jueves, 2 de octubre de 2014

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor de Jesús, Rey de los Ángeles, en honor de la Virgen, Reina de los Ángeles, y en honor de los Ángeles de Dios


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor de Jesús, Rey de los Ángeles, en honor de María Santísima, Reina de los Ángeles, y en honor de los Ángeles de Dios

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir) Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Meditación

         Jesús, Tú eres el Rey de los Ángeles; Tú los creaste para nuestra protección en la lucha contra el mal, contra las potestades y principados de las tinieblas, pero sobre todo, para que nos ayudaran a crecer en tu conocimiento y en tu amor. Tú creaste a San Miguel Arcángel y dispusiste que fuera el gloriosísimo Príncipe de la Milicia celestial; él fue quien, imbuido de ardiente amor hacia la Santísima Trinidad, cuando la Antigua Serpiente, enceguecida en su soberbia, osó gritar en los cielos y alzar su insolente y blasfema voz contra la augustísima y santísima Trinidad, elevando su voz con una potencia más alta que la del trueno, San Miguel Arcángel gritó: “¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios!” y a las órdenes de la Divina majestad, desencadenó el ataque de los ejércitos celestiales y entabló el admirable combate que, en nombre del Triuno Dios, expulsó para siempre, de los cielos, al Dragón rojo, la Serpiente infernal y a todos sus secuaces, los ángeles pervertidos, para cuyos corazones turbios, malignos y oscuros, ya no hubo ni habrá jamás lugar en las moradas celestiales, por los siglos sin fin. Jesús, que el gloriosísimo Príncipe de la Milicia celestial, San Miguel Arcángel, que bajo tus órdenes, y encendido de amor hacia Ti y hacia el Padre y el Espíritu Santo, entabló la asombrosa lucha en los cielos, por medio de la cual expulsó para siempre al Maligno y Tenebroso Ángel de las tinieblas, que “cayó como un rayo a la tierra”, para dar combate a los hijos de la Virgen, nos asista a nosotros en la desigual lucha que debemos entablar contra este siniestro y perverso Dragón infernal, que busca por todos los medios inocular en las mentes y en los corazones de los hombres el veneno pestilente y el vómito inmundo de su rebelión demoníaca, que se traduce en el ateísmo, en el materialismo, en la lujuria, en la mentira, en la traición, en la negación de todo lo bueno y lo santo y en todo género de perversión y engaño. Jesús, que San Miguel Arcángel, el gloriosísimo Jefe de las Triunfantes Legiones celestiales, nos asista, bajo tu guía y dirección, oh Cordero Victorioso que triunfaste en la cruz, para que enarbolando nosotros el estandarte ensangrentado y victorioso de la cruz, derrotemos, por tu Sangre y en tu Nombre, al Demonio y a sus huestes infernales, para que aplastados por el talón de la Madre de Dios, sean hundidos y humillados hasta lo más profundo del Infierno y no levanten nunca más su arrogante y demoníaca cabeza, para que nunca más osen proferir blasfemias en contra de la augustísima y santísima Trinidad, y nunca más osen poner trampas para llevar a los hombres a la eterna perdición. Amén.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.


Adoración a Jesús, Rey de los Ángeles

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir) Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Meditación

Jesús, el Arcángel San Gabriel fue quien llevó el alegre Anuncio, de parte de la Trinidad, a la Virgen Santísima, de que había sido elegida, desde la eternidad, para ser la Madre de Dios, porque sólo Ella había sido hallada digna de alojar, en su mente y en su corazón purísimos primero, y en su seno virginal e inmaculado después, al Verbo de Dios, que habría de encarnarse, llevado por el Divino Amor, desde el seno del Eterno Padre en los cielos, al seno de la Madre Virgen en la tierra. El Arcángel Gabriel le anuncia alegría de parte de la Trinidad, porque en virtud de su Inmaculada Concepción y por ser Ella la inhabitada por el Espíritu Santo, las Tres Divinas Personas la han considerado digna de ser la única creatura en el universo visible e invisible en grado de ser, al mismo tiempo, Hija Dilectísima de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo, con lo cual la Virgen es la elegida para cumplir la tarea más asombrosa y grandiosa después de la del Redentor de los hombres, y es la de ser Madre y Virgen y Corredentora, porque habría de alojar en su seno purísimo a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, la Palabra Eterna del Padre hecha carne, para ser Madre de Dios, permaneciendo Virgen al mismo tiempo, y habría de ser Corredentora, porque María Santísima participaría místicamente de los dolores de la Pasión de su Hijo, con los cuales habría de redimir, junto a su Hijo, a la humanidad entera y eso llenó de amor y de alegría el corazón de la Virgen y la llevó a dar el “sí” a la voluntad divina, porque el cumplimiento de la Voluntad de Dios solo trae al alma amor, alegría y paz. El Arcángel Gabriel le anuncia a la Virgen que Ella habrá de ser la Custodia Viviente más preciosa que el oro y el Sagrario Vivo  más rico que si estuviera enjoyado de diamantes y rubíes, porque habrá de alojar en su seno purísimo y virginal, al Verbo de Dios invisible y una vez en su útero maternal, la Virgen y Madre habrá de hacer con su hijo, el Verbo, traído por el Espíritu Santo, sin concurso de varón, como hace toda madre con su hijo: tejerle un cuerpo para volverlo visible, y alimentarlo con su propia carne y su propia sangre, de manera tal que el Verbo Invisible se vuelve visible en el seno de María Virgen, la cual, de esta manera, alojaba en su seno virginal al Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, la Eucaristía, para ser donada al mundo como Pan de Vida eterna, anticipando así lo que haría luego  la Iglesia en la Santa Misa. Así, el Arcángel Gabriel nos asiste para que imitemos a la Santísima Virgen en su disposición para recibir al Verbo de Dios: así como Ella recibió al Verbo de Dios con su mente pura, su Corazón Inmaculado, y su cuerpo sin mancilla, así nosotros, los cristianos, debemos recibir a Jesús en la Eucaristía, con pureza de cuerpo –castidad, virginidad- y de alma –en estado de gracia-, al momento de recibir la Sagrada Comunión Eucarística.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir) Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Meditación

Jesús, el Arcángel San Rafael acompañó a Tobías en su travesía y lo sostuvo en sus tribulaciones, y hacia el final, le concedió la curación de la vista de su padre, además de bendecirlo de parte de Dios en su matrimonio. Su nombre significa “Medicina de Dios”, y algunas de sus palabras en la Escritura son: “Bendecid a Dios y glorificadle. Habéis hecho el bien y nada malo os pasará. Por eso me envió Dios a curarte a ti. Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que presentamos las oraciones de los justos” (Tb 12, 15). De la misma manera a como este santo Arcángel asiste a Tobías, joven justo y piadoso, que ama a Dios, obra la misericordia y ama a sus padres y a su esposa, así también su tarea en esta vida es la de asistirnos para que, a semejanza e imitación del piadoso Tobías, crezcamos en el amor a Dios y en el amor a los padres y obremos las obras de misericordia para con  los más necesitados, para que así hagamos realidad lo que Arcángel nos dice en la Escritura, que bendigamos y glorifiquemos a Dios, porque a Dios se lo bendice y glorifica, más que de palabra, con las obras de misericordia para con los padres y para con los prójimos más necesitados. Al igual que el piadoso joven Tobías, y asistidos entonces por los gloriosos Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, también nosotros te bendeciremos y te glorificaremos, oh Jesucristo, Dios de toda gloria y majestad, con nuestras obras y nuestras vidas, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir) Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Meditación

         Jesús, Tú creaste, junto al Padre y al Espíritu Santo, a los Santos Ángeles Custodios, y la Divina Providencia los asignó para que nos asistan desde el nacimiento hasta la muerte para que nos infundan en nuestras mentes y corazones el amor a las cosas del cielo: el amor a Dios Uno y Trino, el amor a Ti, Dios Hijo encarnado, el amor a la Virgen, la Madre de Dios, y fueron asignados también para que nos ayuden a evitar la eterna condenación en el infierno y a salvar nuestras almas, para que el día en que tengamos que comparecer en nuestro juicio particular, nuestras manos estén llenas de obras de misericordia, de manera que seamos juzgados dignos de ingresar al Reino de los cielos para gozar de la eterna bienaventuranza.
         Pero la función principal de nuestros Ángeles Custodios, es la de hacernos crecer en el amor a tu Presencia Eucarística, y puesto que nuestros Ángeles se encuentran ante Ti, adorándote, ante el altar del cielo, cuando Tú desciendes desde los cielos al altar eucarístico, obedeciendo a las órdenes del sacerdote ministerial, nuestros ángeles descienden contigo y se postran ante la Santa Cruz, porque Tú en el altar eucarístico haces lo mismo que hiciste hace veinte siglos en el Calvario, solo que de modo incruento y bajo el velo sacramental: entregas tu Cuerpo en la Eucaristía y derramas tu Sangre en el cáliz del altar, así como en el sacrificio de la cruz entregaste tu Cuerpo y derramaste tu Sangre. Por eso nuestros Ángeles Custodios, en la Santa Misa, te adoran en el Santo Sacrificio del Altar, así como te adoran en el Santo Sacrificio de la Cruz, y así como te adoran en el Santo Sacrificio del cielo, y sabemos que su presencia celestial está cerca nuestro, cuando crece nuestro amor por la Eucaristía, porque esa es su principal tarea en esta tierra, encomendada por la Divina Providencia. Iluminar nuestras mentes y nuestros corazones, para que conozcamos y amemos cada vez más al Cordero de Dios, Presente con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en la Eucaristía, y esto como anticipo de la adoración eterna que, junto con ellos y con la Reina de los Ángeles, y por la Misericordia Divina, esperamos tributarle, por toda la eternidad, en el Reino de los cielos, en la Jerusalén celestial, esa es la tarea principal de nuestros Ángeles Custodios en la tierra, y eso es lo que le pedimos de todo corazón. Amén.
Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir) Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Meditación

Jesús, las funciones de nuestros ángeles se concentran en las de los tres Arcángeles y en las de nuestros Ángeles Custodios: San Miguel Arcángel, el Jefe de la Milicia celestial, nos asiste en nuestra lucha contra “las potestades y los principados de las regiones celestiales” (Ef 6, 12); San Gabriel, nos auxilia, para que vivamos en gracia y seamos puros en cuerpo y alma y así imitemos a nuestra Madre del cielo, la siempre Virgen María, la Inmaculada Concepción, que fue concebida en gracia y Llena del Espíritu de Santo, porque debía alojar el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, la Eucaristía, y entonces nosotros, ayudados por el Arcángel Gabriel, imitando a la Virgen en su pureza de cuerpo y alma, seamos capaces de recibir la comunión eucarística en estado de gracia santificante; San Rafael, a su vez, nos asiste en esta vida, para que crezcamos en el amor a nuestros padres y a nuestros prójimos, auxiliándolos en toda necesidad, para así bendecir a Dios en todo momento con nuestras obras, como modo de anticipar la adoración que esperamos tributarle por toda la eternidad; nuestros Ángeles Custodios nos auxilian en nuestras tareas cotidianas, pero también nos hacen crecer en el amor y en el conocimiento de Jesús en su Presencia Eucarística, en la Santa Misa.
Pero la principal tarea de todas, es la del Ángel que se encuentra quemando incienso con un turíbulo de oro, ante el altar de oro, en el cielo, adorando al Cordero de Dios, llevando las oraciones de quienes aman a Dios, según lo describe el Apocalipsis: “Vino un Ángel y se puso junto al altar con un incensario de oro. Y se le dieron muchos perfumes para que, con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono. Y el humo del incienso subió a la presencia de Dios, de mano del ángel, en representación de las oraciones de los santos” (Ap 8, 3-4). Que nuestras humildes oraciones, llevadas por nuestros Ángeles Custodios, al Corazón Inmaculado de María, suban hasta el altar de tu majestad, oh Jesús, Cordero de Dios, y sea agradables en tu Presencia, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

        Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

           Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles".



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