miércoles, 9 de mayo de 2018

Hora Santa en reparación por comunión sacrílega de transexual en Argentina 070518



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la comunión sacrílega de un transexual en Argentina. La información relativa a tan lamentable hecho se puede verificar en los siguientes enlaces:




Según se desprende de las noticias, el pasado 19 de abril de 2018 un conocido transexual de Argentina cometió un sacrilegio eucarístico en la televisión en vivo. La ocasión fue la fiesta de San Expedito, un mártir armenio que es especialmente venerado en las afueras de Buenos Aires con misas al aire libre. El transexual se acercó a una mujer ministro de la Eucaristía y le pidió la comunión y aunque la conductora y otros hombres en el estudio de televisión trataron de detenerlo, advirtiéndole que no lo haga porque uno debe confesarse y estar en un estado de gracia para recibir la Comunión, el individuo, sin tener en cuenta las advertencias, hizo un gesto al ministro, diciendo sarcásticamente “Bueno, voy a recibirla [Comunión]. No sé cuán libre estoy de pecado, tal vez le dije una pequeña mentira”. Luego de recibir la comunión, el transexual dice burlonamente: “¡Bueno, vamos a ver si me desintegro!”. 
Pediremos por la conversión de quien cometió este acto sacrílego, como así también nuestra propia conversión, la de nuestros seres queridos y por todo el mundo.

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

Para recibir la gracia santificante se necesita, como primera condición, es la fe sobrenatural; es el primer paso que lleva a la gracia y sin ella nada podemos hacer[1]. Es la raíz de la que brota todo lo necesario para adquirir la gracia[2]. La fe es necesaria para buscar y hallar la gracia; es necesaria para conocer su valor inestimable y para desearla; para saber dónde buscarla y encontrarla. Ahora bien, la fe que se necesita para conocer la grandeza y la belleza de la gracia divina no es una fe cualquiera; no es una fe puramente humana: es una fe sobrenatural y divina. El motivo es que nuestra razón natural, por los límites propios de la naturaleza humana, no nos proporciona, sino por lejanas analogías, tanto la majestuosidad como la hermosura de la gracia divina. Lo que la razón puede hacer es comparaciones con bienes terrenos perecederos, porque eso es lo que naturalmente conoce, pero o puede ir más allá. Por sí misma, la razón no es capaz de conducirnos a los bienes celestiales de la gracia divina. Por la razón, construiríamos una religión puramente natural, en donde no existiría el cielo ni mucho menos aparecería en nuestro horizonte espiritual el introducirnos en el seno del Eterno Padre: construiríamos una religión meramente natural, religión que trasladaría al más allá los placeres carnales y terrenos y que por lo tanto permanecería en la miserable estrechez de nuestra baja condición humana[3]. Sin la fe sobrenatural, nuestra religión sería una religión puramente natural, invento de hombres y no creación del Hombre-Dios.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

         La razón es del todo insuficiente para elevarnos a la contemplación de la majestad y hermosura de la gracia. Si nos dejáramos guiar por la razón natural, en nuestros corazones no surgiría nunca ni siquiera la posibilidad de remontarnos, como el águila hacia el sol, para ingresar en el seno del Eterno Padre. La razón natural sólo puede concebir una religión natural, esto es, concebida según los estrechos límites y capacidades de la naturaleza humana. Pero al igual que sucede en el cosmos, que al finalizar la noche aparece la estrella luciente de la mañana que indica la llegada del sol y con él el nuevo día, de la misma manera la fe, al igual que la estrella de la mañana, luce en esta noche de la razón terrena de manera que sea el mismo Dios quien nos revele los misterios de la gracia, haciendo surgir en nuestro interior una imagen de su hermosura, al tiempo que coloca en nuestra alma un deseo inefable de poseer esa belleza que es la gracia santificante. De esta manera, la fe nos despierta del sueño de la razón y nos introduce en el esplendor del Sol de justicia que ilumina el Nuevo Día que así brota en el alma, la vida de la fe, que nos estimula a desear, conquistar y conservar la gracia.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

Muchos, cuando piensan terrenal y carnalmente, suspiran por los tesoros de la tierra y anhelan encontrar un mapa del tesoro, una vía que los haga descubrir cuáles son los objetos y bienes más preciados de la tierra, como el oro y la plata. Sin embargo, esos bienes son menos que el polvo y el barro cuando se los compara con la gracia sobrenatural, el verdadero y único bien celestial y sobrenatural que el hombre debe procurar para sí y para sus hermanos, si es que de veras los ama. Y la clave de bóveda, o el mapa para llegar al tesoro escondido, o la llave que abre el tesoro del mayor bien que puede obtener el hombre en esta vida, es la fe sobrenatural, por eso hay que pedirla como lo que es, un don inefable del Amor de Dios. Por lo tanto, los cristianos, que poseemos la fe como en germen por el bautismo, debemos esforzarnos por conservarla y acrecentarla, ya que es el camino libre y despejado hacia el tesoro de la gracia santificante[4].

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

         Con mucha frecuencia y aun sin motivos razonables suficientes, damos crédito a cualquier cosa que –según suponemos- puede concedernos la dicha o el honor. En no pocas ocasiones, cada cual tiene por verdadero no lo que es verdadero en sí, sino lo que cada uno elige que sea verdadero, aun sin serlo. Cada cual elige lo que lo halaga en su vanidad, lo que lo enaltece en su vanagloria y en su amor propio y admite promesas de hombres viles que no tienen ni el deseo ni la capacidad de cumplirlas. Si creemos con prontitud cosas que no son veraces, ni útiles, porque solo satisfacen nuestro orgullo y amor propio, y ni siquiera pueden ser realizadas, porque quien nos las promete ni quiere ni puede cumplirlas, ¿por qué entonces no creemos con prontitud y alegría lo que se nos dice con respecto a la gracia, en cuanto que es un gran honor y nos proporciona un gozo sobrehumano? ¿No es acaso un gran orgullo el ser hijos adoptivos de Dios? ¿Por qué somos reacios a creer en las bondades, majestuosidades y felicidades sin fin que nos trae la gracia, por el solo hecho de hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad, Dios Bendito por los siglos? ¿No nos corresponde a nosotros el reproche dirigido por Jesús a los discípulos de Emaús, antes de que éstos lo reconocieran como resucitado: “Hombres tardos de entendimiento, ¡cuánto os cuesta creer lo que os enseña la Santa Madre Iglesia!”? (cfr. Lc 24, 25).

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

Nuestra fe en los esplendores de la gracia no es vana ni carente de fundamento; por el contrario, es nada menos que la autoridad de Dios la que nos revela sus maravillas y promete que nos las habrá de comunicar. Por esa razón, mediante una fe sincera y leal, debemos y podemos aceptar las grandes y preciosas promesas de la gracia hechas por Dios. La fe en la Palabra de Dios no es un simple sentimiento sino “la substancia”, es decir, es ya “una posesión real de las cosas que esperamos, una prueba de aquellas que no son manifiestas”[5], porque en Dios las aprehendemos con mayor seguridad y firmeza que si las viéramos con nuestros propios ojos y las tocáramos con las manos. Esto es lo que dicen los santos, como Santa Teresa, quien afirmó que ella no envidiaba a los que habían visto al Salvador con sus ojos, pues lo veía de una manera viva con los ojos de la fe en el Santísimo Sacramento del altar. Si la fe es, como nos dice la Iglesia, la posesión real de aquello en lo que se cree, entonces los cristianos somos los hombres más dichosos del mundo, aun en medio de las tribulaciones de la vida y las persecuciones, porque por la fe poseemos al Hombre-Dios Jesucristo que, por la Eucaristía, viene a nuestros pobres corazones.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

        


[1] Cfr. Concilio de Trento, Ses. VI. c. 6.
[2] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, Las maravillas de la Gracia divina, Ediciones Desclée de Brower, Buenos Aires 1945, 231.
[3] Cfr. Scheeben, o. c., 231.
[4] Cfr. Scheeben, Las maravillas, 231.
[5] Cfr. Heb 11, 1.

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