Inicio: ingresamos en el Oratorio. Pedimos el auxilio de nuestros ángeles
custodios para recoger nuestros sentidos, a fin de poder hacer silencio
exterior e interior y así poder entablar un diálogo de amor con Jesús en la
Eucaristía con mayor provecho. Ofrecemos esta Hora Santa en reparación por los
distintos pecados de los hombres.
Oración inicial: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto
inicial: “Cristianos, venid”.
Meditación
Jesús, reparamos y pedimos perdón por el pecado de acedia, la pereza
espiritual, el pecado que arrasa las almas de los bautizados, los templos del
Espíritu Santo, como un huracán devastador que destruye y deja todo devastado a
su paso. La acedia es un mal particular de nuestro tiempo: todo parece más
“divertido” e “interesante” que Dios; todo merece atención, dedicación, menos
Dios. Si un poderoso de la tierra llamara a los hombres, no dudarían un
instante en abandonarlo todo por obtener aunque sea un segundo de su dádiva; si
un ídolo del fútbol mundial les concediera a los niños y a los jóvenes una
sonrisa y un momento de atención personal, no dudarían en hacer todo lo que
esté a su alcance para lograrlo; pero si es el mismo Dios el que desde el sagrario
les pide unos minutos de su atención, una sonrisa del corazón, una elevación
del pensamiento, un homenaje de la mente y un obsequio de amor, encuentran
miles de pretextos para no hacerlo, para postergarlo, primero temporalmente, y
luego definitivamente. El pecado de acedia es el mal que asola y devasta el
templo de los bautizados, el alma de los hijos de Dios, y por ese pecado, en el
que nosotros mismos hemos caído y caemos repetidas veces, te pedimos perdón y
reparamos, oh Jesús, y te ofrecemos para ello tu mismo Corazón Eucarístico.
Silencio para meditar.
Jesús, reparamos y pedimos perdón por los que están involucrados en el horrible
crimen del aborto, un crimen que lacera tu Sagrado Corazón doblemente, porque
destruye una vida creada por Ti, una vida salida de tus manos, una vida a la
que Tú hiciste a tu imagen y semejanza, y lacera también tu Sagrado Corazón
porque Tú sufriste físicamente la muerte de todos y cada uno de los hombres en
Getsemaní, y por lo tanto sufriste la muerte de cada uno de estos niños, con
sus atroces dolores. Al meditar en sus espantosos dolores, provocados por los
crudelísimos métodos inhumanos inventados por médicos que han traicionado a su
profesión, comprendemos, oh amadísimo Jesús, cuánto has sufrido por nosotros,
porque Tú sufriste en carne propia en Getsemaní el dolor y la muerte de cada
uno de estos niños abortados, cargando sobre tus espaldas el pecado original
con el que habían nacido e introduciendo en tu Sacratísimo Corazón sus dolores
y sus muertes para infundirles el soplo del Espíritu Santo y trasfundirles tu
Sangre Preciosísima, Sangre y Espíritu por medio de los cuales habrías de
concederles la vida divina y conducirlos al Paraíso. Te suplicamos, oh
amantísimo Jesús, por este abismo de Misericordia que es tu Sacratísimo
Corazón, que no tengas en cuenta el pecado del aborto a quienes lo cometieron,
y por la intercesión y los dolores del Inmaculado Corazón de María, concédeles,
a quienes cometieron este horrible pecado a lo largo de la historia, el don del
arrepentimiento perfecto y la salvación eterna. Amén.
Silencio para meditar.
Jesús, reparamos por los ateos, por los que no creen en ti, por los que no
quieren creer en ti, por los que, violentando las señales que les transmite de
continuo la hermosura de la Creación, toman la errónea decisión de no querer
creer en Ti. Oh buen Jesús, no les tengas en cuenta esta mala elección;
nosotros reparamos y pedimos perdón por ellos, y en su lugar, te damos gracias
y te alabamos y reconocemos tu Sabiduría infinita y tu Amor eterno, Sabiduría y
Amor que están presentes en cada átomo de la Creación, en cada segundo del
tiempo y en toda la eternidad. No existen palabras adecuadas para describir, ni
siquiera mínimamente, la grandiosidad y majestuosidad ni del microcosmos, ni
del macrocosmos, pues es tal la magnificencia y esplendor con el que los has
creado, y es tal la precisión científica y al mismo tiempo la hermosura y
belleza artística y la poesía que se refleja en cada molécula y en cada
partícula del Universo, que toda inteligencia que contemple tu Creación
-visible e invisible- no puede hacer otra cosa que asombrarse y quedar sin
palabras ante tanta maravilla y hermosura. Por este motivo, oh Buen Jesús, no
tengas en cuenta el pecado de incredulidad en el que caen nuestros prójimos
ateos; nosotros reparamos por ellos y, si merecen un castigo por su
incredulidad, dánoslo a nosotros, porque nosotros, unidos a Ti en la Cruz,
repararemos con gusto y daremos gloria, en el tiempo y en la eternidad, a la
Trinidad, por toda la Creación, que refleja tu Sabiduría infinita y tu Eterno
Amor. Amén.
Silencio para meditar.
Jesús, reparamos por los cristianos que beben su espiritualidad en fuentes
heréticas, en las fuentes, las fuentes gnósticas y neo-paganas de la Nueva Era.
Jesús, muchos cristianos se han dejado seducir por esta secta anticristiana que
por medio de una religiosidad extraña a la Verdad Revelada por Ti, los confunde
y los conduce por equivocados caminos espirituales. Jesús, Tú solo eres el
Camino, la Verdad y la Vida; sólo en Ti encuentran las almas el Acceso al
Padre, solo en Ti se iluminan las mentes con la Verdad de Dios Uno yTrino; solo
en Ti las almas reciben el manantial inagotable de la Vida y del Amor eterno,
pero a pesar de eso, inexplicablemente, llevados por el misterio de iniquidad y
cegados por el humo de Satanás que ha entrado en la Iglesia, muchos cristianos
han abandonado la Santa Misa, el Santo Rosario, la Adoración Eucarística, la
Meditación de la Pasión, la Meditación de las Sagradas Escrituras y han dejado
los Sacramentos, para cavarse cisternas agrietadas que no retienen el agua, al
acudir al yoga, al reiki, al tarot, al ocultismo, al satanismo, dejando de lado
el Credo de los Apóstoles, para creer en las fantasías tenebrosas de la Nueva
Era: reencarnación, eneagrama, constelaciones familiares, budismo, terapias
alternativas, y cuanta novedad pseudo-espiritual les proponga esta verdadera
secta luciferina. Te pedimos perdón y reparamos, oh Buen Jesús, por estos
hermanos nuestros y te proclamamos como el Kyrios, como el Rey de la gloria,
como el Único Señor de cielos y tierra, en la Cruz y en la Eucaristía, ante
quien se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el abismo. Amén.
Silencio para meditar.
Jesús, te pedimos perdón y reparamos por los que ofenden al Inmaculado Corazón
de María, Tu amantísima Madre, quien es también, por dignación de tu Amor
infinito, nuestra Madre amorosísima. Muchos de nuestros hermanos,
lamentablemente cegados por el humo siniestro del Ángel caído, blasfeman
horriblemente, por los medios de comunicación, contra Tu Madre y Nuestra Madre,
estrechando así la corona de espinas que rodea su Corazón Purísimo, la corona
de espinas con la que se apareció en Fátima. Muchos de nuestros hermanos
ultrajan su Nombre, desconocen su virginidad, profanan su memoria, blasfeman
contra su condición de ser Madre de Dios, niegan su Pureza Inmaculada, reniegan
de su condición de ser Ella la Esposa del Espíritu Santo y así es como publican
incesantemente por Internet y por otros medios imágenes que nos avergüenzan y
por las cuales, postrados ante Ti, oh Jesús Eucaristía, pedimos una y mil veces
perdón, con lágrimas en los ojos y con el corazón estrujado por el dolor. Te
suplicamos, oh Buen Jesús, que no descargues tu justa ira sobre estos
blasfemos; ten piedad, porque enceguecidos por el Príncipe de las tinieblas y
endurecidos sus corazones por su propio pecado, no saben lo que hacen; estamos
seguros que si pudieran, al menos por un instante, contemplar las
indescriptibles bellezas y las inenarrables hermosuras de María Santísima en
los cielos, caerían postrados en acción de gracias a Ti por haberles dado una
Madre tan hermosa y amantísima, y morirían de alegría por tanta dicha; pero no
lo saben y no lo pueden hacer de momento, por eso te pedimos perdón y reparamos
por ellos y te pedimos, por el Amor y los méritos de tu Sacratísimo Corazón y
los del Inmaculado Corazón de María, que los perdones y les concedas el don de
la eterna salvación. Amén.
Silencio
para meditar.
Meditación
final
Jesús,
debemos ya retirarnos, pero deseamos quedarnos ante tu Presencia eucarística,
día y noche. Para ello, dejamos nuestros corazones a los pies de tu Madre
Santísima, para que sea Ella quien los custodie y los mantenga vivos en tu amor
y no permita que amores mundanos y profanos los aparten de Ti. Que María
Santísima nos mantenga siempre entre sus manos, y cuando vea que nuestro amor
por Ti decae, que Ella acerque nuestros corazones a tu boca, para que Tú soples
tu Espíritu Santo sobre ellos y así avives el Fuego de Amor, así como una brasa
se aviva con el viento para que no se apague, para que nunca dejen nuestros corazones
de arder en el Amor Divino.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto
final: “Los cielos, la tierra, el mismo Señor Dios”.
DIOS LOS SIGA ILUMINANDO PARA QUE SEAMOS LIBRES DE TODA OBSCURIDAD DEL MAL. Y PODAMOS ADORAR CON CALIDAD A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
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