sábado, 21 de septiembre de 2024

Por qué debemos hacer Adoración Eucarística


 


         Hay muchas razones por las cuales debemos hacer Adoración Eucarística:

         Un ejemplo nos viene de una beata, canonizada por el el Papa Juan Pablo II: el Papa beatificó a Dina Belanger, una mujer canadiense muy devota del Santísimo Sacramento. Cuando ella iba a su adoración, Jesús le mostraba multitudes de almas al borde del precipicio del infierno. Y después de su hora santa, ella veía a esas almas en las manos de Dios. Jesús le hacía entender que el valor de una hora santa es tan grande que lleva a multitudes de almas del borde del infierno a las puertas del cielo. Esta es una hermosa razón para hacer adoración eucarística, salvar almas de caer en el Infierno.

         Otra razón es el de sacar almas del Purgatorio: hay almas del Purgatorio a las que les falta solo un Avemaría para salir del Purgatorio; si nosotros vamos a hacer Adoración Eucarística y rezamos un Avemaría delante del Santísimo, hemos sacado un alma del Purgatorio y si rezamos un Rosario entero, hemos sacado muchas almas del Purgatorio. Esta es otra hermosa razón para hacer Adoración Eucarística.

         Otra razón para hacer Adoración Eucarística es la conversión de los pecadores: nuestra adoración forma parte de la oración de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo y aunque nosotros no veamos los frutos de la oración y aunque no alcancemos lo que pedimos en la oración, la Virgen, que es la Medianera de todas las gracias, distribuye las gracias que se derivan de esas oraciones y las aplica para la conversión de pecadores que se encuentran en lugares apartados del mundo, que sin nuestra adoración no se habrían convertido jamás y que se convirtieron por nuestra adoración y a quienes veremos, si la Misericordia Divina así lo permite, en la otra vida, en el Reino de los cielos y ellos nos darán las gracias por haber hecho nosotros una adoración eucarística que tal vez para nosotros fue infructífera, pero que para ellos fue la salvación de sus almas.

         Pero la razón principal por la que debemos hacer Adoración Eucarística no está en todas estas razones, aunque estas razones sean todas loables y buenas: aunque en la Adoración Eucarística no obtuviéramos nada de lo que hemos dicho; aunque no obtuviéramos ningún beneficio espiritual, la razón principal por la que tenemos que hacer Adoración Eucarística es por ser Dios Quien Es: Dios de infinita majestad, bondad, justicia, amor y misericordia y porque Él pudiendo estar en los cielos eternos, recibiendo el amor enormemente más grande y puro que le brindan las miríadas de ángeles y arcángeles y de todos los santos de todos los tiempos, viene a nuestra tierra, a nuestro tiempo, a nuestra historia, a nuestro aquí y ahora, a quedarse en medio de nosotros, cumpliendo su promesa de quedarse entre nosotros hasta el fin de los tiempos: “Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”, para mendigarnos nuestro amor, la mayoría de las veces, mezquino, egoísta, distraído, pasajero, fugaz, débil, volátil. Y Jesús se queda en la Eucaristía en Persona, con toda la gloria de su Cuerpo Resucitado, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, exponiéndose al desamparo, a la frialdad, al desprecio, a la indiferencia, a la negligencia, al olvido, cuando no a la blasfemia, al sacrilegio, al ultraje. Jesús sabe qué es lo que le va a pasar en la Eucaristía, porque Él es Dios, pero aún así, se queda entre nosotros, para darnos el calor del Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico; se queda entre nosotros porque es el Emanuel, el Dios con nosotros, para iluminarnos con la luz de su gloria divina, la luz de su Ser divino trinitario, una luz que ilumina con un resplandor más brillante que miles de soles juntos. Jesús Eucaristía está frente a nosotros, con su Sagrado Corazón Eucarístico, palpitando con la fuerza del Amor del Padre y del Hijo, el Amor Divino, el Espíritu Santo, el Amor que lo envuelve con sus llamas y que Él quiere comunicarnos en la Adoración, para que ardamos de ardor en deseos de recibirlo en la Comunión y para que al comulgar, ardamos de ardor en deseos de adorarlo hasta con la última fibra de nuestro ser, hasta con el último átomo de nuestro ser.

Pero más que la fortaleza física, lo que asombra son el amor y la sabiduría sobrenatural que demuestran los mártires, signos ambos, más que elocuentes, también de la inhabitación en sus almas, del Espíritu Santo. Con respecto a San Andrés Kim Taegon, sus últimas palabras, dichas con serenidad y valentía, antes de ser decapitado, fueron: “¡Ahora comienza la eternidad!”. Estas palabras nos sirven para nosotros, hombres del siglo XXI, porque nuestro siglo, caracterizado por el materialismo, el relativismo, el ateísmo y el hedonismo, nos ha llevado a olvidar, precisamente, que existe una eternidad que nos espera; nos ha llevado a pensar que esta vida es para siempre, con su materialismo, con su dinero, con sus placeres mundanos, y como esta vida está llena de miserias, de rapiña, de codicia y de toda clase de cosas bajas y mundanas, nuestro corazón, al olvidarse que le espera un destino de eternidad –que puede ser en el amor o en el dolor-, se olvida de la eternidad y se aferra a la tierra, a la materia, al tiempo, a las cosas, al dinero, a lo que es caduco, a lo que se pudre y se descompone, a lo que no da ni puede dar, nunca jamás -porque no la tiene-, la felicidad.

         Por último, debemos hacer Adoración Eucarística, pensando en las últimas palabras del sacerdote coreano mártir San Andrés Kim Taegon; este santo mártir, antes de ser decapitado y luego de ser brutalmente torturado, dijo: “¡Ahora comienza la eternidad!”. Estas últimas palabras de San Andrés Kim Taegon, inspiradas por el Espíritu Santo, son más actuales que nunca cuando estamos frene a la Eucaristía haciendo Adoración Eucarística, porque la Eucaristía es Cristo y Cristo es Dios Eterno, que viene a nuestro tiempo y a nuestra historia para llevarnos a la feliz eternidad. La Adoración Eucarística en ese sentido no solo nos ayuda a despegarnos de lo caduco y temporal, sino a fijar la vista del alma en la vida eterna del Reino de los cielos, la Vida Eterna que Jesús nos comunica desde la Eucaristía, la Vida Eterna y bienaventurada de la que nos separan solo las apariencias del pan y del vino, porque en la Eucaristía está en Persona el Dios Tres Veces Santo y Eterno, Cristo Dios. Cada vez que hacemos Adoración Eucarística, nos despegamos del tiempo y del espacio y comenzamos a vivir, aun sin darnos cuenta, la feliz eternidad que nos dona el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

 

 

         Hay muchas razones por las cuales debemos hacer Adoración Eucarística:

         Un ejemplo nos viene de una beata, canonizada por el el Papa Juan Pablo II: el Papa beatificó a Dina Belanger, una mujer canadiense muy devota del Santísimo Sacramento. Cuando ella iba a su adoración, Jesús le mostraba multitudes de almas al borde del precipicio del infierno. Y después de su hora santa, ella veía a esas almas en las manos de Dios. Jesús le hacía entender que el valor de una hora santa es tan grande que lleva a multitudes de almas del borde del infierno a las puertas del cielo. Esta es una hermosa razón para hacer adoración eucarística, salvar almas de caer en el Infierno.

         Otra razón es el de sacar almas del Purgatorio: hay almas del Purgatorio a las que les falta solo un Avemaría para salir del Purgatorio; si nosotros vamos a hacer Adoración Eucarística y rezamos un Avemaría delante del Santísimo, hemos sacado un alma del Purgatorio y si rezamos un Rosario entero, hemos sacado muchas almas del Purgatorio. Esta es otra hermosa razón para hacer Adoración Eucarística.

         Otra razón para hacer Adoración Eucarística es la conversión de los pecadores: nuestra adoración forma parte de la oración de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo y aunque nosotros no veamos los frutos de la oración y aunque no alcancemos lo que pedimos en la oración, la Virgen, que es la Medianera de todas las gracias, distribuye las gracias que se derivan de esas oraciones y las aplica para la conversión de pecadores que se encuentran en lugares apartados del mundo, que sin nuestra adoración no se habrían convertido jamás y que se convirtieron por nuestra adoración y a quienes veremos, si la Misericordia Divina así lo permite, en la otra vida, en el Reino de los cielos y ellos nos darán las gracias por haber hecho nosotros una adoración eucarística que tal vez para nosotros fue infructífera, pero que para ellos fue la salvación de sus almas.

         Pero la razón principal por la que debemos hacer Adoración Eucarística no está en todas estas razones, aunque estas razones sean todas loables y buenas: aunque en la Adoración Eucarística no obtuviéramos nada de lo que hemos dicho; aunque no obtuviéramos ningún beneficio espiritual, la razón principal por la que tenemos que hacer Adoración Eucarística es por ser Dios Quien Es: Dios de infinita majestad, bondad, justicia, amor y misericordia y porque Él pudiendo estar en los cielos eternos, recibiendo el amor enormemente más grande y puro que le brindan las miríadas de ángeles y arcángeles y de todos los santos de todos los tiempos, viene a nuestra tierra, a nuestro tiempo, a nuestra historia, a nuestro aquí y ahora, a quedarse en medio de nosotros, cumpliendo su promesa de quedarse entre nosotros hasta el fin de los tiempos: “Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”, para mendigarnos nuestro amor, la mayoría de las veces, mezquino, egoísta, distraído, pasajero, fugaz, débil, volátil. Y Jesús se queda en la Eucaristía en Persona, con toda la gloria de su Cuerpo Resucitado, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, exponiéndose al desamparo, a la frialdad, al desprecio, a la indiferencia, a la negligencia, al olvido, cuando no a la blasfemia, al sacrilegio, al ultraje. Jesús sabe qué es lo que le va a pasar en la Eucaristía, porque Él es Dios, pero aún así, se queda entre nosotros, para darnos el calor del Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico; se queda entre nosotros porque es el Emanuel, el Dios con nosotros, para iluminarnos con la luz de su gloria divina, la luz de su Ser divino trinitario, una luz que ilumina con un resplandor más brillante que miles de soles juntos. Jesús Eucaristía está frente a nosotros, con su Sagrado Corazón Eucarístico, palpitando con la fuerza del Amor del Padre y del Hijo, el Amor Divino, el Espíritu Santo, el Amor que lo envuelve con sus llamas y que Él quiere comunicarnos en la Adoración, para que ardamos de ardor en deseos de recibirlo en la Comunión y para que al comulgar, ardamos de ardor en deseos de adorarlo hasta con la última fibra de nuestro ser, hasta con el último átomo de nuestro ser.

Pero más que la fortaleza física, lo que asombra son el amor y la sabiduría sobrenatural que demuestran los mártires, signos ambos, más que elocuentes, también de la inhabitación en sus almas, del Espíritu Santo. Con respecto a San Andrés Kim Taegon, sus últimas palabras, dichas con serenidad y valentía, antes de ser decapitado, fueron: “¡Ahora comienza la eternidad!”. Estas palabras nos sirven para nosotros, hombres del siglo XXI, porque nuestro siglo, caracterizado por el materialismo, el relativismo, el ateísmo y el hedonismo, nos ha llevado a olvidar, precisamente, que existe una eternidad que nos espera; nos ha llevado a pensar que esta vida es para siempre, con su materialismo, con su dinero, con sus placeres mundanos, y como esta vida está llena de miserias, de rapiña, de codicia y de toda clase de cosas bajas y mundanas, nuestro corazón, al olvidarse que le espera un destino de eternidad –que puede ser en el amor o en el dolor-, se olvida de la eternidad y se aferra a la tierra, a la materia, al tiempo, a las cosas, al dinero, a lo que es caduco, a lo que se pudre y se descompone, a lo que no da ni puede dar, nunca jamás -porque no la tiene-, la felicidad.

         Por último, debemos hacer Adoración Eucarística, pensando en las últimas palabras del sacerdote coreano mártir San Andrés Kim Taegon; este santo mártir, antes de ser decapitado y luego de ser brutalmente torturado, dijo: “¡Ahora comienza la eternidad!”. Estas últimas palabras de San Andrés Kim Taegon, inspiradas por el Espíritu Santo, son más actuales que nunca cuando estamos frene a la Eucaristía haciendo Adoración Eucarística, porque la Eucaristía es Cristo y Cristo es Dios Eterno, que viene a nuestro tiempo y a nuestra historia para llevarnos a la feliz eternidad. La Adoración Eucarística en ese sentido no solo nos ayuda a despegarnos de lo caduco y temporal, sino a fijar la vista del alma en la vida eterna del Reino de los cielos, la Vida Eterna que Jesús nos comunica desde la Eucaristía, la Vida Eterna y bienaventurada de la que nos separan solo las apariencias del pan y del vino, porque en la Eucaristía está en Persona el Dios Tres Veces Santo y Eterno, Cristo Dios. Cada vez que hacemos Adoración Eucarística, nos despegamos del tiempo y del espacio y comenzamos a vivir, aun sin darnos cuenta, la feliz eternidad que nos dona el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

 

 


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