Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la blasfemia cometida contra
la Madre de Dios por parte de un integrante del colectivo LGBT. La gravedad del
hecho radica en que no sólo es una ofensa para los creyentes católicos, sino
que, ante todo, es una burla blasfema hacia la Santísima Virgen María, Madre de
Dios y es por eso la necesidad urgente de oración de reparación. Para mayor
información acerca de este horrible acto sacrílego, consultar el siguiente
enlace:
https://gayles.tv/polemica-por-una-portada-de-riccardo-simonetti-vestido-de-virgen-maria/
Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Dios
Uno y Trino nos muestra su magnanimidad y la inmensidad infinita de su Amor
Divino para con nosotros, cuando sin tener, por parte de Él, ninguna obligación
de quitarnos el pecado, no solo nos lo quita, por medio de la Sangre de su Hijo
derramada en la cruz, sino que por la gracia santificante nos comunica su vida
divina trinitaria, porque por la gracia no solo nos vemos libres de la mancha
del pecado, sino que somos hechos partícipes de la vida divina de la Santísima
Trinidad[1].
¡Cuánto Amor, infinito y eterno, muestra la Trinidad para con nosotros y
cuántas veces, para desgracia nuestra, pasamos por alto este Amor y demostramos
así ser desagradecidos!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Cuando
Dios Trino concede su gracia, el alma es alimentada con la substancia misma de
la Santísima Trinidad, pero cuando el alma, despreciando esta gracia, se
inclina por el pecado, se vuelve ingrata y sumamente desagradecida para con
Dios y es de esto de lo que se lamenta Dios, por medio del Profeta Isaías: “Yo
crié hijos y los ensalcé, mas ellos me despreciaron” (1, 2). Si por parte de
Dios sólo hay gratuidad y Amor infinito y eterno, de parte del hombre, en la
gran mayoría de los casos, hay solo indiferencia, ingratitud y desprecio hacia
el Divino Amor. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, líbranos de ser desagradecidos para con el Divino Amor!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Precisamente,
refiriéndose al alma que desprecia su Amor, dice Dios así por medio del profeta
Jeremías: “¿Qué cosa es que mi amado en mi casa hizo muchas maldades?” (11, 15)
y esto porque no es sino extrema malicia el abandonar al Divino Amor en pos del
pecado. De la misma manera, por medio de David, dice así Dios al alma
desagradecida: “Si un enemigo mío me maldijera, lo sufriría por cierto; pero
tú, que tienes un alma conmigo y eres mi guía y mi conocido, que comías conmigo
unos mismos manjares” (54, 13); esto es para espantar, esto es para no poderse
sufrir. Y aquí viene el recuerdo del traidor por antonomasia, Judas Iscariote,
quien recibió de parte del Hombre-Dios muestras inimaginables del Amor de su
Sagrado Corazón, incluso humillándose el mismo Dios encarnado, lavándole los
pies y aun así, prefirió el brillo efímero de las monedas de plata, antes que el
resplandor de la Luz Eterna que Cristo le ofrecía.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Las
muestras de amor para con cada alma humana son propias de un Dios que –por así
decir- ha perdido la razón, con tal de ganar el amor de su creatura, el hombre:
no sólo lo crea a su imagen y semejanza, sino que le da su gracia, que lo hace
partícipe de su vida divina y lo convierte en su hijo adoptivo; no sólo lo
convierte en hijo adoptivo, sino que lo hace un mismo espíritu con Él, porque
le dona su Espíritu, que es el Espíritu Santo; no sólo lo hace sentar a la mesa
de los hijos de Dios, sino que le sirve como manjar la Carne del Cordero de
Dios, el Pan de Vida eterna y el Vino de la Alianza Nueva y definitiva, la
Sangre de su Hijo amado. Y así y todo, no deja el hombre de traicionar a este
Divino Amor, cuando se inclina por el pecado, lo cual no deja de provocar
espanto y asombro[2].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Es
por esto que dice así un autor: “El que ha llegado a lavarse con la Sangre del
Cordero en el Sacramento de la Penitencia y blanqueándose más que la nieve en
las fuentes del Salvador, tiemble de tornar a revolcarse en el cieno de su
culpa. Mire con los ojos de viva fe qué transformación ha pasado en su alma y
que ha de pasar la misma en su vida. No ha de tener deseos ya de hombre, sino
de ángel; no obras de carne, sino de espíritu divino; no sentimientos de mundo,
sino del Evangelio de Cristo. Mírese ya como hijo de Dios y como templo del
Espíritu Santo; mírese ya endiosado y deificado por la gracia santificante; que
sus obras sean dignas de Dios, que le ha concedido su gracia; por último, como
las cosas divinas son eternas, eterno ha de ser en sus buenos propósitos,
eterno en sus santos deseos; eterno en sus obras virtuosas y eterna en él la
gracia”[3].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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