miércoles, 24 de septiembre de 2014

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado pidiendo por las familias de todo el mundo en ocasión del Sínodo de las Familias de Octubre de 2014


         Inicio: iniciamos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado pidiendo por las Familias del mundo entero, pidiendo a Jesús en la Eucaristía por los integrantes del Sínodo de las Familias a realizarse en el mes de Octubre de 2014.

         Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad, a adorar a Cristo, que está en el altar”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir).

         Meditación

Jesús, Tú, que junto con el Padre y el Espíritu Santo, formas en el cielo la Trinidad Santísima, la Familia original, formada por una comunidad de Personas Divinas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, unidas en el Amor Divino, quisiste, junto con el Padre y el Espíritu Santo, en el misterio insondable de la Sabiduría y el Amor divinos, que la familia terrena fuera una copia, una imagen y una prolongación de la Familia Trinitaria, y así la familia humana, formada por personas y unidas por el amor, es imagen, copia y prolongación de la Familia originaria, la Santísima Trinidad. En la familia terrena, el padre-varón es imagen de Dios Padre, la madre-mujer es imagen del Espíritu Santo, y el hijo es imagen de Dios Hijo; de esta manera, la única familia posible, es la formada por el padre-varón, la madre-mujer y los hijos engendrados de modo natural o incorporados por adopción, ya que es la única familia que refleja el diseño original de la Trinidad. Cualquier otro “modelo familiar alternativo”, es contrario al Querer divino y no se corresponde con los designios de la Sabiduría y del Amor de Dios.



Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

Jesús, Tú eres el Esposo de la Iglesia Esposa, y así eres el ejemplo para todo esposo cristiano, porque en la cruz das tu vida por tu Esposa la Iglesia. Pero no solo eres el ejemplo, sino también la Fuente del Amor, del cual se nutre todo matrimonio católico, porque el matrimonio católico terreno se injerta en la unión esponsal entre Tú y la Iglesia Esposa[1], de manera que el amor de los esposos cristianos se nutre y se alimenta del Amor Divino con el cual Tú nutres a tu Esposa[2], y ese Amor es fiel, casto, puro, celestial, indisoluble[3], y es un amor de cruz, porque llega hasta la muerte de cruz. Y puesto que del desposorio místico entre el Cordero de Dios, que eres Tú, y la Iglesia Esposa, nacen virginalmente la multitud incontable de los hijos de Dios, por medio del sacramento del bautismo, de la misma manera a como el matrimonio tiene su Modelo y su Fuente celestial en el connubio místico entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa, así también la familia católica tiene su modelo a imitar en esta misma unión esponsal mística, de donde surgen los hijos de la Iglesia, los que son adoptados como hijos por Dios, al recibir el sacramento del Bautismo. El amor del matrimonio católico, que debe ser puro, casto, indisoluble, fiel hasta la muerte y muerte de cruz, y las características de la familia católica, que se derivan de la unión esponsal del varón con la mujer, se fundan en el misterio de la unión esponsal entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa, es decir, tienen un fundamento divino, y no pueden modificarse, y por el mismo motivo, no pueden aceptarse otros modelos alternativos, ni de matrimonios, ni de familias.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación

Jesús, Tú, siendo Dios, quisiste nacer en el seno de una familia humana y divina a la vez, formada por el padre-varón, San José, padre y esposo casto y virgen; por María, Madre y Virgen, y por Ti mismo, Hijo de Dios humanado. Esta familia, la Sagrada Familia de Nazareth, formada por la unión de las personas humanas de San José y de María Santísima, y de Ti, Persona divina, la Segunda de la Santísima Trinidad, se constituía de esta manera en el modelo de la Nueva Familia Humana, regenerada por la gracia, en la que las personas humanas, al igual que en la Sagrada Familia de Nazareth, son santificadas y divinizadas por la gracia santificante que brota de Ti, oh Jesús, Fuente Inagotable de Gracia y Gracia Increada en sí misma. A partir de tu Encarnación, de tu Nacimiento y de tu crecimiento y desarrollo en el seno de la Sagrada Familia de Nazareth, que puede llamarse la primera “Iglesia Doméstica”, toda familia cristiana está llamada a ser “Iglesia Doméstica”, por cuanto sus miembros han recibido la gracia santificante de Cristo por el bautismo y por eso son “comunidad salvada”[4], pero al mismo tiempo, como forman parte del misterio de la Iglesia, sus miembros están llamados también a evangelizar los ambientes en los que se desempeñan, con sus testimonios de vida, comunicando a los demás del Amor de Jesucristo, y por eso son también “comunidad salvadora”[5].



         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

Jesús, en nuestros días, los cristianos eligen no casarse por la Iglesia, despreciando el sacramento matrimonial, como algo perteneciente al pasado y como algo propio de mentalidades arcaicas, retrógradas, como algo impropio para la mentalidad liberal y libre de prejuicios del hombre tecnológico, racional, evolucionado y técnico del siglo XXI. Sin embargo, quienes piensan así, no consideran que el matrimonio, independientemente de la edad cronológica de la Humanidad, es y será siempre una fuente inagotable de gracias para los esposos, ya que por el sacramento del matrimonio los esposos cristianos se santifican mutuamente[6], puesto que se encuentran injertos en el connubio esponsal místico entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa. Al estar unidos por el sacramento del matrimonio, los esposos católicos reciben gracias especialísimas, que se derivan del desposorio místico entre el Esposo Cristo y la Iglesia Esposa, gracias que no las reciben quienes no están unidos por el sacramento del matrimonio, y estas gracias les permiten a los esposos católicos superan no solo superar con creces cualquier género de adversidad, sino que los convierte a ellos en foco de santidad mutua y para sus hijos, a la par que glorifican a Dios con sus vidas, preparando así sus moradas para una vida de felicidad eterna en la Casa del Padre. En esto consisten los celestiales y admirables beneficios que poseen quienes están unidos por el sacramento del matrimonio, de los cuales se ven privados quienes, guiados por la mentalidad secularista, relativista, hedonista, atea, agnóstica, materialista, de nuestro siglo XXI, se dejan convencer, para no unirse en matrimonio por la Iglesia.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

Jesús, te pedimos por los esposos cristianos, principalmente por los que se encuentran en graves situaciones de crisis. La inmensa mayoría de ellos, sin embargo, atraviesan estas crisis porque no recurren a la Fuente Inagotable de gracias divinas, el Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa, en donde Jesucristo, el Divino Esposo, renueva cada vez, de modo incruento, su sacrificio en la cruz por su Esposa[7], la Iglesia, dando así a los esposos no solo ejemplo y modelo de amor hasta la muerte de cruz, sino constituyéndose Él mismo como Fuente de ese Amor que los nutre en su peregrinar hacia la Jerusalén celestial, en el desierto de la vida, al entregarse como Pan de Vida eterna en el alimento eucarístico. Al no recurrir a este admirable sacrificio eucarístico, los esposos cristianos se privan, voluntariamente, de la Fuente del Amor Divino, que los consolidaría en las pruebas y en las tribulaciones de la vida y les concedería gracias aun inimaginables, para superar con creces cualquier clase de dificultad. La Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano[8], de donde brotan todas las gracias necesarias para que el matrimonio cristiano supere con creces cualquier tribulación, pero es sobre todo la fuente del Amor de Dios, porque es allí en donde el Divino Esposo, Jesús, derrama todo el Amor de su Sagrado Corazón, en el cáliz eucarístico, y entrega su Cuerpo en la Eucaristía y es por lo tanto, en esta “alianza de amor de Cristo con la Iglesia, sellada con la Sangre de su cruz”[9], en donde los esposos encuentran la fuente misma de su mutuo amor indisoluble, casto, puro y fiel hasta la muerte de cruz. Los esposos cristianos, al alimentarse de la Eucaristía, vivifican desde adentro, con la Sangre del Cordero, su propia alianza conyugal, pero esta vez, santificada con la vida divina del Ser trinitario que fluye en la Sangre de Jesús y así santificados en el Amor de Cristo, los esposos cristianos ven acrecentar su amor mutuo, en un grado y en una intensidad desconocidos, porque el amor esponsal humano ha sido vivificado por el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y este amor así acrecentado, se derrama los hijos, sobre los seres queridos, y sobre todos los que entran en contacto con los esposos y con la familia, convirtiendo a los esposos y a la familia que se nutre del Pan eucarístico en foco de amor ardiente que se traduce en el celo misionero y apostólico[10] de la familia cristiana, que a todos quiere comunicar el Amor de Cristo Jesús.

         Silencio para meditar.

         Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y un Gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario y pidiendo por la salud e intenciones de los pontífices Benedicto XVI y Francisco y por los integrantes del Sínodo de las Familias.

         Meditación

Jesús, queremos pedirte especialmente, por “los privados de familia, por todas aquellas personas que, no tienen en absoluto lo que puede llamarse “familia”, o tienen familias destrozadas, por diversos motivos, como la promiscuidad, la falta de vivienda, la irregularidad de relaciones y la grave carencia de cultura”[11]. Para todos ellos, sin embargo, existe la esperanza, en Cristo, de obtener la “buena nueva de la familia”, porque quienes no tienen una familia natural, tienen sin embargo abiertas las puertas de la “gran familia que es la Iglesia, la cual se concreta a su en la familia diocesana y parroquial, en las comunidades eclesiales de base o en los movimientos apostólicos; por ese motivo, nadie debe –o al menos, nadie debería- sentirse sin familia en este mundo, porque la Iglesia es casa y familia para todos, especialmente para cuantos están fatigados y cargados”[12], y esto constituye un gravísimo deber de caridad, es decir, de amor sobrenatural, para los cristianos que sí tienen familia y para quienes están insertados en movimientos parroquiales y diocesanos, porque les ha sido concedido mucho, y se les pedirá mucho: se les pedirá cuentas del amor dado o del amor no dado a quienes no tenían amor de familia. Nuestra Señora de la Eucaristía, te pedimos que, los que tenemos una familia, pero sobre todo, los que recibimos, en cada comunión eucarística, torrentes inagotables del Amor divino, contenidos en el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, sepamos dar a nuestros hermanos más necesitados, de este Amor recibido en la comunión, porque “en el atardecer de nuestras vidas, seremos juzgados en el Amor”. Amén.

         Silencio para meditar.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.





[1] Cfr. Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 13.
[2] Cfr. ibidem, 20.
[3] Cfr. ibidem, n. 20.
[4] Cfr. ibidem, n. 49.
[5] Cfr. ibidem, n. 49.
[6] Cfr. ibidem, n. 56.
[7] Cfr. ibidem, n. 57.
[8] Cfr. ibidem, n. 57.
[9] Cfr. ibidem, n. 57.
[10] Cfr. ibidem, n. 57.
[11] Cfr. ibidem, n. 85.
[12] Cfr. ibidem, n. 85.

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