así podemos ver cuán grande cosa es la gracia, cuando consideramos que el Inmudable se movió de su augusta y celestial silla y trono y, llevado por el Divino Amor, dejó el trono celestial para encarnarse en el seno virginal de la más agraciada doncella que la humanidad tenga memoria, María Santísima.

         Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En términos humanos, cuando un rey sale de sus posesiones para internarse en tierras extranjeras, es solo para tratar asuntos de suma importancia; ¡cuán importante será la gracia, pues por ella el Unigénito dejó el trono que en la eternidad tenía junto al Padre, para encarnarse en ese trono virginal que es el seno de María Santísima! Cuando se contempla que el Verbo Eterno de Dios, dejando de lado a los sublimes espíritus angélicos ingresa en este mundo terreno nuestro y en nuestra historia, inferior en un todo al tiempo en el que viven los ángeles –que se llama aevum-, siendo que nuestro mundo se llama, con toda justicia, “valle de lágrimas” y mazmorra de cautivos y así y todo el Verbo Eterno se reviste con ropas de esclavo, esto es, se une en su Persona divina a nuestra naturaleza humana, ¿no quedaría, quien contemplara esta sublime acción del Verbo, inmerso en la más completa admiración? Quien contemplara esta acción del Verbo, no podría menos que postrarse en adoración y acción de gracias, en el tiempo y en la eternidad, por tanto Amor.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, s. d., 108.
[2] Cfr. NIeremberg, ibídem, 109.

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