lunes, 12 de septiembre de 2022

Hora Santa en reparación por concelebración sacrílega de la Santa Misa por parte de una teóloga suiza 060922

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación y sacrilegios cometidos contra la Santa Misa, por parte de una teóloga suiza. Una mujer JAMÁS podrá celebrar válidamente la Santa Misa, porque el sacerdocio ministerial, por disposición divina, está reservada sólo al varón y NUNCA a la mujer. Para mayor información acerca de este atentado contra la Santa Misa, consultar el siguiente enlace:

https://www.aciprensa.com/noticias/mujer-concelebra-misa-catolica-y-obispo-inicia-investigacion-en-suiza-12906

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

El momento inmediatamente consecuente a la Comunión, es el tiempo más adecuado para glorificar a Dios con el alma y el cuerpo, tal como lo piden las Sagradas Escrituras: “Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo” (1 Co 6, 20) y el motivo es que el Rey de los cielos, Cristo Dios, ingresa en el alma, concediéndole el honor más grande que un ser humano pueda recibir en esta tierra, la Presencia de Dios Hijo encarnado[1]. Por esta razón, es penoso constatar la ligereza con la que un gran número de católicos, incluidos sacerdotes y religiosos, comulgan, puesto que no dedican ni siquiera segundos para hacer la acción de gracias a tan grande don concedido por la Santísima Trinidad.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Los santos nos dan ejemplo de cómo dar gracias por el don inmerecido de la Sagrada Comunión: San Felipe Neri hacía acompañar de dos monaguillos con velas encendidas al que salía de la Iglesia apenas acabado de comulgar[2]. Aun entre los humanos, aunque sea por un mínimo de educación, cuando se recibe un huésped, uno se interesa y conversa con él y no lo hace ingresar a su casa para dejarlo luego solo; ahora bien, si este huésped es nada menos que la Segunda Persona de la Trinidad, encarnada y que prolonga su encarnación en la Eucaristía, nos debería doler que su Presencia pase totalmente inadvertida, como sucede en la casi totalidad de las Comuniones hechas por los católicos, con honrosas excepciones.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

San José Cottolengo supervisaba personalmente la confección de las formas para la Misa y ordenaba a la Hermana encargada de hacerlas: “Para mí, las formas hágalas gruesas porque necesito entretenerme un rato con Jesús y no quiero que las sagradas especies se descompongan pronto”. A su vez, San Alfonso María de Ligorio llenaba el cáliz de vino hasta el borde, casi a punto de rebalsar, porque afirmaba que deseaba tener más tiempo en su cuerpo a Jesús[3].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Santa Teresa de Jesús afirma que en cada Comunión Jesús “devuelve el céntuplo del recibimiento que se le hace”. Ahora bien, esto es verdad, pero también es verdad que seremos responsables al céntuplo de nuestra falta de recepción a Jesús Eucaristía, o de una recepción fría, distante, mecánica, desagradecida. Al respecto, un compañero del Padre Pío de Pietralcina contó que un día fue a confesarse con el santo Padre Pío acusándose, entre otras cosas, de que había omitido la acción de gracias en la Santa Misa por causa de una obligación de su ministerio. El Padre Pío, benévolo cuando escuchaba las otras faltas, se puso muy serio cuando oyó esta y con el rostro sombrío, dijo con voz firme: “Tengamos cuidado de que el no-poder no sea el no-querer. ¡La acción de gracias la debes hacer siempre, si no lo pagarás caro!”[4].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

También con relación a la acción de gracias por la Sagrada Comunión, el Beato Contardo Ferrini tenía en tanto la preparación y la acción de gracias de la Comunión, que cada día señalaba los puntos de reflexión sobre los que luego se detenía absorto y feliz. Por último, si hay alguien que nos pueda servir de ejemplo de acción de gracias por la Sagrada Comunión, esa la Madre de Dios, la Santísima Virgen María, ya que nadie como Ella conoce y ama perfectamente la Divinidad de Jesús -Él es la Segunda Persona de la Trinidad encarnada, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía- y por su santidad y plenitud de gracia, la adora perfectamente, la ama perfectamente[5]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, enséñanos a adorar a tu Hijo Jesús en la Sagrada Eucaristía, uniéndonos a tu Inmaculado Corazón en el momento de la Comunión!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 70.

[2] Cfr. ibidem, 70.

[3] Cfr. ibidem, 71.

[4] Cfr. ibidem, 71.

[5] Cfr. ibidem, 73.

No hay comentarios:

Publicar un comentario