jueves, 31 de enero de 2019

Hora Santa en reparación por ataque a iglesia en Maracaibo por parte del comunismo chavista 270119





Los colectivos "chavistas-maduristas", eufemismo por "bandas de comunistas delincuentes armados" perpetraron una profanación contra la 
Iglesia Parroquial Nuestra Señora de Guadalupe, 
en la localidad de Maracaibo, Venezuela, provocando destrozos, profanando el Santísimo Sacramento y dejando heridos a más de quince fieles. Condenamos y repudiamos este otro lamentable hecho a manos del régimen narco-comunista que ha usurpado el poder en Venezuela desde hace veinte años.

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el brutal atentado perpetrado por la secta comunista chavista contra la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe en Maracaibo, Venezuela. Los pormenores y el vídeo acerca de este lamentable hecho se pueden encontrar en el siguiente enlace: 

          Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer misterio (misterios a elección).

Meditación.

Para describir la acción sobrenatural –invisible y, en la mayoría de los casos, no percibida por los sentidos- que se verifica en la comunión eucarística, los santos han acudido a repetidas figuras, tomadas de la vida cotidiana, tales como por ejemplo, el agua. Así, por ejemplo, San Cirilo de Alejandría, Padre de la Iglesia, utiliza la  imagen del agua que hierve para describir la fusión de amor que se produce con Jesús Sacramentado[1]: “El que comulga está santificado, divinizado en su cuerpo y en su alma a la manera del agua que, puesta sobre el fuego, hierve…”. Es decir, para el santo, el alma que comulga recibe tanto calor del Amor del Corazón Eucarístico de Jesús, que es como si su corazón estuviera en ebullición en el agua hirviendo.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          La presencia de todo un Dios en el alma no puede ni debe pasar desapercibida. Quien comulga la Eucaristía y a los segundos ya está pensando en cosas mundanas, lo único que demuestra es que, o pensó que comulgaba un poco de pan y no merecía mayor atención, o si pensó que era a Dios a quien comulgaba, también decidió que no merecía mayor atención. De todas maneras, comulgar así es, de parte del cristiano, cuanto menos, una irreverencia y una muestra de desagradecimiento. Los santos eran bien conscientes de que la acción de gracias luego de la comunión debía ser no solo prolongada en el tiempo, sino intensa en la misma acción de gracias. Algunos santos hacían acción de gracias de una hora de reloj. Al respecto, Santa Teresa de Jesús, decía así a sus hermanas en religión: “Entretengámonos cariñosamente con Jesús y no perdamos la hora que sigue a la comunión: es un tiempo excelente para tratar con Dios y para presentarle los intereses de nuestra alma… Porque sabemos que Jesús bueno se queda con nosotras hasta que el calor natural haya consumido los accidentes del pan, debemos tener gran cuidado en no perder tan bella ocasión de tratar con Él y presentarle lo que necesitamos”.

          Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          Todavía más, siempre conscientes de la presencia del Señor Jesús en el alma como efecto de la comunión, y convirtiendo sus corazones en otros tantos sagrarios vivientes en los que adoraban a Jesús Eucaristía, santos como San Juan de Ávila, San Ignacio de Loyola y San Luis Gonzaga hacían la acción de gracias, de rodillas, durante dos horas. Santa María Magdalena dei Pazzi, hacía acciones de gracia tan largas, que con frecuencia pasaba por alto los horarios de las comidas en comunidad y decía: “Los minutos que siguen a la comunión son los más preciosos que tenemos en la vida; los más adecuados de nuestra parte para tratar con Dios y de parte de Dios, para darnos su Amor”. Los santos no se quedaban ni dormitando, ni pensando en banalidades, luego de la comunión: convertían sus corazones en sagrarios vivientes y allí continuaban adorando a Jesús Eucaristía, tal como lo hacían antes de la comunión.

          Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Muchos cristianos, inmediatamente después de comulgar, se olvidan por completo qué es lo que acaban de hacer y, como si de desmemoriados se tratara, comienzan a pensar en cosas mundanas y banales. Tal como si no hubieran comulgado o como si hubieran ingerido un poco de pan. Muchos también muestran la misma actitud cuando, apenas finalizada la misa, salen a toda prisa para continuar con sus tareas habituales, como si el Dios del universo no hubiera entrado en sus almas. San Felipe Neri, para hacer ver la importancia que tiene un alma cuando comulga, hacía acompañar de dos monaguillos con velas encendidas a los que, habiendo comulgado, salían de la iglesia inmediatamente después de comulgar. Cuando alguien invita a un huésped a su casa –y más todavía, si ese huésped es distinguido-, no se es descortés con él, dejándolo sólo en la sala de recepción, para ir al jardín a dar de alimentar las mascotas. No, cuando llega un huésped, se busca de tratarlo de la mejor manera posible, de modo que el huésped se sienta a gusto en casa. Hay santos que dicen que muchos han recibido a huéspedes y en realidad eran ángeles. ¡Cuánta más atención debemos prestar a nuestro Huésped de honor, Cristo Jesús, cuando por la comunión ingresa en esa casa que es nuestra alma! ¿Lo dejaremos sólo, mientras nos entretenemos en pensamientos mundanos o, por el contrario, nos quedaremos con Él, dándole muestras de acción de gracias, de amor y de adoración, por haberse dignado a visitar nuestras humildes moradas?

          Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Hay un motivo más para hacer una acción de gracias más prolongada y esto es de interés de nuestra parte: Santa Teresa de Ávila decía que Jesús “devuelve el céntuplo de la recepción que se le hace”. Es decir, puesto que “Dios no se deja ganar en generosidad”, tampoco se deja ganar, ni en el tiempo que le dediquemos luego de la comunión, ni en el escaso amor que seamos capaces de prodigarle ante su Presencia. Una vez, un compañero del Padre Pío de Pietralcina contó que un día fue a confesarse con el santo, acusándose, entre otras cosas, de que había omitido la acción de gracias en la Santa Misa por causa de una obligación de su ministerio. El Padre Pío, benévolo cuando escuchaba otras faltas, se puso muy serio cuando oyó ésta, con el rostro sombrío y dijo con una voz firme: “Tengamos cuidado de que el no-poder no sea el no-querer. ¡La acción de gracias la debes hacer siempre, si no lo pagarás caro!”. Que esta suave reprimenda del Santo Padre Pío a este fraile, sea también para nosotros: no descuidemos la acción de gracias, convirtamos nuestros corazones en otros tantos altares eucarísticos en donde sea colocado Nuestro Señor Jesucristo, y adorémoslo allí todo el tiempo necesario, luego de la comunión.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Cfr. Stefano Maria Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Escogidos, Madrid 2006, 70.

No hay comentarios:

Publicar un comentario