miércoles, 8 de octubre de 2014

Hora Santa en reparación al Sagrado Corazón de Jesús


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por las ofensas, ultrajes y sacrilegios que recibe diariamente el Sagrado Corazón de Jesús, Presente, vivo y glorioso, en el Santísimo Sacramento del Altar.

         Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

         Oración inicial: desde lo más profundo de nuestro abismo de indignidad y miseria, y por medio del Inmaculado Corazón de María, dirigimos a Jesús Eucaristía las oraciones que el Ángel de Portugal les enseñara a los Pastorcitos en Fátima: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir).

Meditación

         Jesús, en nuestros días, muchos son los que Te desprecian y por lo tanto, desprecian también la devoción a tu Sagrado Corazón. Jesús, son muchos, y cada vez más, aquellos que piensan, incluso dentro de la Iglesia, que ser devotos del Sagrado Corazón, es algo propio de mentes ancladas en un catolicismo anticuado, o que se trata de devociones propias de señoras cuya avanzada edad sólo les permite dedicarse a rezar agrupadas en cofradías antiguas y pasadas de moda. Sin embargo, oh Jesús, la devoción a tu Sagrado Corazón es de la más recias y viriles, y comprende todas las edades y estados del hombre, pues en ella están contenidas las gracias necesarias y suficientes para no caer en la eterna condenación, tal como Tú se lo dijiste a Santa Margarita en la Primera Aparición, y es por eso que quien no quiera ser abrasado por las Llamas del Amor de tu Sagrado Corazón, que son las llamas del Espíritu Santo, será abrasado por las llamas del Infierno, porque sólo Tú concedes las gracias para la salvación. Tú dijiste a Santa Margarita María de Alacquoque: “Mi Divino Corazón está tan apasionado de Amor por los hombres (...) que, no pudiendo ya contener en Sí Mismo las Llamas de Su Ardiente Caridad, le es preciso comunicarlas (...) y manifestarse a todos para enriquecerlos con los preciosos Tesoros (...), los cuales contienen las Gracias santificantes (...) necesarias para separarles del abismo de perdición”. ¡Oh Jesús Eucaristía, tu Sagrado Corazón Eucarístico arde en las llamas del Amor de Dios, y Tú quieres comunicar este Divino Amor por nuestro medio y manifestarlo a nuestros hermanos para que tanto ellos, como nosotros, nos salvemos de las llamas del abismo de perdición! Concédenos la gracia, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, por intercesión de Nuestra Señora de la Eucaristía, de recibirte en la Sagrada Comunión Eucarística con un corazón lleno de fe y de amor, y que nuestro corazón sea como la hierba seca, para que al contacto con las Llamas de tu Sagrado Corazón Eucarístico sea encendido en el Fuego del Amor Divino y así, daremos alivio a tu Corazón, que quiere comunicar las llamas del Divino Amor que lo oprimen, glorificaremos tu Divina Misericordia, y manifestaremos al mundo las maravillas de los tesoros de gracia que se ocultan en tu Sagrado Corazón. Amén.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         Jesús, Tú le pediste a Santa Margarita su corazón, para realizar con ella un admirable intercambio: ella te dio su corazón, Tú lo introdujiste en el Tuyo y se lo devolviste convertido en una llama ardiente de amor vivo y le dijiste que esa era una prenda de tu Amor, y se lo diste para que encerrara en su pecho una pequeña centella de las Llamas Vivas de tu Amor, para que le sirviera de corazón, y le aseguraste que ésta centella “no se extinguiría ni se enfriaría jamás”[1]. Sin embargo, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, por admirable que nos pueda parecer este maravilloso intercambio, es poco en comparación con el don admirabilísimo que Tú realizas con nosotros en cada comunión eucarística. En efecto, en cada comunión eucarística, mucho más que convertir nuestro corazón en una centella de tu Amor Divino -tal como hiciste con Santa Margarita, en el cual Tú le devolviste su corazón, convertido en una Llama de Amor Vivo-, Tú nos donas a tu mismo Sagrado Corazón Eucarístico, el cual se encuentra envuelto en las Llamas Ardientes del Amor de Dios, el Fuego del Espíritu Santo, para que nuestro corazón se incendie al contacto con las llamas de este Fuego Sagrado y así se haga realidad tu deseo expresado en el Evangelio: “He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo deseo verlo ya ardiendo!” (Lc 12, 49-53). ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, inflamado en las Llamas del Amor de Dios! Haz que nuestros corazones sean como la hierba seca, para que en la comunión eucarística, al contacto con tu Sagrado Corazón, nos veamos encendidos en el Fuego de tu Amor, para que te amemos y adoremos, con todo nuestro ser, con todo nuestro pensamiento,  con toda nuestra alma, con todas nuestras obras, en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         Jesús, Tú le dijiste a Santa Margarita: “Busco una víctima para Mi Corazón, que quiera sacrificarse como hostia de inmolación en el cumplimiento de Mis Designios”. Este pedido es similar al que hiciste a tus discípulos en Getsemaní, cuando les dijiste: “Quedaos aquí y velad conmigo” (Mt 26, 38), y te alejaste a orar. Sin embargo, mientras Tú orabas en el Huerto de Getsemaní, y entrabas en agonía a causa de los intensísimos dolores y angustias de muerte que experimentabas a causa de nuestros pecados, de nuestras maldades, de nuestras iniquidades, tus discípulos, oh Jesús, en vez de acompañarte con celo ardiente por la salvación de las almas, orando con todo fervor y amor, uniéndose a Ti en la oración y ofreciéndose al Padre, junto a Ti, y en Ti, uniéndose a Tu Sagrado Corazón, que era estrujado, en el Huerto, de modo anticipado, en el lagar de la Pasión, tus discípulos dormían, dominados por la acedia, es decir, por la pereza espiritual, por el desgano por las cosas de Dios, por el tedio por la oración, porque sus corazones estaban demasiado atraídos por los espejos de colores del mundo vano y seductor, y también porque no dimensionaban la temible ferocidad del Enemigo de las almas, que ya había inoculado en Judas Iscariote el veneno de la traición, del odio, del amor al dinero, y en tus enemigos, había inoculado el veneno de la envidia, del rencor, de la maledicencia y de la blasfemia, y que por lo tanto no habrían de cejar hasta verte a Ti, oh Buen Jesús, crucificado y muerto en el patíbulo de la cruz. Mientras tus discípulos dormían en el Huerto, Tú, oh Jesús, necesitabas de su oración, oración que habría de servirles de consuelo y de ayuda, pero tus enemigos, oh Jesús, no dormían, sino que estaban muy despiertos, y muy despiertos llegaron para apresarte y conducirte a la Pasión. Es por eso que, antes que llegaran tus verdugos, luego de orar por tres horas, y de padecer la agonía de la Pasión en el Huerto, los despertaste, con un suave reproche: “¿No habéis podido permanecer despiertos por una hora?” (Mt 26, 40). Hoy también renuevas el pedido, para que se multipliquen los adoradores eucarísticos y para que te acompañen en la prolongación de tu Pasión, pero hoy también, como ayer, encuentras a muchos corazones, la gran mayoría, dormidos, anestesiados por el silbido adormecedor de la Serpiente Adormecedora, la Serpiente que con sus silbidos engañosos, aletarga y embota el sentido espiritual, haciendo bajar la guardia ante sus trampas, el materialismo, el hedonismo, el relativismo, el neo-paganismo, y hace que el corazón humano quede al descubierto para que ella pueda descargar su mordida ponzoñosa, la mordida venenosa que inocula el veneno mortal del ateísmo, del gnosticismo y de la rebelión contra Dios y contra su Cristo. ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, por la intercesión de Nuestra Señora de la Eucaristía, inflama nuestros corazones en el Fuego del Amor Divino, para que no solo no nos dejemos ganar por la acedia, sino que, vigilantes ante el mal que acecha a la Iglesia y a los elegidos, buscando su eterna perdición, y unidos a Ti en el Huerto de Getsemaní, te acompañemos en tu Agonía, participemos de tus acerbos dolores, y seamos, en Ti, víctimas para tu Corazón, para que en Tu Corazón, seamos sacrificados como hostias de inmolación agradables al Padre, en el cumplimiento de tus designios de Amor! Amén.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         Jesús, en tu Segunda Aparición, le mostraste a Santa Margarita tu Sagrado Corazón envuelto en un Trono de Llamas, transparente como un cristal, con la Llaga abierta, rodeado de una Corona de Espinas y con una Cruz encima; las llamas son el símbolo del Espíritu Santo, que inhabita en tu Sagrado Corazón, por ser Tú la Segunda Persona de la Santísima Trinidad y por lo tanto, por ser quien lo espira, como Dios y como Hombre, junto al Padre; la Cruz, significa que desde el momento mismo de tu Encarnación en el seno virgen de María Santísima, es decir, desde el momento mismo en que Tú, Verbo Eterno del Padre, te uniste hipostáticamente, personalmente, a la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth, comenzaron para Ti los dolores, las amarguras, las penas, las humillaciones, el desprecio, los ultrajes, de los que se vería colmado tu Sagrado Corazón y tu Humanidad Sacratísima, y que se extenderían, sin dejarte ni por un instante, a lo largo de toda tu Vida terrena, para intensificarse particularmente durante la Pasión. La Corona de Espinas significa, oh Jesús, la materialización de nuestros pecados, los cuales, si en nosotros son indoloros, o producen placer pecaminoso, en Ti, por el contrario, se traducen en acerbos y lacerantes dolores, pues se materializan en estas punzantes, gruesas, duras y filosísimas espinas, que se estrechan fuertemente a tu Sagrado Corazón, provocándole dolores lacerantes de modo continuo e ininterrumpido, puesto que en la fase de llenado del Corazón, las espinas se clavan en las paredes cardíacas, mientras que en la fase de expulsión de la Sangre Preciosísima, las espinas se desprenden de estas paredes cardíacas, con un movimiento de desgarro y de laceración de las mismas, provocando dolores lancinantes que no tienen comparación ni pueden siquiera ser imaginados por las creaturas, y el dolor es profundo y continuo y a cada latido, tu Corazón dice: “Amor, dolor”, y es “Amor”, porque es el Amor que quieres darnos de parte tuya y de Dios, y es “Dolor”, porque es el dolor que experimentas por causa nuestra, porque las espinas que te provocan dolor, son la materialización de nuestros pecados. Todos estos dolores de tu Sagrado Corazón, oh Jesús mío, son provocados, entonces, por nuestros pecados, los de pensamiento, los de palabra, los de deseo, los de obra, de modo tal que ése es el motivo por el cual Tú quieres comunicarnos el Amor de tu Sagrado Corazón, el Amor que inhabita y que fluye con el Fluido Preciosísimo que en Él se contiene, Tu Sangre, la Sangre del Cordero, Sangre más valiosa que el oro, que no solo quita los pecados y la malicia del corazón del hombre, sino que le comunica de su misma santidad, de su Amor, de su Gracia, de su Bondad Infinita, y lo convierte en Morada de la Santísima Trinidad. Tú también le dijiste a Santa Margarita, oh Jesús Eucaristía, que querías darnos la Sangre de Tu Sagrado Corazón, para ser amado por nosotros, los hombres, para que amándote, alcanzáramos el cielo y evitáramos así la eterna condenación en el Abismo Infernal, porque es verdad que quien no se deja amar por Ti, y quien no quiere seguirte a Ti, que eres el Camino, la Verdad y la Vida, inevitablemente termina cumpliendo los mandamientos de Satanás, y termina siendo conducido por el Príncipe de las tinieblas por el camino de la perdición, camino por el que Satanás precipita a la condenación eterna a las almas rebeldes a tu Amor, a las almas que no te quieren adorar, a las almas que no quieren cumplir tus mandamientos. ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que en la Eucaristía prolongas tu Pasión de Amor! Tú estás en la Eucaristía con tu Corazón de Carne y a este  Tu Corazón que está latiendo, vivo, glorioso y lleno de la luz de Dios, es al que honramos y adoramos, pero a este Corazón tuyo es al que también queremos consolar en sus penas, amarguras y dolores, porque si bien en la Eucaristía ya no sufres dolores físicos, sí sufres, en cambio, misteriosamente, en la misma Eucaristía, moralmente, al ver a tan grande número de almas, perderse en los abismos del Infierno, día a día, sin que haya nadie que quiera unirse a Ti en Tu Amor corredentor. Jesús, Tú le dijiste a Santa Margarita, que tenías una sed ardiente de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento, y que esta sed te consumía y que no hallabas a nadie que se esforzara, según Tu Deseo, por apagártela, porque no había nadie que correspondiera a Tu Amor. ¡Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que en la Eucaristía ardes de sed por las almas! Acepta nuestra humilde oración y adoración, y nuestro humilde amor hacia Ti, llevado por manos de Nuestra Señora de la Eucaristía, como una gota de agua fresca, para saciar aunque sea mínimamente Tu sed de Amor en el Santísimo Sacramento, porque nosotros, oh Jesús Eucaristía, con nuestra Adoración Eucarística, creemos, por los que no creen; esperamos, por los que no esperan; Te adoramos, por los que no Te adoran, y Te amamos, por los que no Te aman. Amén.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         Jesús, Tú le revelaste a Santa Margarita María que lo que más te dolió en Tu Pasión, no fueron los golpes y los clavos, sino las ingratitudes y los desprecios que recibiste de parte de los hombres, y que si en vez de eso, recibieras amor por parte de ellos, tendrías por nada todo lo que sufriste en la Pasión. Pero los hombres, solo tienen para Ti, oh Jesús, frialdades y desaires, porque todo lo prefieren antes que venir a adorarte y amarte en el Santísimo Sacramento del altar; todo es preferible antes que postrarse ante Tu Presencia sacramental; todo es más divertido, más alegre, más valioso y más provechoso, que venir a darte amor, en correspondencia al infinito y eterno Amor que Tú nos diste en la Pasión. Es por eso que Tú le pediste a Santa Margarita que al menos ella te diera el gusto de suplir las ingratitudes de los hombres, y para suplir su impotencia, pues no tenía suficiente amor para hacerlo, Tú abriste tu Divino Corazón, saliendo de Él una Llama ardiente de Amor, la cual habría de disponerla para sufrir mortificaciones y humillaciones en prueba de tu Amor; también, la harías participar de la tristeza mortal que sufriste en el Huerto de los Olivos, una tristeza que te redujo a una agonía más difícil de soportar que la misma muerte, porque en esa agonía, Tú sufrías todas las muertes de todos los hombres de todos los tiempos, y lo hacías para dar muerte a la misma muerte, y para que, una vez que estuviéramos todos unidos a Ti en tu Muerte de Cruz, recibiéramos de Ti el Soplo de Vida Divina; Tú sufriste en el Huerto de Getsemaní, oh Jesús, nuestra muerte personal, y la de todos los hombres, para poder así insuflarnos luego a todos tu Vida divina, resucitándonos a la vida nueva de los hijos de Dios, y todo esto lo hiciste y lo sufriste, movido por la inmensidad del Infinito Amor de tu Sagrado Corazón, pero los hombres, ingratos, lo “ultrajan horriblemente”, tal como se lo dijera el Ángel de Portugal a los Pastorcitos en Fátima, al mostrarles la Eucaristía. ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, te suplicamos que tengas piedad y misericordia de nosotros, pobres pecadores, y del mundo entero, sumergido en las más oscuras tinieblas que jamás la humanidad haya conocido, porque las tinieblas de nuestros días superan las del paganismo pre-cristiano, porque hoy el hombre, habiéndote conocido por la Revelación, te ha rechazado, y de esa manera, ha dirigido sus pasos en una dirección contraria a la de su salvación, la dirección de su eterna condenación! Te suplicamos, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, por la intercesión de Nuestra Señora de la Eucaristía, que tengas piedad de nosotros y del mundo entero, que no tengas en cuenta nuestros pecados, y para calmar la Cólera de la Justicia Divina, justamente encendida por los innumerables y horribles sacrilegios cometidos contra Tu Presencia Eucarística y contra el Inmaculado Corazón de María, te ofrecemos, postrados en adoración ante Ti, y para dulcificar de algún modo la amargura que sufriste y que sufres por el abandono de tus Apóstoles y de tus almas elegidas, a Ti mismo en el Santo Sacrificio de la Cruz, en el Santo Sacrificio del Altar, en la Eucaristía, y al Inmaculado Corazón de María, con todos los actos de amor hacia Ti en él contenidos. Amén.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Meditación Final

       Jesús, Te ofrecemos esta humilde adoración, como reparación por las irreverencias y sacrilegios, las frialdades y desprecios con los que eres tratado en el Sacramento del Amor, especialmente por quienes deberían tratarte con más respeto, devoción y amor, los consagrados.Te suplicamos, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que les concedas a ellos, a nosotros y a nuestros seres queridos, por medio de Nuestra Señora de la Eucaristía, una efusión tan abundante de las Llamas que abrasan a tu Sagrado Corazón, que nuestros corazones, secos como la hierba y negros y duros como el carbón, se enciendan al instante y se conviertan en otras tantas brasas incandescentes, que ardan cada vez más, sin jamás apagarse, en el Fuego del Divino Amor, en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

         Padre Nuestro, Tres Ave Marías y un Gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, y pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

         Oración final: desde lo más profundo de nuestro abismo de indignidad y miseria, y por medio del Inmaculado Corazón de María, dirigimos a Jesús Eucaristía las oraciones que el Ángel de Portugal les enseñara a los pastorcitos en Fátima: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.





[1] “Me pidió después el corazón y yo Le supliqué que lo tomase. Lo cogió y lo introdujo en Su Corazón adorable, en el cual me lo mostró como un pequeño átomo que se consumía en aquel Horno encendido. Lo sacó de allí, cual si fuera una llama ardiente en forma de corazón y lo volvió a colocar en el sitio de donde lo había cogido, diciéndome: “He ahí, mi muy amada, una preciosa prenda de Mi Amor, el cual encierra en tu pecho una pequeña centella de Sus Vivas Llamas para que te sirva de corazón y te consuma hasta el postrer momento, y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal forma te marcaré con la Sangre de Mi Cruz, que te reportará más humillaciones que consuelos”. 

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