martes, 16 de abril de 2013

Hora Santa en reparación y desagravio por los sacrilegios e indiferencias con los cuales son ofendidos los Sacratísimos Corazones de Jesús y de María



Inicio: Ofrecemos esta Hora Santa en acción de gracias al Sagrado Corazón por tanto amor manifestado en la Pasión y en la Cruz, y renovado cada vez en el Santo Sacrificio del altar, al donarse a sí mismo en cada Eucaristía. También ofrecemos esta Hora Santa en reparación por tantos ultrajes, indiferencias, sacrilegios, cometidos por la humanidad hacia el Amor divino, pero sobre todo por los cristianos, quienes deberían acudir en masa a los templos de adoración para adorar al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, pero en cambio corren a postrarse ante los ídolos del mundo. Nos encomendamos a María Santísima, por cuyo Inmaculado Corazón ofrecemos también esta Hora Santa, y pedimos el auxilio de nuestros santos Ángeles custodios, para que nuestra oración suba más alto que los cielos eternos, al Corazón de Jesús.

Canto de entrada: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

Meditación

Oh Jesús Eucaristía, Tú te revelaste a Santa Margarita de Alacquoque y le mostraste tu Sagrado Corazón palpitante de Amor, y le manifestaste los abismos insondables del Amor con el que amaste a los hombres: “Mira este corazón que tanto ha amado a los hombres”.
Fue el Amor, y no otra causa, el que te llevó a encarnarte en el seno virgen de María, para que Ella te revistiera a Ti, Dios Invisible, con su carne y su sangre, y así fueras visible al tener un Cuerpo, el cual luego habrías de ofrecerlo en sacrificio en la Cruz.
Fue el Amor insondable de la Trinidad el que te llevó a padecer la más amarga agonía en el Huerto de los Olivos, llevando sobre Ti los pecados de todos los hombres, también los pecados míos, pecados que te horrorizaron al contemplar su fealdad y malicia extrema, que ofenden la majestad, la belleza y la santidad divinas.
Fue el Amor el que te llevó a soportar la triste y amarga traición de tus discípulos, a quienes habías llamado “amigos” en la Última Cena: Judas Iscariote primero y Pedro después, y aunque este último se arrepintió y luego dio su vida por ti, no sucedió lo mismo con Judas, por quien suplicaste hasta el último momento que no se fuera al infierno. Quien se condena lo hace libremente, por despreciar las ardientes llamas de tu Sagrado Corazón, como Judas Iscariote, que por despreciarlas en esta vida, ahora arde con dolor extremo y sin consuelo en el infierno.
Fue el Amor quien te llevó a sufrir una agonía más dura que la misma muerte, y a derramar gruesas gotas de sangre en el Huerto de los Olivos, al contemplar cuántas almas habrían de despreciarte, manifestándote indiferencia en vez de amor, corriendo enceguecidas hacia la eterna perdición.
Fue el Amor el que te llevó al sacrificio de la Cruz y a dar tu vida para nuestra salvación, en medio de los dolores más lancinantes y profundos que jamás nadie pueda soportar, porque querías con este sacrificio de tu Cuerpo y de tu Sangre quitarnos nuestros pecados, concedernos la filiación divina, y quedarte con nosotros “hasta el fin de los tiempos”, dejándonos como consuelo celestial tu Presencia Eucarística, a través de la cual continúas derramando torrentes inagotables de Amor infinito.
¡Oh Jesús Eucaristía, es en agradecimiento a este insondable Amor, cuyas profundidades y abismos infinitos no podremos jamás, ni siquiera en toda la eternidad, comprender en su majestuosa grandeza, al cual queremos rendir homenaje de adoración en esta Hora Santa, pidiéndote nos alcances al menos una pequeñísima llama de las que envuelven tu Sagrado Corazón, para que nuestros pobres corazones puedan amarte con tu mismo Amor!
Silencio para meditar.
Jesús Eucaristía, al revelarte a Santa Margarita, le hiciste saber que cada latido de tu Sagrado Corazón manifiesta al mundo la potencia infinita del Amor de Dios, pero le hiciste saber también que en cada latido tuyo, tu Corazón se estremecía de dolor, causado por las espinas que a su alrededor habían colocado los hombres con sus pecados y con sus maldades, principalmente sus indiferencias, sacrilegios e ingratitudes hacia tu Presencia Eucarística.
Dichos hombres harían vano tu sacrificio en Cruz, despreciando el Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa, negándose a alimentarse de las llamas de Amor que envuelven tu Sagrado Corazón Eucarístico. Es esto lo que quisiste decir, cuando dijiste a Santa Margarita: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor”.
Estas ingratitudes e indiferencias, sacrilegios e irreverencias, que fue lo que más dolor te causó, lo tendrías en nada si al menos los hombres, dejando de lado el mundo y sus vanas –y muchas veces perversas- atracciones, correspondieran aunque sea mínimamente a tu amor: “Eso fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más. Mas sólo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien”.
Los pecados de los hombres –entre los cuales están los míos- no pasan desapercibidos a la Justicia Divina, y aun cuando los hombres piensen que nadie los ve ni se entera porque los cometan en la noche, aprovechando las tinieblas, sus consecuencias se hacen sentir en su Santísimo Cuerpo. Es esto lo que le mostraste a Santa Margarita cuando una vez te presentaste delante de ella cargando con la Cruz, cubierto de llagas y de sangre y le dijiste con voz dolorosamente triste: “¿No habrá quien tenga piedad de mí y quiera compartir y tener parte en mi dolor en el lastimoso estado en que me ponen las pecadores sobre todo en este tiempo?”.
Ante tanta maldad del corazón humano, que descarga sobre ti los golpes más duros e inmisericordiosos con los pecados de sus corazones, dame la gracia de comprender cómo son mis pecados los que te reducen a un estado penoso al golpearte sin piedad y provocarte heridas de las cuales brota tu Preciosísima Sangre; dame esta gracia, así si al menos las penas del infierno no me detienen para cometer pecados, sí me detengan las heridas que impiadoso te provoco con esos mismos pecados.

Silencio para meditar.

Meditación final:

¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, ten piedad de mí, y concédeme la gracia de amarte por lo que eres, Dios de infinita majestad y de Amor eterno, y no por lo que das! ¡Enciende, con las llamas que abrasan tu Sagrado Corazón, mi pobre corazón, para que pueda amarte con tu mismo Amor,  y así reparar por las faltas, agravios, indiferencias, sacrilegios, profanaciones, con los cuales los hombres continuamente Te ofendemos! ¡Haz que te ame a Ti y solo a Ti, y que por Amor a Ti evite el pecado y viva la vida de la gracia, la vida que brota de tu Corazón traspasado! ¡Dame tu Cruz, colócala sobre mis débiles hombros, concédeme reparar, dentro de mis posibilidades, las ingratitudes, indiferencias y sacrilegios que los hombres sin piedad te infligimos. María, Madre mía, que acompañaste a tu Hijo a lo largo del Camino Real de la Cruz y permaneciste a su lado hasta su muerte, intercede por mí, para que cargando mi cruz de todos los días, siga a tu Hijo hasta la cima del Monte Calvario. Dame tus ojos para ver a Jesús; dame tus lágrimas para llorar mis pecados; dame tu Corazón para amar a Jesús con el mismo Amor con el que tú lo amas. Amén”.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

Canto de salida: “El trece de mayo”.

1 comentario:

  1. Porfis quisiera endocumento pdf. Como lo puedo obtener?
    chirrus_adi@hotmail.commuy agradecida.
    Todas las bendiciones!

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