Inicio: ingresamos en el Oratorio, acallamos toda
voz exterior e interior, hacemos oídos sordos al bullicio del mundo, nos
postramos ante la Presencia sacramental de Jesús en la Eucaristía, elevamos
nuestras mentes y nuestros corazones ante el trono de la majestad de Dios, la
custodia del Santísimo. Nos humillamos exterior e interiormente ante Jesús
Sacramentado, Dios de inmensa majestad, ante cuya Presencia los ángeles se
estremecen de alegría, de temor santo y de amor incontenible. Pedimos la
asistencia de María Santísima, Ella, que adoró la Eucaristía, el Cuerpo, la
Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, desde el momento
mismo de la Encarnación. Pedimos también la asistencia de nuestros ángeles
custodios, que adoran en los cielos a Dios Trino, para que nuestra humilde
adoración se una a la suya. Ofrecemos esta Hora Santa en reparación por todos
aquellos que legislan en contra de la Ley de Dios.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
Canto de entrada:
“La Virgen María nos reúne”.
Meditación
Jesús Eucaristía, Tú eres el Dios Vivo y la Vida Increada en
sí misma; Tú eres el Creador de toda vida y de todo ser viviente; por Ti todo
fue hecho; de Ti recibe vida quien vive en este mundo, y todo ser humano vive
porque Tú, en concurso con el Padre y el Espíritu Santo, lo creas y le das
vida. Tú, con el Padre y el Espíritu Santo, utilizando al máximo la Sabiduría
divina, el Amor divino y la Omnipotencia divina, creaste al hombre como imagen
y semejanza de Dios vivo, y al encarnarte, te convertiste Tú en nuestro modelo
y fuente de vida natural y sobrenatural; por Ti vivimos, por Ti existimos, por
Ti somos; en Ti nos movemos y hacia Ti nos dirigimos. Todo ser humano viene de
tus manos, porque Tú con el Padre y el Espíritu Santo lo creaste, y todo ser
humano refleja la bondad, la sabiduría y la omnipotencia de Dios Trinidad. Cada
ser humano, cada cigoto, cada embrión, cada niño por nacer, es una muestra
viviente de la Sabiduría celestial, el Amor eterno y la Omnipotencia creadora
de Dios Uno y Trino. Sin embargo, a pesar de que cada cigoto, cada embrión,
cada niño por nacer, es algo más valioso que todo el universo porque es una
imagen y semejanza de Dios Trino, los hombres nos empeñamos por destruir la
obra de tus manos, legislando leyes perversas que buscan terminar con la vida
humana que apenas se inicia. Jesús, Tú también fuiste cigoto, embrión, niño por
nacer, y comprendes cuán indefensos se encuentran estos niños que quedan, gracias a estas leyes inicuas, a merced de lobos disfrazados de
ovejas, y por eso Te pedimos que recibas en tu Corazón traspasado a todos
aquellos niños que morirán, hoy y en el futuro, por causa de estas leyes
inicuas, la primera de todas, la ley del aborto. Venimos a ofrecerte nuestra humilde adoración y reparación, pidiéndote
perdón por todos aquellos que pergeñan leyes contra los niños por nacer, aprobando
por decreto humano la destrucción y muerte de la vida salida de tus manos, buscando destruir, de todas las
maneras posibles, la obra maestra de la Trinidad. ¡Oh Jesús, no les tengas en
cuenta estos pecados abominables! ¡Sopla sobre sus mentes entenebrecidas, tu
Espíritu Santo, para que el resplandor de su Amor los ilumine, y así se
arrepientan y salven sus almas!
Silencio para meditar
Jesús Eucaristía, Tú sufriste
la agonía en el Huerto de los Olivos, y luego la sufriste por segunda vez en la
Cruz. Al sufrir nuestra muerte, mataste con tu muerte nuestra propia muerte,
para darnos la Vida eterna. Con tu agonía, en el Huerto y en la Cruz, nos
enseñaste y diste ejemplo de cómo nuestra muerte, unida a tu muerte en la Cruz,
deja de ser castigo por el pecado, para convertirse en sacrificio agradable a
Dios. Unida a tu muerte en la Cruz, la muerte de todo ser humano adquiere un
valor infinito, incalculable, inapreciable, porque se convierte, de muerte que
era, en fuente de vida, y de vida eterna, para quien une su muerte a tu muerte
en la Cruz, y para todos sus seres queridos. Morir unidos a Ti en la Cruz, es
morir para vivir, es vivir la muerte y es morir a la vida terrena, para nacer y
comenzar a vivir la vida eterna, la vida que triunfa sobre la muerte, la vida
perfecta de Dios Trino, la vida que es amor, paz, alegría de Dios, sin fin,
para siempre. Sólo en Ti, Dios crucificado y resucitado, que das la vida eterna
a quien cree en Ti y recibe con amor y fe en la comunión eucarística, la muerte
del hombre se convierte y adquiere todo sentido. Te pedimos perdón, oh Jesús,
Dios Vivo y Autor de toda vida, por aquellos que legislan contra los enfermos
terminales, propiciándoles una muerte indigna, llamándola “muerte digna”; te
pedimos perdón por quienes están a favor de la eutanasia, falsamente llamada “buena
muerte”, porque es una muerte que no conduce a Ti, que no es querida ni
santificada por tu Cruz. Te pedimos perdón, porque quienes están a favor de la
eutanasia, no saben lo que hacen, porque no han comprendido que la agonía y la
muerte del hombre, unidas a tu Agonía y Muerte en la Cruz, se convierten en
vida y fuente de vida eterna. ¡Apiádate, Jesús, de quienes asesinan a sus
hermanos, privándolos, con las leyes inicuas de la eutanasia, de la
alimentación y de la hidratación, provocándoles la muerte más dolorosa que pueda
haber, la muerte por hambre y por sed! ¡Concédeles, oh Buen Jesús, la gracia de
adorarte en la Cruz, para que iluminados por Ti, sean capaces de apreciar la
buena y santa muerte, la muerte que en Ti se convierte en vida eterna!
Silencio para meditar.
Jesús, Tú que con el Padre y el Espíritu Santo, creaste al
hombre varón y mujer, para que en la diferencia encuentren la felicidad; Jesús,
Tú que siendo la Sabiduría divina quisiste que el varón encontrara el amor en
la mujer, y la mujer en el varón; Tú que creaste a la mujer del costado de
Adán, para que en la unión con él se convirtieran ambos en fuente de vida; Tú que
pensaste al matrimonio entre el varón y la mujer como la sociedad humana
perfecta en la que esposos, padres e hijos encontraran su más perfecta
realización; Tú que quisiste que los hijos fueran el fruto del amor esponsal,
del amor de los esposos varón y mujer, te pedimos perdón y reparamos por
aquellos que legislan contra la ley natural, permitiendo falsamente uniones que
jamás lograrán dar la felicidad a los hombres, uniones que sólo traerán dolor y
amargura, uniones que contrarían tu designio divino y por eso están condenadas
al más completo fracaso desde el inicio. Te pedimos perdón también por quienes
legislan favoreciendo nacimientos de niños por fuera del acto sexual esponsal,
único lugar digno para la concepción de un ser humano, porque es la expresión
del amor de los esposos, y no puede nunca ser reemplazado por una fría manipulación de
laboratorio. Te pedimos, Jesús, que te apiades de quienes a sabiendas legislan
contra la ley natural, y concédeles la gracia de poder apreciar el misterio
insondable que se esconde y revela en el amor esponsal del varón y la mujer.
Silencio para meditar.
Jesús Eucaristía, te pedimos perdón y ofrecemos reparación
por todos aquellos que, para justificar el pecado, inventan sus propios códigos
morales, tratando vanamente de mostrar como “normal” lo que es debilidad humana
y aberración antinatural. Te pedimos perdón porque el hombre se ha erigido en
su propio dios, desplazándote a Ti, único Dios verdadero. El hombre se adora a
sí mismo, y ha dejado de adorarte a Ti, Dios del sagrario, y enceguecido por
esta falsa adoración de sí, ha llegado al colmo de la inmoralidad, del descaro,
de la soberbia y de la crueldad. Te pedimos, Jesús, por quienes propician leyes
inhumanas, anti-cristianas, anti-naturales, que bajo un falso barniz de “derechos
humanos”, lo único que traen consigo es dolor, tristeza, amargura, llanto, en
esta vida y, lamentablemente, para muchos, también en la otra vida. Apiádate de ellos, Jesús, porque para muchos, estas leyes, aprobadas con el aplauso y la gloria de
los hombres, se convierten en puerta abierta que conduce a las profundidades
del infierno, en donde la vanidad humana se convierte en dolor que no tiene fin
ni consuelo. Te suplicamos, Jesús, que abras los ojos de estos hijos tuyos,
ciegos espirituales, para que descubran la hermosura y perfección de la ley
natural y de la ley divina y, dejando de lado las aberraciones contra la
naturaleza y contra Dios, legislen a favor de los hombres, según tu Sabiduría y
tu Amor.
Silencio para meditar.
Meditación final
Jesús
Eucaristía, en tu infinito Amor por nosotros, nos dejaste en la Cruz a tu Madre
como Madre nuestra, para que nos cobijara bajo su manto y para que cuidara de
nosotros con amor maternal. Te rogamos por aquellos hijos tuyos que promueven y
practican leyes contrarias a tu designio y a tu querer divino; leyes falsas que
sólo procuran amargura y dolor a los hombres; leyes que justifican las peores
aberraciones morales; leyes que sólo son expresión de los más profundos
trastornos, debilidades y maldades del corazón humano; leyes que apartan radicalmente
del Amor divino, al tiempo que abren las puertas de las almas a la tenebrosa
oscuridad del mal; leyes que surgidas del odio angélico, se dirigen contra el
Orden, la Belleza y el Bien que Tú imprimiste en la naturaleza humana, y buscan
su inversión y perversión para lograr finalmente su destrucción. Te suplicamos,
Jesús, que hieras sus corazones con el fuego de tu Amor, para que se conviertan
y, así convertidos, abandonen las leyes de la perversión y se encomienden a María,
Abogada y Defensora de los pecadores.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
Canto de salida: “El trece de mayo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario