viernes, 10 de agosto de 2018

Hora Santa en reparación por profanación de Basílica de San Pablo con música tecno 030818



Imágenes que demuestran la profanación ocurrida en la Basílica San Pablo Extramuros en Roma.

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación sufrida por la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma: en ocasión de un encuentro con cientos de monaguillos, la Basílica -en donde descansan los restos del Apóstol- fue alumbrada como si fuera una discoteca y se pasó música del género “tecno”. La información relativa al triste suceso se encuentra en el siguiente sitio:


         Al mismo tiempo que ofrecemos reparación y desagravio por esta profanación, pedimos perdón y reparamos por nuestros propios pecados, además de pedir por la conversión propia, de nuestros seres queridos y de todo el mundo.

         Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad, a adorar a Cristo que está en el altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario (misterios a elección).

Primer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En el tiempo de Pasión y en su himno de Vísperas de la Fiesta de la Santa Cruz la Iglesia canta así: “Resplandece el misterio de la Cruz” – Fulget Crucis mysterium[1]. La Cruz es un misterio, un misterio sobrenatural, que viene del seno mismo de Dios Trino y por ese motivo es imposible de ser comprendida cuando se la contempla con la sola luz de la razón natural. Muchos, incluidos los cristianos en primer lugar, no entienden la Cruz por esta razón, porque la contemplan con la sola luz de la razón humana. Vista así, la Santa Cruz es incomprensible, porque se la ve como un lugar de tortura, de muerte, de ignominia, de humillación, de dolor insoportable. Vista así, la Cruz no resplandece y es por esto que muchos hombres, entre ellos muchos cristianos, no comprenden la Cruz, no ven el resplandor divino que emana de ella y no comprenden lo que la Iglesia canta: “Resplandece el misterio de la Cruz”.

         Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         La Cruz resplandece, no por sí misma, sino porque en ella, el que cuelga, es Dios omnipotente, el Dios que es la “Lámpara de la Jerusalén celestial” (cfr. Ap 21, 23) y que con la luz que brota de su Acto de Ser divino trinitario, ilumina a los ángeles y santos en el cielo. En la Cruz resplandece la gloria de Dios, Cristo Jesús, el Hombre-Dios y es esto lo que la Iglesia contempla, a la luz de la fe y es lo que quiere expresar cuando dice: “Resplandece el misterio de la Cruz”. La Cruz resplandece porque es un misterio, porque el Hombre que cuelga de ella es un misterio, puesto que no se trata de un hombre más entre tantos; no se trata de un hombre santo, ni siquiera el más santo de los santos: es el Hombre-Dios, en quien resplandece la santidad, porque Él es la Santidad Increada, fuente de toda santidad. Por Él, por Jesucristo, es santo todo lo que es santo, y nada fuera de Él es santo ni puede ser santo, porque Él es la Santidad de Dios en Persona. Es por esta razón que la Iglesia canta: “Resplandece el misterio de la Cruz”.

         Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         La Santa Cruz resplandece y con el esplendor de su gloria ilumina, en el cielo, a la Jerusalén celestial, llenando de gozo y dicha sobrenaturales a los bienaventurados espíritus, los ángeles y santos que tienen la dicha de contemplar al Cordero por la eternidad. Pero en la tierra también resplandece la Santa Cruz y con su luz santa y gloriosa ilumina las tinieblas de nuestros corazones[2], llenándonos de la paz, del amor, de la alegría y del gozo de Dios. Por esta razón, no es indiferente contemplar o no contemplar la Cruz: quien no la contempla o la contempla a la sola luz de la razón humana, permanece en tinieblas; quien la contempla a la luz de la fe, en el esplendor de su misterio sobrenatural, queda envuelto por su luz gloriosa.

         Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         De la Cruz emana la luz gloriosa del Cordero, pero también emana su fuerza, que es la fuerza de Dios omnipotente. Aunque en la Cruz Jesús da la apariencia de un hombre derrotado, acompañado solo por su Madre, puesto que lo han abandonado sus más fieles discípulos y amigos y muere rodeado de sus enemigos, en realidad, en la Cruz, resplandece la fuerza de Dios, la fuerza omnipotente con la cual vence a los tres grandes enemigos de la humanidad: el Demonio, el Pecado y la Muerte. Los tres enemigos son vencidos en el instante mismo en el que la Cruz es clavada en el pozo excavado en la cima del Monte Calvario, porque el que es elevado en la Cruz es Dios omnipotente. Al ser elevada la Cruz, el Demonio es vencido y humillado y enviado al Infierno eterno; al ser elevada la Cruz, la Muerte es derrotada porque el Cordero la vence con su propia muerte, dándonos de su vida, que es la Vida eterna; al ser elevada la Cruz, el Pecado es quitado de las almas de los hombres, porque el Cordero lava, con su Sangre Preciosísima, los pecados de todos los hombres, los pecados que Él había cargado sobre sus espaldas y ahora, con el correr de su Sangre sobre Él, quedan borrados para siempre. En la Cruz resplandece el misterio del triunfo de Dios Trino sobre los tres grandes enemigos del hombre: el Demonio, la Muerte y el Pecado.

         Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         La Cruz es un misterio sobrenatural absoluto, que solo puede ser aprehendido y contemplado a la luz de la fe. De otra manera, no se entiende cómo un hombre, que aparece derrotado, vencido por sus enemigos humanos –los judíos y los romanos-, abandonado por sus amigos, despreciado por los que recibieron milagros de Él, los habitantes de Jerusalén, y acompañado solo por su Madre, que aparece, al lado de la Cruz, tan frágil como Él, pueda emitir una fuerza de vida tan poderosa, capaz no solo de derrotar a los tres grandes enemigos del hombre –el Demonio, el Pecado y la Muerte-, sino también capaz de dar, al hombre redimido, al hombre al que le han sido quitados sus pecados, una fuerza de vida que supera a la fuerza de vida puramente creatural, porque es una fuerza de vida divina. Esto es así porque el que el pende de la Cruz no es un hombre más, sino el Hombre-Dios, que comunica de su vida divina a quien, con el corazón contrito y humillado, se acerca a la Cruz y, de rodillas, besa sus pies y su Sangre bendita y pide perdón por sus pecados. Es entonces cuando la Cruz muestra toda la fuerza mística que de ella brota, toda la virtus sobrenatural[3] que, emanando del Acto de Ser divino trinitario del Hombre-Dios, desciende con la Sangre que mana de sus heridas, cubriendo el corazón del hombre arrepentido por su deicidio. Porque el hombre se ve regenerado con una fuerza de vida divina que emana de la Cruz y le es comunicada por la Sangre del Cordero, es que decimos que la Cruz es un misterio sobrenatural absoluto, que resplandece ante los ojos de los bienaventurados en el cielo y ante los ojos de los hombres pecadores en la tierra.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Cfr. Odo Casel, Misterio de la Cruz, Ediciones Guadarrama, Madrid2 1964, 43.
[2] Cfr. Casel, ibidem.
[3] Cfr. Casel, ibidem.

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