sábado, 15 de mayo de 2021

Hora Santa en reparación por la intercomunión sacrílega promovida por sacerdotes alemanes 150521

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio cometido por sacerdotes alemanes, los cuales organizaron un evento ecuménico en el que se dio la Sagrada Comunión a personas que no pertenecían a la Iglesia Católica, en un claro y abierto desafío y rebelión contra el Magisterio[1] y la Tradición de la Iglesia y contra la autoridad Papal[2]. Con relación a la intercomunión, el Código de Derecho Canónico, en el canon 844 § 4 establece como condiciones bajo las cuales un sacerdote católico puede administrar los sacramentos de la penitencia, la eucaristía y la unción de enfermos a los anglicanos y protestantes las siguientes: “Si hay peligro de muerte o, a juicio del obispo diocesano o de la conferencia episcopal, urge otra necesidad grave (alia urgeat gravis necessitas)”. De esto se sigue que la administración de la Eucaristía en circunstancias que no sean “graves” y a personas que profesan cualquier tipo de religión, es realmente un gravísimo atentado, blasfemo y sacrílego, contra la Eucaristía, Piedra Basal de la Iglesia Católica. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace: https://www.aciprensa.com/noticias/alemania-protestantes-reciben-eucaristia-y-mujeres-predican-homilias-en-iglesias-catolicas-48015 

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

El pecado es algo tan terrible, que llevó hasta la muerte al Hijo de Dios encarnado, quien se ofreció a Sí mismo como Holocausto Inmaculado para salvarnos[3]. Es por esto que debemos detestar, con todas nuestras fuerzas y con todo nuestro ser y con la ayuda de la gracia, al pecado y si tenemos la desgracia de caer en él, que salgamos prontamente de ese estado, para regresar al estado de gracia, de comunión en la fe y en el amor con Dios Trino.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

En el Evangelio se relata cómo, estando en el Infierno, el rico avariento –quien se condenó por su avaricia y no por las riquezas- pidió enviasen del otro mundo a avisar a sus hermanos de lo que habían de hacer, pensando que los haría cambiar de vida los terribles sufrimientos que en el Infierno se padecen. Sin embargo, se le respondió que ya tenían a Moisés y a los Profetas, porque si no cambiaban con las verdades de fe, no cambiarían ni aún si se los dijese alguien desde el Infierno. Que estas verdades nos lleven a detestar el pecado y a amar y apreciar cada vez más la gracia santificante.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Si un condenado en el Infierno se apareciera y diera testimonio, en persona, de los sufrimientos que allí se padecen por la eternidad, este testimonio, sin embargo, no sería más fuerte y convincente que el testimonio que da la fe católica[4]. En otras palabras, si un condenado en el Infierno nos relatara en persona lo que allí se sufre, eso seguramente nos impulsaría a tomar la firme resolución de cambiar de vida, alejándonos del pecado y viviendo en gracia, el testimonio que nos da la fe es sin embargo mucho más elocuente y convincente y nos conduce, cuando la fe es vivida plenamente, a una vida santa y, lo que es más importante, a una muerte en estado de gracia, lo cual nos abre las puertas del Cielo.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         La certidumbre que da la fe es mayor que la evidencia y que la misma experiencia, siendo la fe la que llevó a los santos no solo a la conversión, sino a la realización de grandes obras de misericordia, las cuales les granjearon las puertas del Cielo. Podemos decir que la fe ilumina los ojos del alma, así como la luz ilumina los ojos del cuerpo, haciendo que el alma sea capaz de contemplar los sagrados misterios salvíficos de Nuestro Redentor Jesucristo, el Hombre-Dios, la Lámpara de la Jerusalén celestial, el Pan Vivo bajado del Cielo, el Verdadero Maná bajado del Cielo, que nos concede la vida eterna, la vida misma de la Santísima Trinidad.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Por estas cualidades de la fe, es que el Apóstol la definió como “substancia de las cosas que se han de esperar” y “argumento de las que no se ven” (Heb 11, 1), porque por la fe hemos de mirar a lo que esperamos y está por venir y lo creemos tan vivamente, como si estuviera presente. De esta manera es como debemos considerar las verdades eternas –salvación o condenación-: como si las estuviéramos viendo, porque es en realidad la fe la que nos hace ver estos sagrados misterios. Dice San Cirilo Hierosolimitano: “El que merece ser alumbrado de la fe, aun antes que se acabe el mundo, ya ve el Día del Juicio y el galardón de las promesas divinas”[5]. Es decir, quien tiene fe, cree en el Juicio Final como si lo estuviera viendo y así también cree en el premio de la gloria, como si estuviera en el Cielo[6].

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cardenal Ladaria, al presidente de la Conferencia Episcopal Alemana: No a la comunión conjunta de católicos y protestantes: cfr. https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=38678

[3] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 477.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 477.

[5] Cath., 5.

[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 478.

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