Hay muchas
razones por las cuales debemos hacer Adoración Eucarística:
Un ejemplo
nos viene de una beata, canonizada por el el Papa Juan Pablo II: el Papa
beatificó a Dina Belanger, una mujer canadiense muy devota del Santísimo
Sacramento. Cuando ella iba a su adoración, Jesús le mostraba multitudes de
almas al borde del precipicio del infierno. Y después de su hora santa, ella
veía a esas almas en las manos de Dios. Jesús le hacía entender que el valor de
una hora santa es tan grande que lleva a multitudes de almas del borde del
infierno a las puertas del cielo. Esta es una hermosa razón para hacer
adoración eucarística, salvar almas de caer en el Infierno.
Otra razón es el de sacar almas del Purgatorio: hay almas
del Purgatorio a las que les falta solo un Avemaría para salir del Purgatorio;
si nosotros vamos a hacer Adoración Eucarística y rezamos un Avemaría delante
del Santísimo, hemos sacado un alma del Purgatorio y si rezamos un Rosario
entero, hemos sacado muchas almas del Purgatorio. Esta es otra hermosa razón
para hacer Adoración Eucarística.
Otra razón para hacer Adoración Eucarística es la conversión
de los pecadores: nuestra adoración forma parte de la oración de la Iglesia
como Cuerpo Místico de Cristo y aunque nosotros no veamos los frutos de la
oración y aunque no alcancemos lo que pedimos en la oración, la Virgen, que es
la Medianera de todas las gracias, distribuye las gracias que se derivan de
esas oraciones y las aplica para la conversión de pecadores que se encuentran
en lugares apartados del mundo, que sin nuestra adoración no se habrían
convertido jamás y que se convirtieron por nuestra adoración y a quienes
veremos, si la Misericordia Divina así lo permite, en la otra vida, en el Reino
de los cielos y ellos nos darán las gracias por haber hecho nosotros una adoración
eucarística que tal vez para nosotros fue infructífera, pero que para ellos fue
la salvación de sus almas.
Pero la razón principal por la que debemos hacer Adoración
Eucarística no está en todas estas razones, aunque estas razones sean todas
loables y buenas: aunque en la Adoración Eucarística no obtuviéramos nada de lo
que hemos dicho; aunque no obtuviéramos ningún beneficio espiritual, la razón
principal por la que tenemos que hacer Adoración Eucarística es por ser Dios
Quien Es: Dios de infinita majestad, bondad, justicia, amor y misericordia y porque
Él pudiendo estar en los cielos eternos, recibiendo el amor enormemente más
grande y puro que le brindan las miríadas de ángeles y arcángeles y de todos
los santos de todos los tiempos, viene a nuestra tierra, a nuestro tiempo, a
nuestra historia, a nuestro aquí y ahora, a quedarse en medio de nosotros,
cumpliendo su promesa de quedarse entre nosotros hasta el fin de los tiempos: “Yo
estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”, para mendigarnos nuestro
amor, la mayoría de las veces, mezquino, egoísta, distraído, pasajero, fugaz,
débil, volátil. Y Jesús se queda en la Eucaristía en Persona, con toda la
gloria de su Cuerpo Resucitado, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad,
exponiéndose al desamparo, a la frialdad, al desprecio, a la indiferencia, a la
negligencia, al olvido, cuando no a la blasfemia, al sacrilegio, al ultraje.
Jesús sabe qué es lo que le va a pasar en la Eucaristía, porque Él es Dios,
pero aún así, se queda entre nosotros, para darnos el calor del Amor de su
Sagrado Corazón Eucarístico; se queda entre nosotros porque es el Emanuel, el
Dios con nosotros, para iluminarnos con la luz de su gloria divina, la luz de
su Ser divino trinitario, una luz que ilumina con un resplandor más brillante
que miles de soles juntos. Jesús Eucaristía está frente a nosotros, con su
Sagrado Corazón Eucarístico, palpitando con la fuerza del Amor del Padre y del
Hijo, el Amor Divino, el Espíritu Santo, el Amor que lo envuelve con sus llamas
y que Él quiere comunicarnos en la Adoración, para que ardamos de ardor en deseos
de recibirlo en la Comunión y para que al comulgar, ardamos de ardor en deseos
de adorarlo hasta con la última fibra de nuestro ser, hasta con el último átomo
de nuestro ser.
Pero más que la fortaleza
física, lo que asombra son el amor y la sabiduría sobrenatural que demuestran
los mártires, signos ambos, más que elocuentes, también de la inhabitación en
sus almas, del Espíritu Santo. Con respecto a San Andrés Kim Taegon, sus
últimas palabras, dichas con serenidad y valentía, antes de ser decapitado,
fueron: “¡Ahora comienza la eternidad!”. Estas palabras nos sirven para
nosotros, hombres del siglo XXI, porque nuestro siglo, caracterizado por el
materialismo, el relativismo, el ateísmo y el hedonismo, nos ha llevado a
olvidar, precisamente, que existe una eternidad que nos espera; nos ha llevado
a pensar que esta vida es para siempre, con su materialismo, con su dinero, con
sus placeres mundanos, y como esta vida está llena de miserias, de rapiña, de
codicia y de toda clase de cosas bajas y mundanas, nuestro corazón, al
olvidarse que le espera un destino de eternidad –que puede ser en el amor o en
el dolor-, se olvida de la eternidad y se aferra a la tierra, a la materia, al
tiempo, a las cosas, al dinero, a lo que es caduco, a lo que se pudre y se
descompone, a lo que no da ni puede dar, nunca jamás -porque no la tiene-, la
felicidad.
Por último, debemos hacer Adoración Eucarística, pensando en
las últimas palabras del sacerdote coreano mártir San Andrés Kim Taegon; este
santo mártir, antes de ser decapitado y luego de ser brutalmente torturado,
dijo: “¡Ahora comienza la eternidad!”. Estas últimas palabras de San Andrés Kim
Taegon, inspiradas por el Espíritu Santo, son más actuales que nunca cuando
estamos frene a la Eucaristía haciendo Adoración Eucarística, porque la
Eucaristía es Cristo y Cristo es Dios Eterno, que viene a nuestro tiempo y a
nuestra historia para llevarnos a la feliz eternidad. La Adoración Eucarística
en ese sentido no solo nos ayuda a despegarnos de lo caduco y temporal, sino a
fijar la vista del alma en la vida eterna del Reino de los cielos, la Vida
Eterna que Jesús nos comunica desde la Eucaristía, la Vida Eterna y
bienaventurada de la que nos separan solo las apariencias del pan y del vino,
porque en la Eucaristía está en Persona el Dios Tres Veces Santo y Eterno,
Cristo Dios. Cada vez que hacemos Adoración Eucarística, nos despegamos del
tiempo y del espacio y comenzamos a vivir, aun sin darnos cuenta, la feliz
eternidad que nos dona el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.
Hay muchas
razones por las cuales debemos hacer Adoración Eucarística:
Un ejemplo
nos viene de una beata, canonizada por el el Papa Juan Pablo II: el Papa
beatificó a Dina Belanger, una mujer canadiense muy devota del Santísimo
Sacramento. Cuando ella iba a su adoración, Jesús le mostraba multitudes de
almas al borde del precipicio del infierno. Y después de su hora santa, ella
veía a esas almas en las manos de Dios. Jesús le hacía entender que el valor de
una hora santa es tan grande que lleva a multitudes de almas del borde del
infierno a las puertas del cielo. Esta es una hermosa razón para hacer
adoración eucarística, salvar almas de caer en el Infierno.
Otra razón es el de sacar almas del Purgatorio: hay almas
del Purgatorio a las que les falta solo un Avemaría para salir del Purgatorio;
si nosotros vamos a hacer Adoración Eucarística y rezamos un Avemaría delante
del Santísimo, hemos sacado un alma del Purgatorio y si rezamos un Rosario
entero, hemos sacado muchas almas del Purgatorio. Esta es otra hermosa razón
para hacer Adoración Eucarística.
Otra razón para hacer Adoración Eucarística es la conversión
de los pecadores: nuestra adoración forma parte de la oración de la Iglesia
como Cuerpo Místico de Cristo y aunque nosotros no veamos los frutos de la
oración y aunque no alcancemos lo que pedimos en la oración, la Virgen, que es
la Medianera de todas las gracias, distribuye las gracias que se derivan de
esas oraciones y las aplica para la conversión de pecadores que se encuentran
en lugares apartados del mundo, que sin nuestra adoración no se habrían
convertido jamás y que se convirtieron por nuestra adoración y a quienes
veremos, si la Misericordia Divina así lo permite, en la otra vida, en el Reino
de los cielos y ellos nos darán las gracias por haber hecho nosotros una adoración
eucarística que tal vez para nosotros fue infructífera, pero que para ellos fue
la salvación de sus almas.
Pero la razón principal por la que debemos hacer Adoración
Eucarística no está en todas estas razones, aunque estas razones sean todas
loables y buenas: aunque en la Adoración Eucarística no obtuviéramos nada de lo
que hemos dicho; aunque no obtuviéramos ningún beneficio espiritual, la razón
principal por la que tenemos que hacer Adoración Eucarística es por ser Dios
Quien Es: Dios de infinita majestad, bondad, justicia, amor y misericordia y porque
Él pudiendo estar en los cielos eternos, recibiendo el amor enormemente más
grande y puro que le brindan las miríadas de ángeles y arcángeles y de todos
los santos de todos los tiempos, viene a nuestra tierra, a nuestro tiempo, a
nuestra historia, a nuestro aquí y ahora, a quedarse en medio de nosotros,
cumpliendo su promesa de quedarse entre nosotros hasta el fin de los tiempos: “Yo
estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”, para mendigarnos nuestro
amor, la mayoría de las veces, mezquino, egoísta, distraído, pasajero, fugaz,
débil, volátil. Y Jesús se queda en la Eucaristía en Persona, con toda la
gloria de su Cuerpo Resucitado, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad,
exponiéndose al desamparo, a la frialdad, al desprecio, a la indiferencia, a la
negligencia, al olvido, cuando no a la blasfemia, al sacrilegio, al ultraje.
Jesús sabe qué es lo que le va a pasar en la Eucaristía, porque Él es Dios,
pero aún así, se queda entre nosotros, para darnos el calor del Amor de su
Sagrado Corazón Eucarístico; se queda entre nosotros porque es el Emanuel, el
Dios con nosotros, para iluminarnos con la luz de su gloria divina, la luz de
su Ser divino trinitario, una luz que ilumina con un resplandor más brillante
que miles de soles juntos. Jesús Eucaristía está frente a nosotros, con su
Sagrado Corazón Eucarístico, palpitando con la fuerza del Amor del Padre y del
Hijo, el Amor Divino, el Espíritu Santo, el Amor que lo envuelve con sus llamas
y que Él quiere comunicarnos en la Adoración, para que ardamos de ardor en deseos
de recibirlo en la Comunión y para que al comulgar, ardamos de ardor en deseos
de adorarlo hasta con la última fibra de nuestro ser, hasta con el último átomo
de nuestro ser.
Pero más que la fortaleza
física, lo que asombra son el amor y la sabiduría sobrenatural que demuestran
los mártires, signos ambos, más que elocuentes, también de la inhabitación en
sus almas, del Espíritu Santo. Con respecto a San Andrés Kim Taegon, sus
últimas palabras, dichas con serenidad y valentía, antes de ser decapitado,
fueron: “¡Ahora comienza la eternidad!”. Estas palabras nos sirven para
nosotros, hombres del siglo XXI, porque nuestro siglo, caracterizado por el
materialismo, el relativismo, el ateísmo y el hedonismo, nos ha llevado a
olvidar, precisamente, que existe una eternidad que nos espera; nos ha llevado
a pensar que esta vida es para siempre, con su materialismo, con su dinero, con
sus placeres mundanos, y como esta vida está llena de miserias, de rapiña, de
codicia y de toda clase de cosas bajas y mundanas, nuestro corazón, al
olvidarse que le espera un destino de eternidad –que puede ser en el amor o en
el dolor-, se olvida de la eternidad y se aferra a la tierra, a la materia, al
tiempo, a las cosas, al dinero, a lo que es caduco, a lo que se pudre y se
descompone, a lo que no da ni puede dar, nunca jamás -porque no la tiene-, la
felicidad.
Por último, debemos hacer Adoración Eucarística, pensando en
las últimas palabras del sacerdote coreano mártir San Andrés Kim Taegon; este
santo mártir, antes de ser decapitado y luego de ser brutalmente torturado,
dijo: “¡Ahora comienza la eternidad!”. Estas últimas palabras de San Andrés Kim
Taegon, inspiradas por el Espíritu Santo, son más actuales que nunca cuando
estamos frene a la Eucaristía haciendo Adoración Eucarística, porque la
Eucaristía es Cristo y Cristo es Dios Eterno, que viene a nuestro tiempo y a
nuestra historia para llevarnos a la feliz eternidad. La Adoración Eucarística
en ese sentido no solo nos ayuda a despegarnos de lo caduco y temporal, sino a
fijar la vista del alma en la vida eterna del Reino de los cielos, la Vida
Eterna que Jesús nos comunica desde la Eucaristía, la Vida Eterna y
bienaventurada de la que nos separan solo las apariencias del pan y del vino,
porque en la Eucaristía está en Persona el Dios Tres Veces Santo y Eterno,
Cristo Dios. Cada vez que hacemos Adoración Eucarística, nos despegamos del
tiempo y del espacio y comenzamos a vivir, aun sin darnos cuenta, la feliz
eternidad que nos dona el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.
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