Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ataque incendiario sufrido
por la iglesia de la Santa Cruz en Polonia, a manos de militantes
pro-abortistas. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:
https://religionlavozlibre.blogspot.com/2021/02/queman-otra-iglesia-en-polonia.html
Canto inicial: “Oh Buen Jesús, yo creo firmemente”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Suele suceder, entre los hombres, que cuando estos pierden
un bien, aun cuando sea de poca monta, se afanan y preocupan de tal modo que no
se detienen hasta recuperarlo. Sin embargo, cuando se trata del bien infinito
de la gracia, cuando esta se pierde a causa del pecado mortal, los hombres
continúan sus vidas como si nada hubiera pasado, y continúan riendo y actuando
como si nada hubieran perdido, cuando lo que han perdido es el Reino de los
cielos[1].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Ahora bien, en el pecado hay todavía mayores males: además
de privar al alma del Reino de Jesucristo, la convierte en esclava de sus
pasiones y del demonio, el cual le depara al alma en esta vida innumerables
tropiezos y tribulaciones, y en la otra, le prepara infinitos y eternos
tormentos. El alma en pecado se comporta como un esclavo: así como un esclavo
hace muchas veces lo que por ningún motivo quisiera hacer, así el pecado, por
los vicios que causa y el poderío que le confiere a Satanás, hace que uno obre
lo que no quisiera, porque queriendo no quiere y no queriendo quiere, queriendo
eficazmente pecar, lo cual no quisiera hacer ni querer si estuviera en gracia[2].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
El demonio causa, por medio del pecado, innumerables daños a
los hombres, como por ejemplo, obligando a los padres a que le ofrecieran a él
y le sacrificaran en su honor sus propios hijos, abrasándolos vivos –culto pagano
demoníaco a Moloch que continúa hoy a escala planetaria con las leyes del
aborto-, o haciendo que entre ellos se enfrentasen y se despedazasen unos a
otros[3]. Sin
embargo, estos daños corporales son solo una sombra del mayor y más profundo
daño que el pecado causa al alma y es el espiritual, porque por el pecado el
alma pierde un bien infinito, el Reino de los cielos.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Un autor, Ricardo Sorbonese, dice que “el pecador está en la
misma puerta de la muerte y así dijo David: “Acercáronse hasta las puertas de
la muerte” y no dista del Infierno más espacio que dos dedos. El demonio lo
tiene en sus manos y en un momento bajaría a los infiernos; el demonio aprieta
al pecador con la soga al cuello y esto es el pecado”[4].
Si se considera a uno que ya ha pecado y que por lo tanto está condenado a
muerte eterna y que sólo basta un empujón para que caiga en el Infierno: ¿cómo
puede reír y no pensar o pedir el perdón? ¡Nuestra
Señora de la Eucaristía, que nunca caigamos en las tinieblas del pecado y que
siempre vivamos a la luz de la gracia de tu Hijo Jesús!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Otra consideración que se debe hacer, para caer en la cuenta
de la terrible desgracia que es el pecado, es que, así como la gracia hace que
todas las obras buenas del justo sean merecedoras de la eterna gloria, así el
pecado es causa que todas las obras que nacen de él como de tan mala raíz, sean
merecedoras de eternos tormentos. Estando en pecado, aun las obras buenas que
haga el pecador no merecen premio alguno de gloria y así, en vez de merecer el
cielo, como lo sería si fueran obras en gracia, se hace merecedor del fuego
inextinguible del infierno[5]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que
obremos siempre en la gracia de Dios, hasta el fin de nuestros días en la
tierra, para hacernos merecedores del Reino de tu Hijo Jesucristo!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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