Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de una iglesia parroquial en Almería, España. Quien haya sido el autor (o los autores) de este sacrilegio, además de destrozar varias imágenes sagradas, se llevó consigo la aureola de la Virgen de la Consolación, con fines indudablemente sacrílegos. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:
https://www.facebook.com/groups/578033243024479/permalink/855907458570388
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Quien
tiene la gracia santificante, lo tiene todo; por esta razón es que Nuestro
Señor Jesucristo nos aconseja que nos preocupemos primero por conseguir la
gracia, si no la tenemos, o de conservarla, si ya la poseemos. A esto se
refiere el Señor cuando dice: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y
todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt
6, 33). Nuestros esfuerzos deben centrarse, entonces, en la búsqueda y
conservación de la gracia de Dios; haciendo esto, Dios no nos hará faltar nada
de lo necesario, materialmente hablando.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
¿Quiénes
son los que se preocupan en exceso por las cosas temporales, al punto de
descuidar lo más importante, que es la unión con Dios, por la fe y por el amor?
Quienes esto hacen son los paganos porque estos, por definición, no conocen al
Verdadero Dios Uno y Trino y a su Mesías, Cristo Dios. Pero el cristiano, que
conoce a Dios por el don de la fe y que posee el tesoro más grande que ser
humano alguno pueda poseer –la gracia-, se esfuerza, en primer lugar, por revestirse
de la gracia y procura también alimentarse con el Pan de Vida eterna, la
Eucaristía; sólo en un segundo plano se procura el vestido material y se
preocupa por alimentar el cuerpo, con el pan material.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Afirma
un autor: “Nuestro Padre celestial sabe lo que hemos menester”[1],
porque es Dios y como tal, es omnisciente y todopoderoso: Dios sabe qué es lo
que necesitamos para nuestra subsistencia y nos lo procura, sin que nosotros
nos demos cuenta ni del cuándo ni dónde. Entonces, puesto que Dios, como Padre
amoroso que es, nos cuida como a la niña de sus ojos, nos ocupemos en servirle,
honrarle, amarle y adorarle. ¿No es acaso la más hermosa de todas las tareas,
el procurar servir y amar al Dios Verdadero, Dios Uno y Trino?
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Sin
la Vida de Dios Trino, de la cual nos hace partícipes la gracia, no hay vida
divina para el alma, aun cuando el alma viva con su vida natural. Si esto es
así, entonces, “busquemos el Reino de los cielos, busquemos su justicia,
viviendo santamente, haciendo obras santas y merecedoras del Cielo; busquemos
sólo la gracia y “todas las demás cosas se nos darán por añadidura”. Aunque seamos
pobres, materialmente hablando, si tenemos la gracia, lo tenemos todo, porque
por la gracia tenemos la vida de la Santísima Trinidad en nosotros.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La
gracia vale tanto y tiene tanto valor, que no tiene comparación alguna con los
tesoros de la tierra, al punto tal que montañas enormes de oro y plata,
comparadas con la gracia de Dios, valen menos que un puñado de cenizas. Quien
posee la gracia, lo posee todo, espiritual y también materialmente hablando y
esto se deduce de las palabras de Nuestro Señor: como lo señala un autor, el
Señor “no dice absolutamente que se nos darán, sino que se nos añadirán, porque
estas cosas temporales no tienen ser –es decir, no valen nada- respecto de lo
espiritual: las cosas materiales van por añadidura con los bienes
sobrenaturales –la gracia- que Dios hace a los justos, los cuales, porque
busquen lo futuro, hallan lo presente”[2].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.
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