Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio cometido por
sacerdotes alemanes, los cuales organizaron un evento ecuménico en el que se
dio la Sagrada Comunión a personas que no pertenecían a la Iglesia Católica, en
un claro y abierto desafío y rebelión contra el Magisterio[1]
y la Tradición de la Iglesia y contra la autoridad Papal[2].
Con relación a la intercomunión, el Código de Derecho Canónico, en el canon 844
§ 4 establece como condiciones bajo las cuales un sacerdote católico puede
administrar los sacramentos de la penitencia, la eucaristía y la unción de
enfermos a los anglicanos y protestantes las siguientes: “Si hay peligro de
muerte o, a juicio del obispo diocesano o de la conferencia episcopal, urge otra
necesidad grave (alia urgeat gravis necessitas)”. De esto se sigue que la
administración de la Eucaristía en circunstancias que no sean “graves” y a
personas que profesan cualquier tipo de religión, es realmente un gravísimo
atentado, blasfemo y sacrílego, contra la Eucaristía, Piedra Basal de la
Iglesia Católica. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace: https://www.aciprensa.com/noticias/alemania-protestantes-reciben-eucaristia-y-mujeres-predican-homilias-en-iglesias-catolicas-48015
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
El
pecado es algo tan terrible, que llevó hasta la muerte al Hijo de Dios
encarnado, quien se ofreció a Sí mismo como Holocausto Inmaculado para
salvarnos[3].
Es por esto que debemos detestar, con todas nuestras fuerzas y con todo nuestro
ser y con la ayuda de la gracia, al pecado y si tenemos la desgracia de caer en
él, que salgamos prontamente de ese estado, para regresar al estado de gracia,
de comunión en la fe y en el amor con Dios Trino.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
En
el Evangelio se relata cómo, estando en el Infierno, el rico avariento –quien
se condenó por su avaricia y no por las riquezas- pidió enviasen del otro mundo
a avisar a sus hermanos de lo que habían de hacer, pensando que los haría
cambiar de vida los terribles sufrimientos que en el Infierno se padecen. Sin
embargo, se le respondió que ya tenían a Moisés y a los Profetas, porque si no
cambiaban con las verdades de fe, no cambiarían ni aún si se los dijese alguien
desde el Infierno. Que estas verdades nos lleven a detestar el pecado y a amar
y apreciar cada vez más la gracia santificante.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Si
un condenado en el Infierno se apareciera y diera testimonio, en persona, de
los sufrimientos que allí se padecen por la eternidad, este testimonio, sin
embargo, no sería más fuerte y convincente que el testimonio que da la fe
católica[4].
En otras palabras, si un condenado en el Infierno nos relatara en persona lo
que allí se sufre, eso seguramente nos impulsaría a tomar la firme resolución
de cambiar de vida, alejándonos del pecado y viviendo en gracia, el testimonio
que nos da la fe es sin embargo mucho más elocuente y convincente y nos
conduce, cuando la fe es vivida plenamente, a una vida santa y, lo que es más
importante, a una muerte en estado de gracia, lo cual nos abre las puertas del
Cielo.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
La certidumbre que da la fe es mayor que la evidencia y que
la misma experiencia, siendo la fe la que llevó a los santos no solo a la
conversión, sino a la realización de grandes obras de misericordia, las cuales
les granjearon las puertas del Cielo. Podemos decir que la fe ilumina los ojos
del alma, así como la luz ilumina los ojos del cuerpo, haciendo que el alma sea
capaz de contemplar los sagrados misterios salvíficos de Nuestro Redentor
Jesucristo, el Hombre-Dios, la Lámpara de la Jerusalén celestial, el Pan Vivo
bajado del Cielo, el Verdadero Maná bajado del Cielo, que nos concede la vida
eterna, la vida misma de la Santísima Trinidad.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Por estas cualidades de la fe, es que el Apóstol la definió
como “substancia de las cosas que se han de esperar” y “argumento de las que no
se ven” (Heb 11, 1), porque por la fe
hemos de mirar a lo que esperamos y está por venir y lo creemos tan vivamente,
como si estuviera presente. De esta manera es como debemos considerar las
verdades eternas –salvación o condenación-: como si las estuviéramos viendo,
porque es en realidad la fe la que nos hace ver estos sagrados misterios. Dice
San Cirilo Hierosolimitano: “El que merece ser alumbrado de la fe, aun antes
que se acabe el mundo, ya ve el Día del Juicio y el galardón de las promesas
divinas”[5].
Es decir, quien tiene fe, cree en el Juicio Final como si lo estuviera viendo y
así también cree en el premio de la gloria, como si estuviera en el Cielo[6].
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
[1] Cardenal Ladaria, al presidente
de la Conferencia Episcopal Alemana: No a la comunión conjunta de católicos y
protestantes: cfr. https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=38678
[3] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 477.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 477.
[5] Cath., 5.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 478.
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