viernes, 4 de mayo de 2018

Hora Santa en reparación por profanación de la Virgen en UNCuyo por abortistas 280418



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario en desagravio por ultraje y profanación a la Madre de Dios. Dichos actos consistieron en colocar un pañuelo verde, símbolo que identifica a los partidarios de la muerte de niños por nacer, en una imagen de Nuestra Señora ubicada en un predio de la UNCuyo en la provincia de Mendoza, Argentina. Los datos relativos al penoso hecho se encuentran en el siguiente sitio electrónico:


Pediremos por la conversión de quienes cometieron este acto sacrílego, como así también nuestra propia conversión, la de nuestros seres queridos y por todo el mundo.

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

Siendo la gracia santificante, obtenida al precio altísimo de la Vida y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo ofrecidas en la cruz, el don más grandioso del Corazón de Dios Trino, el cristiano debe organizar su vida de manera tal de extremar los actos destinados a adquirirla, aumentarla y conservarla[1]. Comenzando desde su adquisición, la gracia es un don tan grandioso y celestial, que ninguna creatura, ni humana ni angélica, la puede recibir por méritos propios, ni por sus propias fuerzas, ni por sus propias acciones. Es el Hijo de Dios quien la ha merecido para nosotros, puesto que Él, siendo la Gracia Increada en sí misma, poseyéndola Él por naturaleza y en plenitud infinita, además de ser el Autor y Creador de toda gracia participada. El ser humano no puede, de ninguna manera, producir la gracia por sus propias fuerzas, pues eso equivaldría a que él mismo tendría la capacidad de crearse de la nada, lo cual a todas luces es imposible. Más bien se compara a un injerto –celestial- en un árbol ya constituido[2]. Es Dios mismo, quien nos ha creado, el que nos concede la gracia, para lo cual debe hacernos “nacer de nuevo, de lo alto”, mediante la infusión del Espíritu Santo que nos hace hijos suyos adoptivos[3]. ¡Madre de la Divina Gracia, intercede para que la gracia depositada en nosotros por el Bautismo sacramental, nos haga desear vivir cada vez más en gracia, rechazando el pecado y todo obstáculo que nos impida vivir como hijos adoptivos de tu Hijo Dios!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

No merecemos la gracia ni tampoco podemos adquirirla por méritos propios ni la tampoco la podemos producir por nosotros mismos, pero sí podemos y debemos procurar, al menos, no ser absolutamente indignos de ella y marchar a su encuentro –esto ya es una respuesta a la acción primera de la gracia en nosotros- de manera tal de prepararnos y hacernos dignos de ella quitando los obstáculos y disponiendo nuestra voluntad al deseo de recibirla, por medio de sentimientos y pensamientos santos y agradables a Dios[4]. El solo hecho de desear la gracia es ya acción de la gracia y esto debemos reconocerlo para no apagar la brasa que el Espíritu Santo ha encendido en nosotros, al tiempo que debemos reconocer que por nosotros mismos no podemos ni siquiera desear eficazmente la gracia, ya que estamos lejos de merecerla[5]. Así como es imposible que una piedra se dé vida a sí misma, así es imposible que el hombre desee, por sí mismo, la gracia. Por lo tanto, para adquirir la gracia, sólo resta que sea el Espíritu Santo en persona quien infunda en nosotros el deseo de la gracia y nos empuje hacia ella mediante las gracias actuales. Éste es el significado de las palabras de Jesús: “Nadie viene a Mí si mi Padre no lo atrae” (Jn 6, 44), es decir, “Nadie desea unirse a Mí por la gracia, si mi Padre no lo atrae previamente, infundiendo en el alma su Espíritu”. Y también dice el Apóstol que ni siquiera podemos pensar de un modo eficaz y saludable en lo que concierne a la gracia: “No tenemos fuerza para concebir cosa alguna por nosotros mismos; mas nuestra fuerza viene de Dios” (2 Cor 3, 5). ¡Madre de la Divina Gracia, haz que no rechacemos el incipiente deseo de vivir en gracia que el Espíritu de Dios siembra en nuestros corazones!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

Hay ejemplos, tomados de la naturaleza, que nos ayudan a comprender la imposibilidad de que el hombre pueda darse a sí mismo la gracia o de que la gracia esté o sea inherente a su naturaleza humana: esto último es tan imposible, como es imposible que el hierro se ponga incandescente por sí mismo, o que siquiera se dé a sí mismo el mínimo de calor para prepararlo para la incandescencia[6]. En otras palabras, y dicho de manera positiva, así como es el fuego el que dispone el hierro a la incandescencia y lo vuelve incandescente, al punto tal que el hierro y el fuego parecen ser una sola cosa cuando el hierro se torna incandescente, así es la gracia santificante, obtenida por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo en la cruz para nosotros, es lo que diviniza al espíritu humano y de manera tal, que el hombre se vuelve “un solo espíritu” con Cristo Jesús por la acción de la gracia. “María Santísima, haz que, sabiendo reconocer los rayos de luz de la gracia de Jesús, sepamos corresponder a la misma tendiendo al Amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Sol de justicia”.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

El hombre necesita ser preparado con gracias sobrenaturales para entrar en el estado sobrenatural de justificación, que jamás puede ser obtenido por sí mismo, porque la gracia es un don y no una producción del espíritu humano. Ejemplo análogo lo obtenemos con la luz del día y la luz de la aurora que iluminan la noche para dar paso al día: tanto una como la otra provienen de la misma fuente, el sol y son, por lo tanto, de la misma naturaleza. Si nuestra alma, oscurecida a causa del pecado original, ha de recibir la luz de la gracia que proviene del Sol de justicia, Cristo Jesús, la preparación para la justificación –esto es, la concesión de gracias para la gracia de la justificación- no es otra cosa que la aurora de este día, por lo que necesariamente la preparación para la justificación sea un rayo de la misma luz y una misma emanación del Sol divino, Cristo Jesús, de cuya luz divina, por la justificación, nos hacemos participantes[7]. “¡María, Medianera de todas las gracias, líbranos siempre del error de pensar que en nosotros está o que de nosotros surge la justificación! ¡Haz que reconozcamos en tu Hijo, Jesucristo, Sol de justicia, el origen de la gracia que nos prepara para la justificación y la que nos hace justos a los ojos de Dios, ya que como Él lo afirma en el Evangelio, “sin Él nada podemos hacer”[8]. Amén”.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

Ya el solo deseo de practicar las virtudes para la justificación y el tender al cumplimiento de su ley sobrenatural por amor suyo, es indicio de la acción de la gracia santificante en el alma y a ella debemos responder prontamente. Sería imposible tender a Dios y al cumplimiento de su ley sobrenatural, si Él mismo no pusiera en nosotros ya ese deseo de forma incipiente; sería imposible para nosotros el tender al cumplimiento de su ley sobrenatural, si Él no pusiera en nuestras almas algunas virtudes sobrenaturales que tienen sus raíces en la gracia, introducidas con el Bautismo sacramental. La luz y el calor provienen del ardor del fuego que vuelve incandescente al hierro pero éste no puede ponerse al rojo vivo si estos no lo preceden en el objeto antes de que éste se vuelva incandescente. Las virtudes sobrenaturales provienen de Dios que las infunde en nuestra alma antes de la gracia, pero nunca provienen de nosotros mismos; es algo así a como la luz y el calor del fuego penetran lentamente en el hierro hasta que éste se torna incandescente. “María Santísima, que nunca caigamos en el error de pensar que la santidad depende de nosotros mismos, o que Dios no es necesario, al menos al inicio de la misma, pues esto significaría colocarnos indebidamente a la misma altura de Dios –lo cual sería pecado de soberbia- o bien significaría degradar la divinidad de Dios a nuestra pobre naturaleza humana. Líbranos, oh María Santísima, del error de creer que podemos ser Dios sin Dios. Amén”.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Sitio del P. Álvaro: “Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús”, http://adoracioneucaristicaperpetua.blogspot.com.ar

        


[1] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, Las maravillas de la Gracia Divina, Ediciones Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 226.
[2] Cfr. ibidem, 227.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. ibidem.
[5] Cfr. San Celestino, 1, De gratia Dei indiculus; Segundo Concilio de Orange, can. 3ss.; Concilio de Trento, ses. VI; Constitut. Auctorem fidei. n. 18; De conditione hominis in stato nature. Cit. Scheeben, Las maravillas, 227-228.
[6] Cfr. Scheeben, Las maravillas, 228.
[7] Cfr. ibidem.
[8] Cfr. Jn 15, 5.



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